miércoles, 24 de febrero de 2021

Sin Lugar en el mapa...

 Los ánimos se venían caldeando en la aldea del coronel pionero. Se acercaban las elecciones de renovación parlamentaria que servirían para que el alcalde proyecte sus intenciones futuras y demuestre su peso político. En el reconocido programa de incisivo periodismo de investigación “Desembarco Aliado En Normandía” habían mostrado la foto de la Santísima madre del alcalde en paños menores. Varios vecinos habían comenzado a atar cabos sueltos. Ya se comentaba, en la aldea toda, acerca de la existencia y profesión de la madre de Gonzalo. No podía decirse que el alcalde les había mentido; pero sí que había omitido, alguna que otra vez y en algún que otro asunto, información. Esto desagradaba sobremanera a los Vecinos de la aldea... y de toda la comarca.

Antonov se preguntaba cómo era posible que no hubieran descubierto la adulteración del documento. “Un trabajo bien hecho” pensó. Trazó las últimas estrategias para su tercera re-re-reelección. Estaba convencido que el “arreglo” con el abogado “de esos gilipollas de siempre” había enfriado como la última glaciación el asunto ese de cuestionarle el plan. Con todos esos votos asegurados, eliminada la oposición real y, comprada la oficial, sólo le quedaba quitarse de encima a los del nuevo partido. Ése partiducho que en las últimas elecciones había impedido que él se quedase con el 75 % del electorado. Si el porcentaje era superior al 80% podía reclamar, por lo menos... juramento mediante: un marquesado. Una vez hidalgo ¡qué se cuide el Rey! Si para él, bárbaro y subdesarrollado por convicción ¿qué era un mísero juramento?

Durante estas semanas ocurrió algo sumamente inaudito. Sí, peor de lo que nadie pudiera explicar: Antonov habló bien de Máximo Aurelio. Sí, y fue con la presidenta de la asamblea general del nuevo partido. La idea era, en aras de impulsar una alianza, sonsacar toda la información posible. Cualquier cristiano ni lo hubiera pensado; pero Gonzalito Antonov descubrió la veta oculta y despertó la fiebre del oro. Y un Judas siempre listo para crucificar a algún pobre Cristo,  por cuarenta míseros dinares. Fue así como el alcalde y quien en la pasada elección se llenara la boca diciendo que era un corrupto al que había que destronar se reunieron y firmaron la alianza.

-¿Y qué haremos con Sottocorno? Está muy empecinado en que quiere su casa. El problema fue que levantó la perdiz; si no se la daba... por unos votos.

-No te preocupes Gonzalo, para cuando le diga que ya firmamos va a ser tarde. Es un hombre de palabra y si hay un compromiso... – Esta conversación se suscitó luego de que Antonov le diera a “Renguetti” mil setecientos reales y ochenta bolsas de mercadería y comestibles para repartir por ahí. Entre sus adeptos, a cambio de los sufragios. Es inaudito pensar que con meras palabras se manipularía la voluntad de Máximo. O lo creían muy tonto o, evidentemente fueron tontos quienes lo creyeron. El descrédito perpetuo por mil setecientos reales. El gordo “Renguetti” percibía un haber mensual de mil novecientos reales más ticket. Sin duda fue algo así como los cuarenta dinares del pobre Judas. Sólo que ahora no habría higuera que redima al traidor.

Llegó el sábado. Faltaban sólo 15 días para los comicios de renovación parlamentaria y “Renguetti” llamó a Máximo y otros tantos a una reunión.

-¡Por fin! -llegó diciendo Sottocorno- ¿cuando vamos?- era seguro que necesitando los sufragios a su favor el alcalde arreglaría las desprolijidades del plan.

Algunos de los afiliados y adeptos al nuevo partido habían ya expresado su disconformidad respecto de la alianza. Había resultado como Máximo suponía: ¿de oposición a oficialismo? No, nunca. El gordo calmaba las aguas diciendo: 

-Ya veremos cuando llegue Sottocorno, verán que él sí está de acuerdo y ¿quién más opositor que él? Si apoya la alianza será por algo... no sean brutos. ¡Síganme!- Recibió a Máximo con un discurso acerca de lo precipitado de su carta y sus acciones. Y de que esto no ayudaba a la alianza.

-¿Qué te pasa Renguetti?

-Es que me cansé de ser oposición.

-¡Mentira! ¿Me estás jodiendo?

-No boludo... es en serio. Tenés que pensar mejor las cosas. No te precipités, ahora hacemos la campaña y para el próximo plan... tenés tu casa casi de seguro.

-¡Hijo de puta! ¿Qué, ya firmaste?- no hizo falta oír la respuesta. Los ojos de “Renguetti” lo decían todo. – Me cagaste... esto es traición ¿y qué le dijiste a la gente? ¿Le hablaste?¿Le consultaste o qué te creíste?

-Estaba esperando que llegues vos y los convenzas... mucho no les gustó. Heredia me dijo que tendría que haber preguntado... Acá el que manda soy yo. Y al que no le guste...

-Caíste boludo... caíste como el peor. ¿Cuánto te dieron Judas? ¿Te das cuenta en la que te metiste? A mí... con esto de las casas, me sirvió para darme real cuenta de lo que son. Es más si se arreglaba te iba a comentar que tampoco firmaba. Yo con corruptos no. Nada.

-Igual. Ya firmé... ahora es tarde, tenemos que trabajar en la campaña. Me comprometí y vos estabas en el paquete.

-¿A vos quién te dijo que podías firmar en mi nombre?

-Yo soy el jefe...

-¿Qué?¿El jefe de quién? No querido... lo lamento yo me abro- A todo esto Heredia estaba ahí y expresó nuevamente su descontento:

-No sé quien te va a apoyar, Renguetti. Tendrías que haber consultado con la gente antes de firmar una alianza con el enemigo.

-Mirá- prosiguió Máximo Sottocorno- me abro, llamo a la presidenta del partido y le informo... con agachadas no. Es más: sabé que te voy a trabajar en contra.

-¿Y ahora qué hago?- murmuró “Renguetti”.

-No sé hermano... Fijáte- y pudo verse los ojos del gordo “Renguetti” que ya se estaba gastando los cuarenta dinares en remedios para la úlcera. O en flores de exequias

miércoles, 10 de febrero de 2021

El Plan

    Ya muchas cosas iban haciendo de lastre a la nave tripulada por Antonov. Había que estudiar bien la situación para que así no se destapara la olla y no se estropeara “el plan” la sensación en la aldea era la del cántaro lleno hasta el borde. En cualquier momento comenzaba a chorrear y luego del goteo el derramamiento de líquido sería incesante y cada vez mayor. El plan consistía en lograr un mayor porcentaje de votos para lograr una nueva reelección. Ya que había sido la idea de Antonov perpetuarse en el poder aldeano y más aún: él aspiraba a la corona. Si no era por convencimiento de sus pares sería demagógicamente, es decir de manera brutal pero con cierto apoyo popular. La perpetuidad (dada la cantidad de décadas que llevaba en el poder) le acercaba peligrosamente a su objetivo. Fantaseaba con una asunción al estilo Duce, Fiurer o Generalísimo. Si lograba el incondicional apoyo de gran parte de la comarca... reclamaría algún título. Era entonces menester ineludible lograr que “el Plan” de viviendas fuera entregado sin problemas. Así se mantendría tranquila la tropa... y la propaganda.

 

    Los mismos de siempre no estaban dispuestos a claudicar y seguirían causándole severas inflamaciones testiculares al alcalde. Decidieron entonces seguir la vía política para arreglar el asunto, si al fin y al cabo hablando la gente se entiende. Pidieron entonces la palabra para la sesión de la la concejalía municipal. Pero les fue negada con el peor de los argumentos:

 

    -¡Hay Máximo... no sé si se puede pedir la palabra en la sesión de la concejalía! Mejor lo consulto con el abogado... por las dudas.

    -Catalina... no jodas... ¿acaso no dabas clases de educación cívica en el colegio secundario?

    -¿Qué tiene que ver?

    -¿Qué enseñabas? El ciudadano puede presentarse en las sesiones. Tiene derecho de voz; pero no de voto.

    -No lo sé- respondió la secretaria de la concejalía municipal que si no lo había aprendido en la escuela debería saberlo por su función... ¿o qué quería lograr? -Igualmente habría que preguntarle a Timoteo si te quiere recibir... ahora él es el presidente.

    -Mirá, esto es así: o me reciben en la sesión y me escuchan lo que tengo para decir o me presento con veinte vecinos y te copo el salón... ¿y qué... me van a echar con carabineros y gendarmes? ¡Já! ¡Si son cuatro en la aldea! Además recordá que en veces anteriores ya lo hemos hecho.

   - Bueno. No sé voy a preguntar. Venite a las 13.00 hs. que comenzamos a sesionar.- E inmediatamente Catalina telefoneó a Paco Malspina quien le dijo que mejor que lo reciban y escuchen así se evitaba una escándalo. Y de paso que se informe acerca del funcionamiento del ayuntamiento y concejalía si quería seguir en ese puesto.

 

    Sottocorno abandonó el edificio demostrando más fastidio del que realmente tenía (la psicóloga tenía algo de razón en eso del histrionismo) en la puerta se encontró con el consejero por la oposición Taciturno Devoto y con el consejero por el oficialismo Esteban Calandria. Les comentó lo sucedido con la secretaria. Les informó sobre la presentación a viva voz que iba a realizar por el tema de las casas. Ambos le comentaron que habían leído la carta y que coincidían en gran parte con él. Entonces Máximo cambió su discurso y les dijo que en realidad no sabía si asistiría a la reunión porque si “sus representantes” estaban enterados de que había un ciudadano disconforme y miraban para otro lado era inútil asistir a la reunión y todo diálogo. Ambos consejeros municipales trataron de convencerlo de que sí fuera, que por favor, que plantee el tema a ver qué se podía hacer. Máximo Sottocorno se dejó convencer puesto que esto de “mejor no voy nada” era una chicana para observar la reacción de los miembros de la concejalía. Como quien diría para medir los bueyes.

 

    A la hora señalada se presentaron en la sesión los mismos de siempre. Obviamente Timoteo se hizo el desentendido y puso cara de “y estos que harán aquí y ahora”. Máximo clavó su mirada contra el ventanal del búnker y se acomodó el cabello. Catalina Ballesta comenzó a leer el orden del día ignorando deliberadamente la presencia de los ciudadanos “linda representatividad demagocracia” pensó Máximo. Simuló una pequeña carraspera y se preparó para interrumpir “a viva voz” cuando “sobre tablas” el consejero Taciturno Devoto propuso prestar, antes que nada, atención a los ciudadanos allí presentes – ¿O no se dio por enterado el señor presidente de la presencia de público en la sesión?- y atender cuál era la inquietud de los presentes.

 

    -No, no. Sí, sí. Esteeee. Claro que sí noté que estaban los ciudadanos; pero no sabía que traían una inquietud. A mí no me dijeron nada. O sea. 

 

    En ese instante los tres consejeros restantes taladraron a la secretaria quien pidió disculpas y explicó que pensaba informar a la presidencia del pedido de palabra de Sottocorno y los mismos de siempre luego de dar lectura del orden del día. “Pueblo chico, infierno grande... ésa es la pura verdad” nos conocemos y la intención era pasarlo por alto “a ver si se anima ahora a interrumpir a viva voz”.

 

    Formalismos mediante y abultado sofisma protocolar con el único objeto de fastidiar a los consejeros precedieron la alocución de Máximo Aurelio. Media hora después comenzó a explayarse en argumentos y contra argumentos explicando lo expresado en la resolución general y publicado oportunamente en el bando convocante a la inscripción para las 55 ½ viviendas en González Plata. Cada uno de los cuestionamientos fue sistemáticamente negado por el presidente. Negando incluso la letra del bando oficial. Los demás, y el mismo presidente ignoraban en realidad el contenido de la resolución general.

 

    -Mirá Máximo, en cuanto a tus acusaciones, en la carta de lectores- dijo Timoteo; pero fue interrumpido por su interlocutor.

    -Primero: yo no acusé. Lo mío son cuestionamientos. Segundo: ¿no era que no te habías molestado en leerla?

 

    La conversación fue subiendo de tono, física y semánticamente. En un momento el consejero por el partido popular, Rubén Aceituno, golpeó con las carpetas sobre las tablas de la “mesa redonda” y con voz potente exclamó: 

    - ¿Saben qué pasa muchachos? ¡Acá si uno no es afiliado a la Unidad Civil u obsecuente del alcalde no es nadie: no recibe subsidios, no te dan terreno, no te habilitan el gimnasio y te dejan afuera del plan! ¡Esto es lo mismo que pasó siempre; sólo que ahora ustedes reclamaron! Yo pregunto: ¿quién recibió los papeles de inscripción?¿Quién controló que la documentación entregada fuera verídica?¿Quién realizó las visitas sociales? Cuando a mí me entregaron la casa de plan en la que vivo, dicho sea de paso que también tuve que pelear por ella, vinieron tres veces las asistentes sociales a donde vivía. ¿Y ahora qué? ¿Nadie controló nada?

    -No sé- dijo Timoteo Cordones- al fin y al cabo... no es mi función controlar ni recibir reclamos. Es sólo resorte del ejecutivo.

    -Ah! ¿Qué no es tu función? ¿Y a título de qué cobras el sueldo que cobrás?- gritaron casi al unísono consejeros de la oposición y público presente.

 

    Luego de horas de debates y de estancarse en callejones sin salida, chicanas y ciénagas inextricables de sofismas y agachadas Cordones se lanzó a la patriada del prometer lo que de antemano todos sabíamos que no cumpliría.

    -Miren: yo soy nuevo en esto. Y quiero cambiarle la cara a la política. Yo me voy a asesorar, voy a ver qué pasa, como fueron hechas las cosas y voy a buscar una solución; pero no creo que sea como ustedes dicen. Están enojados porque no les tocó a ustedes. Yo igual veré qué puedo hacer.

    -¡Ojalá Timo, ojalá! Si me demostrás que estoy equivocado me dejo de “jorobar” y... es más. Te pido disculpas públicas. A vos y a quien corresponda.

    - Yo te voy a demostrar que estás equivocado y que acá no hubo ninguna mano negra, ningún acomodo.

 

    Seguían pasando los días y no había ni noticias. El listado en cartelera municipal seguía inamovible. Por lo tanto “los mismos de siempre” comenzaron a hacer lo mismo que hacían siempre. En esta ocasión se entrevistaron con un abogado de ciudad Sorondo para urdir una estratagema. Se presentarían frente al alcalde patrocinados por otro abogado. La intención aunque no clara para varios de los implicados era bien cristalina para el letrado. El ayuntamiento cargaría contra el patrocinante de los disconformes, ya sea por acción (apriete) o por convencimiento (soborno). Esto abriría el juego dejando la cancha libre para que el verdadero abogado pueda actuar y así lo hicieron. Visitaron un estudio jurista, plantearon la situación y entregaron copia de resoluciones, listados de preadjudicatarios, listados de tenedores de loteos y terrenos, resaltaron cada inciso de las resoluciones en los cuales basaban su protesta y acordaron fecha para una visita “social” al alcalde. La idea del abogado “señuelo” era mediar y así evitar el engorroso trámite judicial que, en realidad, no le convendría a nadie puesto que si bien Máximo ya había quedado afuera del plan, estos procesos suelen durar entre cuatro y cinco años por lo menos ya que como sabemos las monarquías, parlamentarias o no, siempre adolecieron de una burocracia más que dantesca. Esto supondría que los preadjudicatarios  “colgados” se quedarían sin la casita del plan durante todo ese lapso; pero también se verían perjudicados los ciudadanos a quienes realmente sí les correspondía y que les había –por milagro- tocado en suerte.

 

    Cuando se presentaron en el ayuntamiento la secretaria del alcalde atendió con una sonrisa extraña a Sottocorno. Llegado el momento le indicó que pasara. Menuda sorpresa al ver que a la orden ingresaban “los mismos de siempre” más un hombre de traje y maletín, serio como una tapia. Se acomodaron como pudieron en el despacho y comenzó la parodia. Antonov llamó inmediatamente al asesor legal (Malaspina). Éste al ingresar saludó extrañamente al otro abogado. El alcalde se mostró casi ofendido por la presentación. El abogado patrocinante echó en cara algunas “desprolijidades” Paco retrucó con algunas barbaridades tales como “la resolución se cambió tres días después de la inscripción” “al Sr. Vallemar ya le informamos que se cae porque ocultó información sobre su terreno” “de ese terreno somos aún dueños en el ayuntamiento porque lo está pagando, así que es imposible que lo haya vendido, estaría en infracción” “ya hay algunos que se cayeron” “Madre Grimaldi puede justificar los reales de ingreso y cobrar subsidio porque no hay que discriminar. Además seguro que se cae porque no creo que pague el solar” y etc. Etc. Etc. Al finalizar la reunión llamó mucho la atención de los mismos de siempre la tibieza del abogado. Cómo aceptó las falacias de Malaspina y Antonov. En fin: todo para nada.

 

    El capote estaba en el piso... ahora cuando el toro embista confiado sabrá lo que es el frío metal del sable. Y luego... sangre taurina regando la plaza. Y el pueblo reunido, lejos del luto, sólo gritará: 

 

    -¡Oooóole!

miércoles, 3 de febrero de 2021

Proyectos inaplicables y la puta costumbre de poner el palo en la rueda XII

La mala sangre y la verdadera genealogía de Gonzalo Yosevik Antonov

Ahora que Dora Beata había ascendido a las míticas alturas de la capital de la comunidad regional, hecho similar a la ascensión de Jesús o de Buda, tan importante como haber encontrado el camino a Shambala o a Ercs, redituable como calificar para la bolsa en Wallstreet o enaltecedor como haber sido graduado de la universidad de Salamanca, con honores. Ahora sí que no habría nada que frustre los planes del club (Antonov, for ever) ya que si Sottocorno había convencido a varios y presentado pruebas de su condición nobiliaria cuánto más podría hacer DBC Martínez en el nuevo y bien merecido puesto para armar un lindo arbolito de apellidos y geografías confusas para ennoblecer al alcalde... mínimo a título de príncipe (de alguna comarca asociada de menor rango) y posteriormente subírsele a la corona. Éste era un proyecto que se traían secretamente entre manos hacía ya una década y si había una virtud que Dora Beata poseía era la lealtad. No era mujer de agachadas... bueno... si el fin lo justificaba, como hemos sabido, era capaz de agacharse... pero debajo de algún lugar donde no la vieran. Y siempre y cuando se trajera algo entre manos.

    Estudiaron entonces la manera en que un condado ubicado entre desérticas mesetas en los confines de la civilización fue convirtiéndose en principado y posteriormente en reino. De allí a la hegemonía de la península y durante varios siglos en rector de los destinos de la humanidad toda. Algunos conceptos como: campesinos dueños de la tierra, caballeros villanos, importancia de las comunidades de aldeas, menor estratificación social que en el resto del reino, situación fronteriza que desanima a magnates, etc. habían provocado insomnio en los funcionarios con ávidos deseos de perpetuarse en el poder de manera regia. Ahora ante los presentes indicios de deterioro natural del gobierno estudiaban la forma apropiada de fabricar la hidalguía familiar y el momento preciso de sacarla a la luz. Ante este proyecto se anteponía de manera bárbara el apellido no latino, ni celta o godo del alcalde. Esta influencia de Hunos en la sangre representaba un obstáculo casi insondable. Comenzaron asaltando una noche la oficina parroquial con el objeto de buscar algún registro antiguo y corregir el Antonov por “Antonio V” título con el que simularían dinastía en un sustantivo, valga, más propio.

     

    Días después de la succión –perdón ascensión- de Dora Beata a los altos aposentos de la provinciana capital de la comunidad regional y tras un levísimo comentario de la misma en cadena nacional se puso en marcha el mecanismo de propaganda mediante el recurso del “rumor aumentado”.

 

    Periodistas de toda calaña cayeron como moscas al excremento invadiendo la aldea. Antonov tuvo la “humildad” de ofrecer una conferencia de prensa para “acallar rumores” durante el transcurso de la misma cargó contra Sottocorno diciendo que en su vida no había conocido nobles reales con tales indicios de romanización como los eran el perfil recto y el nombre de Máximo Aurelio: -¿¡Título de qué!?- expresó muy despectivamente. Con asombrosa cintura política eludió toda pregunta referida a sus padres, o los padres de sus padres. Sólo sabía repetir la historieta de la confusión del abad durante la inscripción del Tátara abue... ¿abuela?. Y se la mandó nomás... esquivó elegantemente dos o tres preguntas más y suspendió la conferencia argumentando compromisos de estado en supuesta suspensión por la deferencia de haberlos atendido.

 

    El equívoco de Antonov fue pasado por alto por la mayoría de los periodistas menos por el conductor del “Desembarco Aliado En Normandía” incisivo programa de investigación periodística. Antonio Bragante no conforme con la historia de la la confusión permaneció en la aldea para ver qué podía descubrir de la repentina hidalguía del alcalde del fin del reino. “Érase una vez... un príncipe aldeano” comenzó con su informe. Por esas cuestiones poéticas de atribuir a la fuerza poca astucia, a la censura poca imaginación, al poder pocos escrúpulos era de suponer que en algo habrían fallado los adulteradores de genealogía. Esto lo sospechaba Bragante, y lo sabía Sottocorno. Máximo Aurelio recorría los empolvados anaqueles de su memoria buscando indicios del padre del alcalde... Nada. 

 

    Nada. No nada.

 

    Nada. Ninguna imagen de ninguna cara, ni el recuerdo de frase alguna, ni de comentario malicioso. Era como si el Sr. Antonov nunca en la puta vida hubiese existido. Y la madre del príncipe ¿cómo que nunca comentó nada a nadie? ¿Quién era la madre de Antonov ¿cómo nunca se la había visto de pieles en acto público alguno? En realidad muchos en González plata suponían que el alcalde era expósito. Un descastado, un paria que a fuerza de remarla (y tranzarla) había logrado un nombre y una posición. En el pequeño bar ubicado en la rotonda de acceso al poblado Bragante devoraba un sándwich de milanesa mientras observaba las distorsionadas noticias que llegaban a los confines del reino a través de la televisión regional. En eso ingresan al local por cigarrillos y fósforos un hombre de traje junto a otro más. Son Malspina y Cordones. El periodista no los conoce pero algo en la conversación le llama la atención.

     

    -Decime Paco: ¿vos conocías a la madre? Yo pensé que no la tenía... ¡qué sé yo!

    -Es la primera vez que oigo referencia a ella... ¡y hace más de treinta años que lo conozco! A mí me había dicho que creció en el orfanato de ciudad Sorondo.

 

    No era para menos... su madre no podría haberlo criado de la manera que necesita un niño. Los compradores se retiraron y cruzaron miradas de fuego con el siguiente cliente. Éste pidió una cerveza y casualmente se sentó en la mesa lindera a la de Bragante. Declinaba la segunda mitad de la botella cuando un flash informativo le dio el pie.

 

    -Lo que faltaba... príncipe de dónde. ¡Habría que desenmascarar a este chanta!

    -¿Y usted sabe cómo? Respondió con otra pregunta el periodista en busca de una historia.

 

    La conversación entre ambos duró lo que duraran varias cervezas y varios emparedados de milanesa con lechuguita, tomate y salsa picante. Entre chimentos baratos e informaciones de demagógicos intentos de aplicar proyectos descabellados en supuesto beneficio de una comunidad que de ignorante pasaba a cómplice por acción u omisión. A la mañana siguiente Máximo y Antonio inspeccionaban, bajo la apariencia de un informe “para escribir la historia del pueblo”, los libros de registro de inscripciones y decesos de la parroquia del poblado del Coronel González Plata. Descubrieron varias cosas interesantes por decir: que la aldea tenía fecha de fundación varios siglos antes de la aparición de los pioneros europeos, que la parroquia había sido construida antes de que vivieran allí los ancestros de los habitantes actuales de la aldea, que para aquellos años ya se encontraba emplazado, frente a lo que después sería el ayuntamiento, un extraño espejo y que los pobladores diseminados por la meseta yerma peregrinaban allí antes de tomar decisiones trascendentales hecho por el cual allí se construyó la capilla, con el objeto de acercar a Dios a los infieles Celtas que transitaban en residencia semipermanente por la comarca, que el coronel G. Plata había anexado al reino estas tierras por eso en su honor el nombre de la aldea. Así mientras que hurgueteaban en la remota e incoherente historia y prehistoria de la comarca encontraron vestigios de la familia del alcalde. La inscripción databa del siglo XVIII. “apareció por estos lares una mujer guapa de antigua profesión que no supo describir su procedencia, a la que bauticé según los sacramentos de la Santa Iglesia y que dijo llamarse Josefina AntonioV” más adelante “parece descendiente de Hunos o similares tribus bárbaras” “como sea no es ni latina, ni ibérica, ni celta” y varias páginas más adelante se leía instaló una casa de citas cuatrocientos cincuenta varas al norte del espejo mítico siendo el año mil setecientos sesenta y uno de nuestro señor Jesucristo”

 

    Entusiasmados con la historia del lugar casi pasan por alto el pequeño detalle de la corrección grosera del escrito. En un documento del siglo dieciocho que ostentaba amarillentas hojas, y una escritura caligráfica en tinta china y de caracteres románicamente estilizados se hallaba un empaste de corrector en tinta blanca a la manera de papel líquido que resaltaba como una gigantesca luna en medio de una noche oscura y helada. Y sobre el empaste agregado a la letra original, con otro trazo y de color azul una “i” y una “V” grande apenas separada del resto del nombre. Tomaron copias fotográficas del manuscrito original a hurtadillas del abad quien les repitiera hasta el cansancio “los documentos son confidenciales”. Ambos, periodista y palo en la rueda, se miraron y sonrieron cómplices e irónicos. “Natura no da; Salamanca no presta”. Revisaron exhaustivamente los viejos libracos y sólo encontraron mujeres anotadas con ese nombre. El único varón había sido Gonzalo Yosevik “y anotamos este niño hijo de Antonia Antonov en los santos registros con el nombre de: Gonzalo por el presunto padre y Yosevik por el padre de Josefina, la primera Antonov en la comarca.”

 

    ¿Pero dónde estaría la madre del borrego? Era todavía una incógnita. Máximo recordó a “la Anta” la puta que había hecho debutar a casi todos los muchachos del pueblo y a sus padres. Ésta atendía en “Las Puertas Del Cielo” que quedaba frente a la ex estación del ferrocarril aproximadamente a cuatrocientos metros del ayuntamiento. ¡Imposible! ¿Podría ser que la desaparecida madre del alcalde fuera la madame del burdel? Algunas cositas empezaban a cerrar, por algo religiosamente todos los viernes (salvo error u omisión) Antonov entraba por Las Puertas Del Cielo anotaba algo de fiado en la barra, “pasaba para atrás” solito sin compañía de nadie y salía rato después un tanto emocionado y con aspecto más que desalineado; aniñado.

 

    Entre libracos y risotadas casi histéricas periodista y opositor perdieron la noción del tiempo. Comenzaba a ceder firmamento Febo a las oscuras fuerzas endemoniadas de la noche. Los ojos ya se negaban a proseguir “horas extra” fuera del convenio colectivo de trabajo. Y el cerebro imaginaba estímulos inexistentes. La sinestesia amedrentaba la razón y el cuerpo pedía reposo. Calambres en la cerviz, cefaleas, náuseas y permanente sensación de estar encandilados fueron dando la pauta a los estudiosos de que iba siendo hora de abandonar el recinto y descansar hasta mañana. Máximo amablemente invitó a Bragante a cenar en su casa. Llegaron y Carmela se lució en artes culinarias. Comieron a sus anchas y luego del café Sottocorno invitó al forastero al cabaret ante la sorpresa y disgusto de su esposa.

 

    –Me caés de sorpresa con gente a comer y encima te vas de putas- murmuró ofuscada la abnegada ama de casa. 

    –Nooo, pará que te cuento- y en breves minutos con no pocas palabras Máximo le contó a su mujer lo descubierto.

 

    Llegaron al burdel e ingresaron entre miradas de desconcierto y vos quién sos que le dedicaban los habitué. En la barra pidieron algo fuerte y esperaron pacientemente. A las cuatro y media, entre prolongados bostezos el lugareño reconoció la imagen de: “La Anta” y ésta se hallaba disponible luego de despedir a... ¿A SU HIJO? Se le acercaron y le preguntaron si podían hablar los tres. La puta vieja sonrió con malicia y los hizo pasar “al fondo” por un largo corredor que comunicaba con unas dependencias que parecían estar en otra casa. Allí encontraron una mesa, un par de sillas, un televisor y pocos adornos de muy mal gusto. Observaron a la mujer, evidentemente retirada del “servicio social”, desalineada y con un olor a ginebra que mareaba aún a metro y medio de distancia.

 

    - ¿Así que quieren fiestita?

 

    Y cuando por fin los miró de frente ya no hubo ni un mínimo resquicio por donde pudiese escaparse ni el menor hálito de la idea conceptual de una duda. Era el calco exacto, de mayor edad, más gorda y con apenas menos bigote. Le conversaron incoherencias, le enseñaron lo nuevo de la telefonía celular y la retrataron. Entre copa y copa le preguntaron si nunca se había propuesto ser madre.

 

    –Tuve un hijo... Gonzalo; pero ¿qué quieren ustedes, hablar o qué?

    -No, no. Nada ya nos vamos.

 

    A la mañana siguiente Carabineros y gendarmes daban vuelta por completo la casa de los Sottocorno sin testigos ni orden judicial. La misma imagen se repetiría en todos los hoteles de las localidades aledañas en busca del paradero de Antonio Bragante. A quien se lo acusaba de espionaje clasificado en desmedro del dignísimo ayuntamiento del Coronel González Plata.

 

*Once treinta de la misma mañana: Máximo Aurelio presentaba un recurso legal en la delegación de la fiscalía de Estado.

*Veinte horas: la televisión nacional difundía un ácido informe sobre la “mala sangre y dudosa genealogía del príncipe aldeano”.

 

    Los vecinos se escandalizaron en toda la comarca. Los simples ciudadanos sonreían al notar el parecido publicado en todos los periódicos que, por supuesto, se hacían eco del programa “Desembarco Aliado En Normandía”. Fue, sin duda, el tema del día.

miércoles, 27 de enero de 2021

El plan

     Sottocorno fue invitado por el “gordo” Renguetti a una reunión en la capital de la comunidad regional con el propósito de delinear los objetivos de un nuevo partido. Una vez allí Máximo se enteró con cierto desagrado que la idea era impulsar una alianza entre el nuevo partido y la Unidad Civil. Él nunca había coincidido con Antonov ni con ninguno de los suyos. Comentó a los integrantes de la asamblea que a pesar de estar en desacuerdo por varias razones veía positivo el hecho de poder intervenir desde adentro y así evitar actos demagógicos como los que se habían observado de mano de Antonov y del superintendente. Igualmente la presidenta de la asamblea general y fundadora del partido aclaró que ella había firmado la alianza en el ámbito regional pero que no obstante cada comarca tenía la libertad de plegarse o no. Que las alianzas comarcales eran resorte de cada uno de los integrantes de la mesa en el ámbito local. Sottocorno aclaró que él no estaba dispuesto a firmar alianza alguna mientras que Antonov mantuviese sin enmiendas la aberrante situación del plan de viviendas que le perjudicaba en lo personal y que además era prueba más que tangible de los desmanejos comarcales de este señor. El “gordo” Renguetti apoyó la posición de Máximo y los delegados zonales también.

- Mirá querida- alardeó Renguetti -si no arreglamos lo de las casas... en González Plata no se firma nada.

-Chicos... -respondió complaciente la presidenta de la asamblea- ustedes verán qué negocian, qué piden y qué dan.

-Esto es así: yo no avalo la corrupción! ¿Entendes?- espetó Máximo- a lo sumo si prefieren doy un paso al costado y sigan ustedes.

-No, Máximo. Queremos contar con vos. No te preocupes... si no solucionamos las cosas como corresponde “lo hago retar por el superintendente de la comunidad regional”. Además le voy a decir que cómo me va a dejar afuera del plan a un compañero. Todos sabemos cómo se dirimen estas cuestiones. Yo lo llamo el lunes a primera hora... y después hablo con vos.

Renguetti y Sotocorno se miraron complacidos ante la alocución de la presidenta de la asamblea. Renguetti repitió: -si no arreglan lo de tu casa, no firmamos.

De regreso por los interminables caminos que separaban la capital regional del último poblado del reino se planteó la necesidad de realizar una reunión “con los muchachos”. –Mirá- dijo el gordo- van a tener que aceptar.

-No sé- comentó Máximo- hay que hacer la reunión y plantear el asunto. No vaya a ser que firmes un acuerdo y nadie te apoye... era la idea presentar una oposición creíble contra Antonov y si ahora le salís con otra cosa... si no quieren no te van a seguir.

-Van a hacer lo que yo les diga- levantó la voz Renguetti.

- Hay que hacer la reunión y ver primero qué opina la gente... de última no firmamos nada... y listo.

-Máximo: ¿vamos a trabar discusión como aquella vez? No llegaremos a nada.

-Ya me conocés Renguetti. Las cosas como corresponden o nada.

 

Menudo revuelo causó entre los vecinos de la aldea la aparición en el diario de la carta de Máximo. Y no era para menos, varios eran los que coincidían con todos y cada uno de los conceptos allí vertidos. Ya de mañana, en la calle principal de la aldea varios ciudadanos habían hecho saber a Sottocorno que apoyaban lo que allí se expresaba. Ése mismo día, cerca del mediodía Antonov recibió en su despacho al ciudadano disconforme.

Máximo ingresó en la antesala del despacho y fue recibido a regañadientes por la secretaria Blanca Maravillas. Pidió audiencia.

-Mire, Sotocorno- y pronunció el apellido como mordiendo cada una de las letras con el que estaba escrito.- no sé si Gonzalo lo podrá atender. Usted no tiene audiencia solicitada- y por poco, al pronunciar las palabras, se fractura el maxilar del odio con que articulaba.

-Por favor, avísele que estoy. Es verdad que no pedí audiencia previamente; pero sé que él me espera.

Al ingresar por la puerta delantera del ayuntamiento había notado el impacto causado por la publicación de la carta de lectores. La secretaria de ingreso le sonrió casi con vergüenza, en la oficina de catastro lo taladraron como a un hereje, los funcionarios de obras públicas le dedicaron una mirada de desprecio y posteriormente le dieron vuelta la cara. Mientras que la señorita Maravillas, de ser posible lo hubiera ajusticiado con sus propias e inútiles manos, allí mismo y en ese mismito instante.

Al momento de ser anunciado Máximo y Gonzalo estrecharon sus manos, sólo por protocolo. El aspecto de Antonov era terrible: sus ojos altamente vidriosos, sus manos sudadas, su cabello que daba la impresión de haber sido secado al viento por el efecto del desplazamiento sobre una motocicleta de madrugada y a excesiva velocidad. Su aspecto general inquieto como conejo luego de una persecución de galgos, o como saliendo de una terrible carga de cemento, o cal... de la buena. Ambos se apostaron a sendos lados del escritorio.

-Leí tu carta... No es tan así.- y ese “tan” retumbó en los oídos de Sottocorno como la picota sobre la cabeza de un condenado. Hijo de puta (pensó) si no es “tan así” quiere decir que sí lo es.- Además no sé quien puso ese listado allí. No sabés el mal que me causa eso justo ahora que se vienen las elecciones. Yo hubiera preferido que no apareciera.

- Y si no sabés vos quien los puso... Apareció precisamente por las elecciones... para captar votos... pasa que no esperaban mi reacción... y ahora es tarde. Mirá Gonzalo: como allí reza hay cuestiones que no me cierran. ¡No me jodas! Nos conocemos quienes somos y cuanto calza cada uno! Acá hay mal olor y yo no me lo banco. En ese listado hay gente que no debería estar.

-Si ya tuve quejas por la inclusión del Malavida; pero...

- No pará, no te cuestiono su presencia en la lista, es un trabajador y yo sé que el tipo se levantaba a las seis de la mañana para salir con el camión.

-Sí; pero me han cuestionado porque tiene los camiones, su casa, la casa de su madre, la otra casita que está construyendo, los dos automóviles franceses nuevitos...

A todo esto Máximo sabía que había aun más cosas; pero se limitó a escuchar las enumeraciones del alcalde que sólo justificaban lo acertado de la carta. Pensaba para sí “hijo de puta, hijo de mil putas; si sabés todo esto que estás diciendo quiere decir que nunca fuiste inocente al acomodo denunciado. ¿Cómo mierda una vez más te burlaste de la gente?”

- No es como dice tu carta que plan amigo, plan amigo dos... así fue, en todo caso el plan del sindicato de empleados- intentó Antonov y fue interrumpido por Sottocorno.

-¡Y a mí qué me interesa el sindicato de qué! Ustedes son mis representantes... ustedes una vez más traicionaron al pueblo... ¿o hay que ser afiliado para que te toque en suerte una casa? Ya la otra vez me dejaron afuera. Quise reclamar y mis papeles ni siquiera fueron enviados al instituto de vivienda.

-No pero... esta vez fue diferente

-¿Diferente a qué? Si tanto te ofendió la carta demostráme que estoy equivocado... y te pido disculpas públicas, si es necesario. Esto que hicieron fue una chanchada, lo peor de la corrupción porque jugaron con la ilusión de la gente.

-¿Sabés qué pasa Máximo? Acá es siempre igual: dos se quejan, todos dicen que me quieren pegar o colgar en la plaza pero nadie nunca hace nada. El único que movió un pelo haciendo algo de ruido fuiste vos. Además nosotros no tuvimos nada que ver con la confección de las listas. ¿O te pensás que a mí no me da por las pelotas que esta piquetera de mierda (por Madre Grimaldi) me venga a incendiar cubiertas día por medio frente al ayuntamiento?

-¡Claro! ¡Y para que no te joda le entregás una casa que no te va a pagar y que no puede nunca haber justificado esos ingresos. ¡Si cobra un subsidio! ¿En qué quedamos?

-Nooo. Ojo que le subsidio no se lo da el ayuntamiento... lo recibe a través de una institución sindical...

-¿Y qué? ¿Jugaron al inocente? Todos sabemos que cobra subsidio por desempleo... las listas están todos los meses en la cartelera municipal a la vista de todo el pueblo ¿y qué? ¿Ustedes no lo sabían?

-Sí pero no-se-lo-da-mos-no-so-tros.

-No querés entender ¿o me tomás por qué? Si cobra subsidio se cae de maduro que no puede acreditar el ingreso mínimo. Mirá Gonzalo esto tiene dos maneras de solucionarse: o políticamente o en la justicia.

- Entendéme que no puedo echar a nadie para darte el lugar a vos. ¡Se me viene el mundo encima! ¿Cómo hago?

-No... pará que yo no soy como ustedes. La solución política es que voltees a los “colgados” y así de manera natural subimos en la lista los que quedamos fuera por la chanchada que se mandaron. Si vos sabés que “colgados” hay como veinte-. Mientras decía esto Máximo se ponía de pie y Antonov lo acompañaba hasta la puerta del despacho. Se saludaron nuevamente de mano a pesar de la repulsión que esto causaba a ambos. Finalmente por congraciarse Antonov la terminó de embarrar:

- Mirá... lo único que puedo ofrecerte es, si se cae uno del plan de sindicato... ahí sí te puedo acomodar. Ahí es distinto.

-No gracias. ¿Qué? ¿Me vas a acomodar justo a mí? No. Acomodá a uno de tus falderos. Además. A mí me corresponde lugar en el plan. Me co-rres-pon-de. No quiero que me acomodes en ningún lugar. Quiero sólo lo que me corresponde legalmente... y por los años que llevo aquí.

-Yo te diría que te quedes tranquilo, que no hagas nada y te prometo... que casi seguro se caen algunos y vos entrás.

-No, no creo en promesas, menos tuyas... y por qué estás tan seguro que se caen y yo entro... estoy octavo suplente. Es mucho... salvo que sí tenga plena razón en lo del acomodo. Pagaron favores políticos con las casas ya sabiendo que algunos no calificaban-. Realizó un ademán de saludo con la cabeza- fijáte- y salió de la oficina.

Esa misma noche llamaron a la puerta de la casa de Sottocorno El criador de Dogos, el hijo del bancario, un empleado de “Cerdolin” y la maestra de cuarto grado. Fueron recibidos por Carmela. Una vez dentro, wishky mediante y luego de algunas banalidades de rigor, entraron en tema. La primera pedrada fue lanzada por el perrero:

-Te preguntarás el por qué de esta visita inesperada.

- Me imagino ¿tiene que ver con la publicación de la carta?

- Qué bronca me dio ver ese listado... escuchame: nosotros ni siquiera figuramos ¿te parece? Yo, escuchame: ¿cuánto hace que estás viviendo acá?

-Más de diez años.

-¡Claaaaro! Imaginate, yo nací acá. Estoy completamente de acuerdo con vos y con lo que publicaste en la carta. ¡A estos hijos de puta hay que pararlos! No sé. ¡Hay que hacer algo! ¡Esto no puede ser!

La conversación se extendió por varios minutos oficiando de interlocutores Máximo y el perrero más el agregado de los comentarios y acotaciones de porte menor por parte de los demás concurrentes. Quedaron de acuerdo en presentarse en la concejalía al día siguiente a lo que algunos de los presentes se excusaron por tener que trabajar en ese horario.

Al la mañana siguiente 10.25 Máximo Sottocorno llegó hasta la concejalía. Notó casi con inocente alegría que en el mural de acceso la palabra “Honorable” se hallaba casi por completo desdibujada. Ingresó por la puerta principal del recinto. Ahí adentro se hallaban Paola Tapia, la maestra Ingrid García, Mariela Tapia, el empleado de Cerdolín Pedro González y la señora del perrero Paula Sacco. Se saludaron y presentaron los que aún no se conocían. Comentaban, todavía con cierto decoro, la indecorosa actuación del ayuntamiento en éste, como en tantos otros asuntos, cuando se abrió la puerta del bunker y asomó Timoteo Cordones: - Máximo, pasá.

-Buen día- respondió Sottocorno- ellos vienen conmigo- y sin esperar respuesta alguna todos ingresaron “copando” la diminuta habitación que oficiaba de secretaría de la concejalía. Máximo se sentó en la silla que amablemente (o por reflejo) le ofreció Timoteo. Al instante quedó rodeado por las personas que le acompañaban. Se miraron con el desconcierto del ahora presidente y en un ademán digno de un director de orquesta Máximo señaló a sus acompañantes y éstos arremetieron verbalmente contra Timoteo expresándole su desprecio y toda clase de reproches respecto al plan.

Los concurrentes nombraban Preadjudicatarios y motivos por los cuales no deberían estar en la lista, El consejero se desentendía. Los concurrentes arremetían y sentenciaban:-¡Nos conocemos todos!

El consejero decía haber ido personalmente a la capital de la comunidad regional a buscar los listados porque el real instituto de la vivienda nunca los remitía. Los concurrentes retrucaban citando las palabras de Antonov que aseguraba que habían llegado por correo.

Los concurrentes cuestionaban el sistema de acreditación de puntajes. El consejero decía no tener ingerencia en el caso.

Máximo Sottocorno hizo referencia a uno de los pasajes de su carta. Timoteo Cordones respondió “ni haberla leído” -Sí me enteré; pero la verdad que ni la leí.

Los concurrentes acusaron de maniobras corruptas durante la selección de preadjudicatarios. –Mirá – respondió Cordones- lo que denunciás en tu carta..

-No denuncio, cuestiono.

-Bueno, es lo mismo.

-No. El concepto es diferente.

-Bueno, lo que denunciás o cuestionas en tu carta no es tan así.

-¿Cómo, no es que no la habías leído?

-No, no. No la leí pero cuando fui a verlo a Gonzalo me comentó más o menos. O sea... no es tan así como decís vos. (Luego se filtraría la información de que sí la habían leído juntos. Que Antonov tuvo un ataque de furia al leer la publicación de Sottocorno e inmediatamente llamó al flamante suplente de Dora Beata de la Cruz y rabiaron juntos un buen rato. Ahora que ya todo ha pasado, como mero observador de los sucesos acaecidos ¿no se daban cuenta de las permanentes contradicciones en las que incurrían? Además si no era tan así... es que algo había y, de eso, eran plenamente concientes.) La conversación languideció hasta pasadas las catorce horas. En un momento álgido de la discusión Timoteo quiso inclinar a su favor la desbalanceada balanza política prometiendo una promesa que una vez prometida, prometía ser herramienta en su contra ya que él juraba que ninguna casa se habría de entregar como cumplimiento de ningún tipo de promesa política.

-Tranquilícense. No hagan lío ahora y les prometo que en poco tiempo impulsaremos otro plan...

-Claro- interrumpió al unísono la voz de Máximo y de Paola Tapia- y de aquí a cinco o seis años otra vez quedamos afuera porque siempre hay a quien acomodar.

-Es una posibilidad- se entrometió Catalina Ballesta. Estaba por comenzar a fundamentar su feliz intento pero fue cortada en seco por Pedro:

-¡Perdón Catalina! ¿Vos qué hacés acá?

-Soy la secretaria...

-Disculpá. No te vinimos a ver a vos que sólo sos una simple empleada. Vinimos a presentar una queja a “nuestros representantes”. Vos no tenés nada que hacer.

-Bué. Yo sólo decía que era una posibilidad.

Y esto sorprendió porque todos en González Plata sabían que no era fácil bajo ningún concepto hacer callar a Catalina... menos aún si se trataba de defender a Antonov o al ayuntamiento de los cuales ella era algo más que hiperobsecuente. Timoteo había leído (porque lo escuchó en un programa de tevé) el príncipe; no había superado la mitad del primer capítulo. Pero algo le había quedado claro: dejar siempre la puerta abierta. En realidad él lo comentaba como estrategia política de Maquiavelo siendo que en confianza había comentado que alguien por allí le había dicho que Maquiavelo daba el consejo de no cerrar nunca una puerta en diplomacia.

-Denme unos días para revisar los papeles y ver qué puedo hacer. El martes que viene vengan por acá y... bueno... ahí veremos.

Los días fueron transcurriendo entre conciliábulos y felicitaciones cada vez por parte de más vecinos que comenzaban a demostrar su aversión por el perpetuo gobierno municipal. También entre miradas amenazantes surgidas del pequeño grupo de “colgados” que veían temblar la seguridad de su premio por las últimas elecciones. El jueves llega al grupo la información de que se realizaría una reunión general para determinar algunas cuestiones referentes al recupero del terreno y solares que ocuparía cada una de las viviendas.

Viernes a última hora, en el recinto municipal de “El centro cultural” (otrora casa de la cultura ahora políticamente en manos del ayuntamiento) Antonov preparaba el “garguero[1]” para el que sería su primer gran discurso rumbo a las nuevas elecciones y tal vez su ascenso ya a otra clase social puesto que dada la cantidad de años que mantenía el poder en la aldea deseaba asegurarse con un título nobiliario. Nada más lejos de la realidad. Flotando dentro de su propio entusiasmo no distinguió la presencia en la primera fila de Paola Tapia y su marido. Ni del perrero, ni de... ni de... sólo notó que la concurrencia era bastante superior a lo imaginado. Había en los fondos del recinto y a los costados de las sillas dispuestas mucha gente de pie. “¿Tantos eran?” pensó el alcalde. La ceremonia comenzó más como discurso barato de comité partidario que como correspondería un acto público a cargo de un representante de la función de gobierno.

-Queridos vecinos: ¡Buenas noches! Bueno... ustedes fueron los preadjudicados del plan. Y vamos a ponernos de acuerdo en la manera en que vamos a organizar el recupero de los solares que ocuparán las casitas... ¡No se preocupen que acá ustedes son 55 “vecinos” (y el muy cínico utilizó con astucia de orador la palabra vecino como para enaltecer el espíritu de los simples ciudadanos convocados de la misma manera que un conductor en infracción le prodiga el título de “oficial” o “jefe” al agente de tránsito que acaba de detenerlo por cruzar en rojo un semáforo estando ebrio y sin licencia para conducir) felices... mientras que los demás andan todos por ahí diciendo o publicando que ustedes son todos acomodados!- y la risotada blasfema sacudió a poco más de la mitad de la concurrencia. El resto frunció el ceño ya por lo impropio del comentario ya por saber que sí, más de la mitad de las preadjudicaciones era dudosa. Sottocorno ubicado en el ala norte del edificio mordió sus labios por no arremeter a los gritos. Pero sintió varias miradas, algunas amigas... otras inquisidoras que mejor hubieran deseado observarlo arder en aquella malograda hoguera de carnavalesca inquisición. Antonov luego de unas palabras huecas como chistes de comediante de cuarta cedió la palabra al Asesor legal. Éste dio detalles técnicos y contables de la operatoria y amenazó con desadjudicar a todo aquél que no cumpliera en rigor con el tiempo y la forma de pago. Uno de los calificados como suplente, en abierta alusión al “Colorados” preguntó qué pasaría si algún preadjudicado se divorciaba o estaba divorciado desde antes y no lo había declarado. A lo que Malaspina respondió con una broma diciendo que no había que tenerse tan mala fe que si habían vivido tanto tiempo juntos, no se vayan a separar justo ahora que iban a tener casa propia. La concurrencia volvió a festejar el chiste y se desoyó la protesta del ciudadano que no sentía respondido su cuestionamiento. Hora y media después el recinto comenzaba a desocuparse de preadjudicados y Gonzalito entonces se percató de la presencia de los mismos de siempre y de sus “otros” invitados.

Antonov se hallaba solo y en manos por poco de una horda. Paco y demás asesores habíanse esfumado dado la altura horaria excedente en más que varios minutos al horario estipulado por contrato. Juntó con temblorosas manos los papeles aún sobre el improvisado escritorio, cerró con llave su maletín y sonrisa mediante intentó salir rápidamente de la escena. El paso le fue cerrado por el Perrero: ¡Gonzalo disculpá! ¿Podemos hablar con vos? El alcalde detuvo un instante la marcha, alzó la mirada y se encontró rodeado por no menos de veinte personas que arremetieron contra él y sus acomodaditos pre adjudicatarios con toda clase de argumentos. Mas tarde se sabría que en su gran mayoría los argumentos constaban de exactitud quirúrgica.

- Que mirá el Colorados todos sabemos la historia. Que la Comecoqui, Que el Malavida es casi millonario, Que el Sr. Vallemar tiene un terreno del ayuntamiento, Que la empleada del “El Plateado”, Que éste... que aquél.

Sabiéndose sin argumento posible el alcalde recurrió a la argumentación falaz e intentó enumerar toooodas las grandes acciones de su gobierno: -Bueno... ustedes se quejan pero hay que ver dónde encuentran un alcalde que haga lo que yo- Que el agua potable, que las cloacas, que el loteo, que... Que todas cosas que sólo habían beneficiado a obsecuentes y afiliados.

En ese instante uno de los ciudadanos enarboló una silla y blandiéndola arremetió contra Antonov. Entre Máximo y el marido de Tapia lo detuvieron, situación que aprovechó el alcalde para evadir el cerco humano, saludar con un ademán y una sonrisa e irse.



[1] Argentinismo por garganta _ por extensión cuerdas vocales.