miércoles, 5 de agosto de 2020

El Plan

Sabía el alcalde que no sería fácil dejar a sus vecinos fuera la repartija del plan. Le debía una vela a cada santo: del cielo, de la tierra y del purgatorio sobre todo. Pero desde hacía unos años había algunos personajes que le "hinchaban las pelotas". Uno de ellos se mostraba como lobo lanudo. De lejos parecía cordero, pero quienes le conocían sabían que ladraba y mordía, a veces sin motivo. Era un tercermundista que había sabido hacerse de amigos entre los peores elementos de la aldea y se rozaba con los letrados. Era diestro en el manejo de las armas y las leyes. Capaz de aparecer como luz mala en medio del campo, como el diablo en tus pesadillas y leerle poemas a media tarde en un banco de la plaza a las jovencitas que salían de misa. Era columnista del periódico local y algunas veces se publicaban sus artículos en el diario regional. Daba clases de idioma, era explorador de las ignotas tierras del norte (más allá del páramo) y cazador. Un eterno disconforme que pocas veces podía hacérsele entender algo. Terco, inconformista, discutidor por analogía al argumento. Flaco, muy flaco, de anchas espaldas y el perfil de Teseo. Él siempre le encontraba la quinta pata al gato, tenía un excelente olfato para los chanchurrios de Antonov. Y a viva voz los denunciaba: Sottocorno, Máximo Aurelio.


Hasta el momento los ciudadanos comunes no representaban un problema. Algunas veces gritaban, amenazaban al alcalde; pero se lo cruzaban y éste los empaquetaba con argumentos sofistas y les daba unas palmadas en la espalda mientras los metía en su bolsillo. Otras, en que les perduraba el enojo, les faltaban herramientas legales para actuar en defensa propia. O eran regados unos días antes de los comicios con monedas que ellos mismos devolvían en impuestos al mismo agente que los había comprado con bolsones de alimentos, colchones o chapas. Esta vez la ecuación preelectoral se complicaba por Sottocorno, por una estudiante de economía que había desarrollado cierto olfato con respecto al ayuntamiento y un grupo de insurrectos intelectuales que sentían que ni oficialismo ni oposición les eran dignos de confianza. Y parecían coincidir con los que elevaran su voz despotricando. Y actuando en consecuencia.


Decidió entonces (Antonov) no hacerse problema, mirar para otro lado. Y que continuara la fiesta en paz. En realidad la encargada de la operatoria era Dorita: Dora Beata de la Cruz Martínez. Él la había conocido en su otra vida. Dora había sido bataclana en un burdel que Gonzalo frecuentaba cuando debía desaparecer y emigraba transitoriamente hacia la comarca petrolera. Luego por esos avatares del destino habían coincidido en González Plata y militando en las mismas filas partidarias. Él primero la tuvo de secretaria, más tarde encargada de la comisión de damas pro Antonov for ever, luego utilizó sus dotes de locutora en todo acto público. Hasta que finalmente se atrevió a postularse como Concejala. Dorita era fiel, leal exponente de la pretendida transición hacia el principado. Sabía con qué mano Gonzalo acomodaba la hacienda, y hacía gala de sus escrúpulos de puta. Obvio que como buena puta devenida en señora pretendía pleitesías que le quedaban muy grandes y que unos cuantos “prendidos” estaban dispuestos a rendirle, aunque supieran que no era digna de tal trato. Había logrado armar su harén de amazonas aglutinando gente de su misma laya: otra ramera arrepentida (mamá de Armando), Silvia Strangelegion, “Madre” Grimaldi y Noelia Comecoqui (quien en su momento fuera su socia marital).


Dora había planeado su secreta estrategia para ser la heredera natural del alcalde con la misma prestancia que revisaba los bolsillos de sus antiguos clientes mientras estos se duchaban o dormían. Cada una de sus “camaradas” tenía una ubicación estratégica: Comecoqui estaba encargada del “Departamento De Control Administrativo De Ingresos Y Egresos Del Ayuntamiento”, la mamá de Armando y Doña Strangelegion “Alfabetización”, y “Corte Y Confección” respectivamente; por último “madre” estaba encargada de “Reclamos Pomposos, Piquetes, Toma De Edificios Y Quema De Gomas En Espacios De Tránsito Público” ya que estos eventos se relacionaban directamente con sus actividades lúdicas, asimismo era la encargada de informar al Sátrapa, ya que funcionaba de ojos y oídos del rey... (bueno, perdón el exabrupto, del príncipe aldeano) todos sabíamos que mientras iniciaba una revuelta u organizaba una barricada frente al ayuntamiento, por la puerta de atrás, recibía los aportes del alcalde.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario