Frente al ayuntamiento por causas que no se han podido establecer,
existía un enorme espejo del cual nadie sabía su origen ni quién lo había
instalado allí. Algunos vecinos culpaban a la oposición, otros decían que era
producto de algún antiguo maleficio Visigodo. Lo cierto es que por algún
misterioso embrujo el espejo (que no era precisamente el de Blancanieves) no
hacía otra cosa que reflejar, puertas afuera, los más oscuros perfiles de los
mandatarios, notarios y agentes del ayuntamiento. Este malicioso espejo había
dado señales oscuras acerca del plan de viviendas impulsado por el alcalde en
aquellos lejanos días de la tercera re, re-reelección de su excelencia don
Gonzalo Yosevik Antonov. Fue por aquellos años en que los opositores fusilaron
al gordo Renguetti por tranza y luego con su sangre pigmentaron la cal con la
que pintaron el quincho del club de caza y pesca dándole un hermoso aspecto de
estancia colonial.
No ajeno al déficit habitacional generado por el crecimiento de la
aldea, el alcalde, previo censo y análisis minucioso del equilibrio electoral,
promulgó el llamado a inscripción. El mismo rezaba de la siguiente manera:
“El dignísimo ayuntamiento del Coronel González Plata en la honorabilísima
figura de su Santidad el alcalde Sir Gonzalo Yosevik Antonov convoca a la
inscripción de aspirantes a pre- preadjuducatarios al plan 55 viviendas y 1/2 para González
plata. Se exigirán de modo excluyente los siguientes requisitos previos a la
inscripción:
- El
titular de la inscripción en todos los casos debe ser el jefe de familia del
grupo familiar que se postula.
- Constituir
un grupo familiar.
- No
poseer propiedad inmueble, loteo social del ayuntamiento, u otras operatorias
de viviendas cedidas o vendidas por la casa real o alcaldía o ayuntamiento
correspondientemente.
- Ser
mayor de 21 años, menor emancipado o difunto pero habilitado para sufragar.
- Acreditar
ingresos dentro del grupo familiar de 1.154 reales con 36 centavos y medio.
- Ser
nativo del reino y acreditar una residencia ininterrumpida con más de tres años
en el páramo. Extranjeros y tercermundistas residencia ininterrumpida de más de
diez años.
- Los
adjudicatarios al momento de la adjudicación deberán abonar a este ayuntamiento
el costo nominal del solar destinado a la construcción de la vivienda hasta en
12 cuotas.
Luego de la convocatoria la asistencia de los
pobladores fue masiva, contando entre la misma a numerosos vecinos y ciudadanos
comunes. Más de lo esperado. Se suponía por la convocatoria que la operatoria
iba dirigida a pobladores de medianos ingresos; aún así se presentaron muchos
vecinos, con cara de inocentes, escondiendo so capa los ostentosos anillos con
los que refregaban su status ante la plebe casi a diario. Pudo verse entre los
vecinos al empresario Malavida quien era dueño de una “flota” de camiones que
trabajaban en la industria, y de un ostensible parque automotor compuesto casi
en su totalidad por modernos automóviles franceses. Dichas flotas atracaban en
sendos puertos (chalet, casa, palacete en construcción, etc.). También cayó
mendigando vivienda el Aburguesado Martell quien se había mostrado en el
desfile aniversario a bordo de su flamante automóvil importado y quien a su vez
era propietario de diversos comercios de indumentaria textil en la aldea y en
poblados aledaños. Se encontraban inscriptos en la operatoria: la mitad de los
empleados del alcalde, las dos terceras partes de los empleados de la
concejalía, algunos carabineros y gendarmes; "Madre", conocida así por ser madre
soltera del 45 %
de los niños de la escuela municipal; Las visitadoras sociales del
ayuntamiento, el hijo de una amiga; los maestros, las dos enfermeras, el
mecánico, Noelia Comecoqui (la amante
del marido de la presidenta del “Club de Damas pro Antonov for ever”), el dueño
de los solares comprados en dudoso acto administrativo para construir el plan
habitacional, el ex amante de la ex primera dama. El párroco pedófilo y el
pastor alcohólico de la iglesia Dio’ es amor y... salú entre otros
tantos ciudadanos comunes. Eran aproximadamente 130 entre inscriptos y
decorosamente “prendidos”.
Semejante desborde presentaba un conflicto ante
el alcalde; cómo organizar para dejar a todos sus vecinos adentro y que los
comunes no se quejaran. Estas estratagemas habían sido aplicadas con
anterioridad en otras operatorias. Y si algún ciudadano emitía alguna queja era
inmediatamente acallada con discursos,
obsecuentes rumores o, en el peor de los casos, con algunos pesos. Por lo
general se convocaba a alguna asamblea donde luego de interminables discursos
en los que se hacía parecer que en dos meses de gestión se había realizado el
descubrimiento de la pólvora y la revolución tecnológica e industrial citando
detalladamente como si fuera obra reciente los pocos logros administrativos o
físicos de los treinta años de mandato celestial del alcalde.
Al común de los
ciudadanos comunes les gustaba este juego del mentime que me gusta. En una
relación un tanto sadomasoquista les gustaba sentirse vejados por un alcalde
demagogo que solía rayar con la corrupción. Maldecían a Dios y a María no tan
santísima como la misma madre del alcalde, luego iban a las urnas con el
sufragio en el bolsillo. Y otra vez maldecían porque el mismo alcalde ocuparía
por otro período el sillón principal del ayuntamiento. La verdad que para
quejarse eran mandados a hacer, como viejas de feria: Rumiaban, cotorreaban,
ladraban, chusmeaban y murmuraban del mismo modo en que se murmura un secreto a
voces en cualquier esquina. Pero se sentían “limpios” sabiendo que la cosa era
así y que no cambiaría. Ellos, arriba y nosotros abajo; Pero libres de todo
mal, limpios de culpa y cargo. Pilatos de aldea acusando a los fariseos de ser
verdugos del inocente candidato a la divina cruz.
El Opositor
No todos en González Plata eran tiernas ovejas. Existían opositores
oficiales de esos que salían a “pegar” en la radio y que luego “arreglaban” por
unos colchones o un puestito. Había algunos afiliados al Partido Popular, en
abierta contradicción al alcalde que pertenecía a un partido que sólo
sobrevivía en la región: el partido de la Unidad Civil; pero que algunos
sabíamos que tranzaban y recibían a cambio: materiales de construcción, becas
de estudio para sus hijos, o simplemente la gloria de saberse del bando ganador
ya que en los últimos treinta años el resultado electoral siempre inclinaba la
balanza para el mismo lado. Alguna que otra vez la duda sobrevolaba las mesas
electorales y nadie, ni el mismísimo diablo sabía cuál había sido el contenido
real de las urnas que viajaban repletas de sufragios con recibo, rumbo a la
capital del Estado. Los opositores solían, con habitualidad, ser más
oficialistas que el mismo Antonov, tal es la vez en que un candidato
misteriosamente perdió el interés y luego se le vio con un vehículo nuevo tras
un dudoso escrutinio.
Lo cierto que entre tanto opositor había uno que se destacaba por ser
opositor a todo. No estuvo de acuerdo cuando se asfaltaron los caminos rurales;
él prefería que se asfaltara el poblado. No le pareció bien cuando se intentó
instalar la guardería de residuos radiactivos, ni cuando se quiso secar el río.
Se opuso a la ordenanza de amputación de penes aviares. Se molestó con el
intento de clausura de la escuela agroindustrial, con la eliminación de las fiestas
patrias, con la reimplantación de la inquisición. Se quejó por el
desmantelamiento de la casa de la cultura, por el proyecto “dame un libro te
doy una birra” impulsado por la concejalía y presentó un recurso legal cuando
quisimos nombrar príncipe al alcalde para que así, en un mañana, Gonzalo
Yosevik Antonov pudiese aspirar a la corona. Se opuso también al cierre del
burdel. En fin un inconformista. El eterno disconforme, según la calificación
oficial, no había cacso que
le fuera bien. Máximo Aurelio Sottocorno: el eterno disconforme, palo en la
rueda, quinta pata, no me gusta, olfatito fino, pulcro, qué te creés, etc. eran
algunos de los calificativos con los que se dirigían a él los miembros de la
concejalía y del ayuntamiento. Con este tipejo no se podía arreglar, más terco
que una mula, inflexible, de los que prefieren no comer pero mantenerse en su
postura, según el I Ching “un búfalo de los que fijan el objetivo y embisten”,
capaz de morir por sus ideales. Había, en otros tiempos, forjado su espíritu en
las filas guerreras del “illañam” (el camino de la luz). Aún así este hombre
era más afecto a la pluma que a la espada; pero también era partidario del
lema: “Se Acaban Las Palabras Y Empiezan Los Tiros”. Lema que traía
hecho carne de sus años de “caminista”.
Mirror
Aquella mañana soleada, Sottocorno estaba mirando su perfil helénico en
todas las vidrieras del centro, como era su costumbre. Suspiraba de a ratos y
decía para sí: -Y... la culpa es de mamá!- mientras acariciaba su mentón
y seguía caminando hasta la próxima vidriera donde simulaba detener su atención
en las mercancías ostentadas por los comerciantes y de paso acomodaba su
flequillo y ensayaba alguna que otra expresión. Cierta vez una psicóloga lo
tildó de histriónico narcisista; pero el motivo real, según él, fue la rotunda
negativa a dejarse enamorar por ella. “No le llegaba ni a los talones.” En este
trámite se encontraba cuando pasó frente al espejo que se alzaba en la vereda
opuesta al ayuntamiento. No observó su perfil, ni tampoco pudo ver un claro
reflejo de lo que se tejía puertas adentro de los aposentos del alcalde. Pero
divisó un cielo tormentoso que le provocó un escalofrío como pocas veces había
sentido. Tal vez como un presagio de que algo terrible iría a suceder en el
corto plazo. Si bien no era un hombre de andar creyendo en supercherías sabía
que nada bueno solía reflejarse en aquél curioso espejo. Giró sobre sus talones
y perdió su mirada entre el techo del ayuntamiento y el cielo.
Recordó la
vez en que paseando por ese mismo lugar había visto reflejarse una cuna con las
palabras “Enola Gay” inscriptas en su lateral meciéndose suavemente en un
ambiente de tinieblas. Y que luego saliera a la luz la intención de instalar en
las cercanías de la aldea un depósito de residuos radioactivos. Se preguntaba
cómo a una persona que tuviese el entendimiento, no superior, por lo menos
equiparable al de un simio se le podría haber ocurrido escuchar semejante
oferta y no descartarla de plano. Si no había en toda la comarca tecnología que
aplique tales materiales, ni menos aún tecnología para evitar una catástrofe de
dimensiones en el caso de alguna fuga de material. En aquella ocasión, alcalde y concejalía no
comprendía cómo había hecho “la oposición”, Máximo Sottocorno, y los mismos de
siempre, para filtrar la información triplemente clasificada. Durante semanas
pudo verse a Gonzalito Antonov en nocturnas escapadas escudriñar el espejo
armado de una vela negra, de una linterna a veces, adhiriendo su ralo bigote
contra el vidrio otras y finalmente en un suplicio intentando adivinar cómo era
que el espejo reflejaba lo que ellos no querían que se viera. La ecuación era
simple, no hay mejor lector que aquél que quiere leer. El espejo sólo refleja
imágenes. Muchas veces estas imágenes eran metafóricas; pero no había en todo
el ayuntamiento quien fuera capaz de entenderlas. Eso era mucho pedir. Si las
hubiesen entendido de seguro que las censuraban.
Metáfora:
divina forma de expresión, palabras de Dioses y poetas, capaz de ser entendida
por gente común... no para cualquier vecino. Así fue como se puso de manifiesto
que se estaba acunando algo que ver con los residuos de alguna planta nuclear.
Un millón de reales habría recibido la concejalía para firmar los acuerdos y
otro tanto el príncipe aldeano. Se convocó una audiencia pública pasaron los
oradores y escucharon los vecinos. Habló la doctora, habló el comisionado y
escucharon los vecinos. Habló Sottocorno, habló el alcalde, habló el presidente
de la comisión internacional de energía atómica y escucharon los vecinos. Habló
el representante de Green peace y para estas alturas ya era entrada la noche.
Los representantes políticos se hallaban de banquete en el club social y los
vecinos que seguían ocupando sus sillas era porque estaban en profunda meditación
onírica. Y a ronquido limpio.
En estos
divagues se encontraba Sottocorno cuando una voz le trajo inesperadamente de
regreso a la realidad. – Señor: ¿quiere el diario?