miércoles, 10 de febrero de 2021

El Plan

    Ya muchas cosas iban haciendo de lastre a la nave tripulada por Antonov. Había que estudiar bien la situación para que así no se destapara la olla y no se estropeara “el plan” la sensación en la aldea era la del cántaro lleno hasta el borde. En cualquier momento comenzaba a chorrear y luego del goteo el derramamiento de líquido sería incesante y cada vez mayor. El plan consistía en lograr un mayor porcentaje de votos para lograr una nueva reelección. Ya que había sido la idea de Antonov perpetuarse en el poder aldeano y más aún: él aspiraba a la corona. Si no era por convencimiento de sus pares sería demagógicamente, es decir de manera brutal pero con cierto apoyo popular. La perpetuidad (dada la cantidad de décadas que llevaba en el poder) le acercaba peligrosamente a su objetivo. Fantaseaba con una asunción al estilo Duce, Fiurer o Generalísimo. Si lograba el incondicional apoyo de gran parte de la comarca... reclamaría algún título. Era entonces menester ineludible lograr que “el Plan” de viviendas fuera entregado sin problemas. Así se mantendría tranquila la tropa... y la propaganda.

 

    Los mismos de siempre no estaban dispuestos a claudicar y seguirían causándole severas inflamaciones testiculares al alcalde. Decidieron entonces seguir la vía política para arreglar el asunto, si al fin y al cabo hablando la gente se entiende. Pidieron entonces la palabra para la sesión de la la concejalía municipal. Pero les fue negada con el peor de los argumentos:

 

    -¡Hay Máximo... no sé si se puede pedir la palabra en la sesión de la concejalía! Mejor lo consulto con el abogado... por las dudas.

    -Catalina... no jodas... ¿acaso no dabas clases de educación cívica en el colegio secundario?

    -¿Qué tiene que ver?

    -¿Qué enseñabas? El ciudadano puede presentarse en las sesiones. Tiene derecho de voz; pero no de voto.

    -No lo sé- respondió la secretaria de la concejalía municipal que si no lo había aprendido en la escuela debería saberlo por su función... ¿o qué quería lograr? -Igualmente habría que preguntarle a Timoteo si te quiere recibir... ahora él es el presidente.

    -Mirá, esto es así: o me reciben en la sesión y me escuchan lo que tengo para decir o me presento con veinte vecinos y te copo el salón... ¿y qué... me van a echar con carabineros y gendarmes? ¡Já! ¡Si son cuatro en la aldea! Además recordá que en veces anteriores ya lo hemos hecho.

   - Bueno. No sé voy a preguntar. Venite a las 13.00 hs. que comenzamos a sesionar.- E inmediatamente Catalina telefoneó a Paco Malspina quien le dijo que mejor que lo reciban y escuchen así se evitaba una escándalo. Y de paso que se informe acerca del funcionamiento del ayuntamiento y concejalía si quería seguir en ese puesto.

 

    Sottocorno abandonó el edificio demostrando más fastidio del que realmente tenía (la psicóloga tenía algo de razón en eso del histrionismo) en la puerta se encontró con el consejero por la oposición Taciturno Devoto y con el consejero por el oficialismo Esteban Calandria. Les comentó lo sucedido con la secretaria. Les informó sobre la presentación a viva voz que iba a realizar por el tema de las casas. Ambos le comentaron que habían leído la carta y que coincidían en gran parte con él. Entonces Máximo cambió su discurso y les dijo que en realidad no sabía si asistiría a la reunión porque si “sus representantes” estaban enterados de que había un ciudadano disconforme y miraban para otro lado era inútil asistir a la reunión y todo diálogo. Ambos consejeros municipales trataron de convencerlo de que sí fuera, que por favor, que plantee el tema a ver qué se podía hacer. Máximo Sottocorno se dejó convencer puesto que esto de “mejor no voy nada” era una chicana para observar la reacción de los miembros de la concejalía. Como quien diría para medir los bueyes.

 

    A la hora señalada se presentaron en la sesión los mismos de siempre. Obviamente Timoteo se hizo el desentendido y puso cara de “y estos que harán aquí y ahora”. Máximo clavó su mirada contra el ventanal del búnker y se acomodó el cabello. Catalina Ballesta comenzó a leer el orden del día ignorando deliberadamente la presencia de los ciudadanos “linda representatividad demagocracia” pensó Máximo. Simuló una pequeña carraspera y se preparó para interrumpir “a viva voz” cuando “sobre tablas” el consejero Taciturno Devoto propuso prestar, antes que nada, atención a los ciudadanos allí presentes – ¿O no se dio por enterado el señor presidente de la presencia de público en la sesión?- y atender cuál era la inquietud de los presentes.

 

    -No, no. Sí, sí. Esteeee. Claro que sí noté que estaban los ciudadanos; pero no sabía que traían una inquietud. A mí no me dijeron nada. O sea. 

 

    En ese instante los tres consejeros restantes taladraron a la secretaria quien pidió disculpas y explicó que pensaba informar a la presidencia del pedido de palabra de Sottocorno y los mismos de siempre luego de dar lectura del orden del día. “Pueblo chico, infierno grande... ésa es la pura verdad” nos conocemos y la intención era pasarlo por alto “a ver si se anima ahora a interrumpir a viva voz”.

 

    Formalismos mediante y abultado sofisma protocolar con el único objeto de fastidiar a los consejeros precedieron la alocución de Máximo Aurelio. Media hora después comenzó a explayarse en argumentos y contra argumentos explicando lo expresado en la resolución general y publicado oportunamente en el bando convocante a la inscripción para las 55 ½ viviendas en González Plata. Cada uno de los cuestionamientos fue sistemáticamente negado por el presidente. Negando incluso la letra del bando oficial. Los demás, y el mismo presidente ignoraban en realidad el contenido de la resolución general.

 

    -Mirá Máximo, en cuanto a tus acusaciones, en la carta de lectores- dijo Timoteo; pero fue interrumpido por su interlocutor.

    -Primero: yo no acusé. Lo mío son cuestionamientos. Segundo: ¿no era que no te habías molestado en leerla?

 

    La conversación fue subiendo de tono, física y semánticamente. En un momento el consejero por el partido popular, Rubén Aceituno, golpeó con las carpetas sobre las tablas de la “mesa redonda” y con voz potente exclamó: 

    - ¿Saben qué pasa muchachos? ¡Acá si uno no es afiliado a la Unidad Civil u obsecuente del alcalde no es nadie: no recibe subsidios, no te dan terreno, no te habilitan el gimnasio y te dejan afuera del plan! ¡Esto es lo mismo que pasó siempre; sólo que ahora ustedes reclamaron! Yo pregunto: ¿quién recibió los papeles de inscripción?¿Quién controló que la documentación entregada fuera verídica?¿Quién realizó las visitas sociales? Cuando a mí me entregaron la casa de plan en la que vivo, dicho sea de paso que también tuve que pelear por ella, vinieron tres veces las asistentes sociales a donde vivía. ¿Y ahora qué? ¿Nadie controló nada?

    -No sé- dijo Timoteo Cordones- al fin y al cabo... no es mi función controlar ni recibir reclamos. Es sólo resorte del ejecutivo.

    -Ah! ¿Qué no es tu función? ¿Y a título de qué cobras el sueldo que cobrás?- gritaron casi al unísono consejeros de la oposición y público presente.

 

    Luego de horas de debates y de estancarse en callejones sin salida, chicanas y ciénagas inextricables de sofismas y agachadas Cordones se lanzó a la patriada del prometer lo que de antemano todos sabíamos que no cumpliría.

    -Miren: yo soy nuevo en esto. Y quiero cambiarle la cara a la política. Yo me voy a asesorar, voy a ver qué pasa, como fueron hechas las cosas y voy a buscar una solución; pero no creo que sea como ustedes dicen. Están enojados porque no les tocó a ustedes. Yo igual veré qué puedo hacer.

    -¡Ojalá Timo, ojalá! Si me demostrás que estoy equivocado me dejo de “jorobar” y... es más. Te pido disculpas públicas. A vos y a quien corresponda.

    - Yo te voy a demostrar que estás equivocado y que acá no hubo ninguna mano negra, ningún acomodo.

 

    Seguían pasando los días y no había ni noticias. El listado en cartelera municipal seguía inamovible. Por lo tanto “los mismos de siempre” comenzaron a hacer lo mismo que hacían siempre. En esta ocasión se entrevistaron con un abogado de ciudad Sorondo para urdir una estratagema. Se presentarían frente al alcalde patrocinados por otro abogado. La intención aunque no clara para varios de los implicados era bien cristalina para el letrado. El ayuntamiento cargaría contra el patrocinante de los disconformes, ya sea por acción (apriete) o por convencimiento (soborno). Esto abriría el juego dejando la cancha libre para que el verdadero abogado pueda actuar y así lo hicieron. Visitaron un estudio jurista, plantearon la situación y entregaron copia de resoluciones, listados de preadjudicatarios, listados de tenedores de loteos y terrenos, resaltaron cada inciso de las resoluciones en los cuales basaban su protesta y acordaron fecha para una visita “social” al alcalde. La idea del abogado “señuelo” era mediar y así evitar el engorroso trámite judicial que, en realidad, no le convendría a nadie puesto que si bien Máximo ya había quedado afuera del plan, estos procesos suelen durar entre cuatro y cinco años por lo menos ya que como sabemos las monarquías, parlamentarias o no, siempre adolecieron de una burocracia más que dantesca. Esto supondría que los preadjudicatarios  “colgados” se quedarían sin la casita del plan durante todo ese lapso; pero también se verían perjudicados los ciudadanos a quienes realmente sí les correspondía y que les había –por milagro- tocado en suerte.

 

    Cuando se presentaron en el ayuntamiento la secretaria del alcalde atendió con una sonrisa extraña a Sottocorno. Llegado el momento le indicó que pasara. Menuda sorpresa al ver que a la orden ingresaban “los mismos de siempre” más un hombre de traje y maletín, serio como una tapia. Se acomodaron como pudieron en el despacho y comenzó la parodia. Antonov llamó inmediatamente al asesor legal (Malaspina). Éste al ingresar saludó extrañamente al otro abogado. El alcalde se mostró casi ofendido por la presentación. El abogado patrocinante echó en cara algunas “desprolijidades” Paco retrucó con algunas barbaridades tales como “la resolución se cambió tres días después de la inscripción” “al Sr. Vallemar ya le informamos que se cae porque ocultó información sobre su terreno” “de ese terreno somos aún dueños en el ayuntamiento porque lo está pagando, así que es imposible que lo haya vendido, estaría en infracción” “ya hay algunos que se cayeron” “Madre Grimaldi puede justificar los reales de ingreso y cobrar subsidio porque no hay que discriminar. Además seguro que se cae porque no creo que pague el solar” y etc. Etc. Etc. Al finalizar la reunión llamó mucho la atención de los mismos de siempre la tibieza del abogado. Cómo aceptó las falacias de Malaspina y Antonov. En fin: todo para nada.

 

    El capote estaba en el piso... ahora cuando el toro embista confiado sabrá lo que es el frío metal del sable. Y luego... sangre taurina regando la plaza. Y el pueblo reunido, lejos del luto, sólo gritará: 

 

    -¡Oooóole!

No hay comentarios.:

Publicar un comentario