miércoles, 24 de febrero de 2021

Sin Lugar en el mapa...

 Los ánimos se venían caldeando en la aldea del coronel pionero. Se acercaban las elecciones de renovación parlamentaria que servirían para que el alcalde proyecte sus intenciones futuras y demuestre su peso político. En el reconocido programa de incisivo periodismo de investigación “Desembarco Aliado En Normandía” habían mostrado la foto de la Santísima madre del alcalde en paños menores. Varios vecinos habían comenzado a atar cabos sueltos. Ya se comentaba, en la aldea toda, acerca de la existencia y profesión de la madre de Gonzalo. No podía decirse que el alcalde les había mentido; pero sí que había omitido, alguna que otra vez y en algún que otro asunto, información. Esto desagradaba sobremanera a los Vecinos de la aldea... y de toda la comarca.

Antonov se preguntaba cómo era posible que no hubieran descubierto la adulteración del documento. “Un trabajo bien hecho” pensó. Trazó las últimas estrategias para su tercera re-re-reelección. Estaba convencido que el “arreglo” con el abogado “de esos gilipollas de siempre” había enfriado como la última glaciación el asunto ese de cuestionarle el plan. Con todos esos votos asegurados, eliminada la oposición real y, comprada la oficial, sólo le quedaba quitarse de encima a los del nuevo partido. Ése partiducho que en las últimas elecciones había impedido que él se quedase con el 75 % del electorado. Si el porcentaje era superior al 80% podía reclamar, por lo menos... juramento mediante: un marquesado. Una vez hidalgo ¡qué se cuide el Rey! Si para él, bárbaro y subdesarrollado por convicción ¿qué era un mísero juramento?

Durante estas semanas ocurrió algo sumamente inaudito. Sí, peor de lo que nadie pudiera explicar: Antonov habló bien de Máximo Aurelio. Sí, y fue con la presidenta de la asamblea general del nuevo partido. La idea era, en aras de impulsar una alianza, sonsacar toda la información posible. Cualquier cristiano ni lo hubiera pensado; pero Gonzalito Antonov descubrió la veta oculta y despertó la fiebre del oro. Y un Judas siempre listo para crucificar a algún pobre Cristo,  por cuarenta míseros dinares. Fue así como el alcalde y quien en la pasada elección se llenara la boca diciendo que era un corrupto al que había que destronar se reunieron y firmaron la alianza.

-¿Y qué haremos con Sottocorno? Está muy empecinado en que quiere su casa. El problema fue que levantó la perdiz; si no se la daba... por unos votos.

-No te preocupes Gonzalo, para cuando le diga que ya firmamos va a ser tarde. Es un hombre de palabra y si hay un compromiso... – Esta conversación se suscitó luego de que Antonov le diera a “Renguetti” mil setecientos reales y ochenta bolsas de mercadería y comestibles para repartir por ahí. Entre sus adeptos, a cambio de los sufragios. Es inaudito pensar que con meras palabras se manipularía la voluntad de Máximo. O lo creían muy tonto o, evidentemente fueron tontos quienes lo creyeron. El descrédito perpetuo por mil setecientos reales. El gordo “Renguetti” percibía un haber mensual de mil novecientos reales más ticket. Sin duda fue algo así como los cuarenta dinares del pobre Judas. Sólo que ahora no habría higuera que redima al traidor.

Llegó el sábado. Faltaban sólo 15 días para los comicios de renovación parlamentaria y “Renguetti” llamó a Máximo y otros tantos a una reunión.

-¡Por fin! -llegó diciendo Sottocorno- ¿cuando vamos?- era seguro que necesitando los sufragios a su favor el alcalde arreglaría las desprolijidades del plan.

Algunos de los afiliados y adeptos al nuevo partido habían ya expresado su disconformidad respecto de la alianza. Había resultado como Máximo suponía: ¿de oposición a oficialismo? No, nunca. El gordo calmaba las aguas diciendo: 

-Ya veremos cuando llegue Sottocorno, verán que él sí está de acuerdo y ¿quién más opositor que él? Si apoya la alianza será por algo... no sean brutos. ¡Síganme!- Recibió a Máximo con un discurso acerca de lo precipitado de su carta y sus acciones. Y de que esto no ayudaba a la alianza.

-¿Qué te pasa Renguetti?

-Es que me cansé de ser oposición.

-¡Mentira! ¿Me estás jodiendo?

-No boludo... es en serio. Tenés que pensar mejor las cosas. No te precipités, ahora hacemos la campaña y para el próximo plan... tenés tu casa casi de seguro.

-¡Hijo de puta! ¿Qué, ya firmaste?- no hizo falta oír la respuesta. Los ojos de “Renguetti” lo decían todo. – Me cagaste... esto es traición ¿y qué le dijiste a la gente? ¿Le hablaste?¿Le consultaste o qué te creíste?

-Estaba esperando que llegues vos y los convenzas... mucho no les gustó. Heredia me dijo que tendría que haber preguntado... Acá el que manda soy yo. Y al que no le guste...

-Caíste boludo... caíste como el peor. ¿Cuánto te dieron Judas? ¿Te das cuenta en la que te metiste? A mí... con esto de las casas, me sirvió para darme real cuenta de lo que son. Es más si se arreglaba te iba a comentar que tampoco firmaba. Yo con corruptos no. Nada.

-Igual. Ya firmé... ahora es tarde, tenemos que trabajar en la campaña. Me comprometí y vos estabas en el paquete.

-¿A vos quién te dijo que podías firmar en mi nombre?

-Yo soy el jefe...

-¿Qué?¿El jefe de quién? No querido... lo lamento yo me abro- A todo esto Heredia estaba ahí y expresó nuevamente su descontento:

-No sé quien te va a apoyar, Renguetti. Tendrías que haber consultado con la gente antes de firmar una alianza con el enemigo.

-Mirá- prosiguió Máximo Sottocorno- me abro, llamo a la presidenta del partido y le informo... con agachadas no. Es más: sabé que te voy a trabajar en contra.

-¿Y ahora qué hago?- murmuró “Renguetti”.

-No sé hermano... Fijáte- y pudo verse los ojos del gordo “Renguetti” que ya se estaba gastando los cuarenta dinares en remedios para la úlcera. O en flores de exequias

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