Hacía ya varios meses desde que se había hecho rodar la noticia de la intervención de la Real Casa De Justicia en el asunto de “el plan” de viviendas para González Plata. Ya los trabajos se habían interrumpido y oficiales de la guardia real ostentaban sus armas a aquellos que intentaban acercarse a los obradores. Las casitas ya casi por completo concluidas en su construcción comenzaban a demostrar signos de abandono tales como: basura en los patios y cercos, incipientes matas de yuyos, telas de araña, mantos de polvo sobre los techos y en los extremos de las aberturas y alguna que otra incluso rajaduras. Había sido en su planificación un hermoso barrio, con amplias veredas de doble arbolado, casas iguales pero en las esquinas la caída de los techos era en sentido opuesto lo que evitaba el aspecto de simetría absoluta que suelen tener los barrios de operatoria. Las casitas, pequeñas sí, pintadas de colores diversos y vivos. Pero ahora parecía un barrio fantasma. Al principio, cuando llegara la orden judicial, mantenían de noche las farolas iluminando las calles, despertando la ansiedad y la esperanza de los ciudadanos que las pretendían, que las necesitaban. Y también de aquellos que sin merecerlas ni necesitarlas pretendían lucrar mediante el cobro de alquiler a algún pobre infeliz que la había pretendido como propia. Esto último ya había sucedido en González Plata.
Cada vez era más fuerte el comentario de “el barrio fantasma de Antonov”. Cuando por las noches se comenzó a apagar las farolas el lugar comenzó a tomar un aspecto espectral y ya los niños y las mujeres preferían no pasar por allí cerca. Los vecinos murmuraban haberse sentido estafados en su “buena fe” por el pretendido príncipe aldeano.
- Nos mintió desde siempre, al final: ¡linda frutita
resultó!
Los meses corrían como hoplita en Maratón: pesados, recargados, y ya sin aire ni fuerza. Un periodista de la televisión local preguntó al fiscal encargado de llevar adelante la investigación si demoraía mucho la entrega de las viviendas puesto que “la gente las estaba esperando”.
-Bueno: mire mi amigo- respondió el fiscal- Aquí hubo más que desprolijidades. Se jugó con el sentimiento de la gente que necesitaba vivienda, se manipularon recursos de la corona, se aceptó como auténtica documentación que parecía hecha por un niño de primaria, se legisló una resolución que el mismo ejecutivo se negó a leer y aplicar. En fin: hay motivo suficiente para que intervenga la justicia. Que la gente la está esperando habría que haberlo pensado antes. ¡Antes de hacer tanta chanchada hombre! ¿Qué? ¿¡Ahora me van a culpar a mí por la no entrega de las casitas!? ¡Hay que buscar a los verdaderos responsables, a los que hicieron mal las cosas y a los que sabiendo que no les correspondía buscaron acomodarse sin pensar en los demás!
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