miércoles, 3 de febrero de 2021

Proyectos inaplicables y la puta costumbre de poner el palo en la rueda XII

La mala sangre y la verdadera genealogía de Gonzalo Yosevik Antonov

Ahora que Dora Beata había ascendido a las míticas alturas de la capital de la comunidad regional, hecho similar a la ascensión de Jesús o de Buda, tan importante como haber encontrado el camino a Shambala o a Ercs, redituable como calificar para la bolsa en Wallstreet o enaltecedor como haber sido graduado de la universidad de Salamanca, con honores. Ahora sí que no habría nada que frustre los planes del club (Antonov, for ever) ya que si Sottocorno había convencido a varios y presentado pruebas de su condición nobiliaria cuánto más podría hacer DBC Martínez en el nuevo y bien merecido puesto para armar un lindo arbolito de apellidos y geografías confusas para ennoblecer al alcalde... mínimo a título de príncipe (de alguna comarca asociada de menor rango) y posteriormente subírsele a la corona. Éste era un proyecto que se traían secretamente entre manos hacía ya una década y si había una virtud que Dora Beata poseía era la lealtad. No era mujer de agachadas... bueno... si el fin lo justificaba, como hemos sabido, era capaz de agacharse... pero debajo de algún lugar donde no la vieran. Y siempre y cuando se trajera algo entre manos.

    Estudiaron entonces la manera en que un condado ubicado entre desérticas mesetas en los confines de la civilización fue convirtiéndose en principado y posteriormente en reino. De allí a la hegemonía de la península y durante varios siglos en rector de los destinos de la humanidad toda. Algunos conceptos como: campesinos dueños de la tierra, caballeros villanos, importancia de las comunidades de aldeas, menor estratificación social que en el resto del reino, situación fronteriza que desanima a magnates, etc. habían provocado insomnio en los funcionarios con ávidos deseos de perpetuarse en el poder de manera regia. Ahora ante los presentes indicios de deterioro natural del gobierno estudiaban la forma apropiada de fabricar la hidalguía familiar y el momento preciso de sacarla a la luz. Ante este proyecto se anteponía de manera bárbara el apellido no latino, ni celta o godo del alcalde. Esta influencia de Hunos en la sangre representaba un obstáculo casi insondable. Comenzaron asaltando una noche la oficina parroquial con el objeto de buscar algún registro antiguo y corregir el Antonov por “Antonio V” título con el que simularían dinastía en un sustantivo, valga, más propio.

     

    Días después de la succión –perdón ascensión- de Dora Beata a los altos aposentos de la provinciana capital de la comunidad regional y tras un levísimo comentario de la misma en cadena nacional se puso en marcha el mecanismo de propaganda mediante el recurso del “rumor aumentado”.

 

    Periodistas de toda calaña cayeron como moscas al excremento invadiendo la aldea. Antonov tuvo la “humildad” de ofrecer una conferencia de prensa para “acallar rumores” durante el transcurso de la misma cargó contra Sottocorno diciendo que en su vida no había conocido nobles reales con tales indicios de romanización como los eran el perfil recto y el nombre de Máximo Aurelio: -¿¡Título de qué!?- expresó muy despectivamente. Con asombrosa cintura política eludió toda pregunta referida a sus padres, o los padres de sus padres. Sólo sabía repetir la historieta de la confusión del abad durante la inscripción del Tátara abue... ¿abuela?. Y se la mandó nomás... esquivó elegantemente dos o tres preguntas más y suspendió la conferencia argumentando compromisos de estado en supuesta suspensión por la deferencia de haberlos atendido.

 

    El equívoco de Antonov fue pasado por alto por la mayoría de los periodistas menos por el conductor del “Desembarco Aliado En Normandía” incisivo programa de investigación periodística. Antonio Bragante no conforme con la historia de la la confusión permaneció en la aldea para ver qué podía descubrir de la repentina hidalguía del alcalde del fin del reino. “Érase una vez... un príncipe aldeano” comenzó con su informe. Por esas cuestiones poéticas de atribuir a la fuerza poca astucia, a la censura poca imaginación, al poder pocos escrúpulos era de suponer que en algo habrían fallado los adulteradores de genealogía. Esto lo sospechaba Bragante, y lo sabía Sottocorno. Máximo Aurelio recorría los empolvados anaqueles de su memoria buscando indicios del padre del alcalde... Nada. 

 

    Nada. No nada.

 

    Nada. Ninguna imagen de ninguna cara, ni el recuerdo de frase alguna, ni de comentario malicioso. Era como si el Sr. Antonov nunca en la puta vida hubiese existido. Y la madre del príncipe ¿cómo que nunca comentó nada a nadie? ¿Quién era la madre de Antonov ¿cómo nunca se la había visto de pieles en acto público alguno? En realidad muchos en González plata suponían que el alcalde era expósito. Un descastado, un paria que a fuerza de remarla (y tranzarla) había logrado un nombre y una posición. En el pequeño bar ubicado en la rotonda de acceso al poblado Bragante devoraba un sándwich de milanesa mientras observaba las distorsionadas noticias que llegaban a los confines del reino a través de la televisión regional. En eso ingresan al local por cigarrillos y fósforos un hombre de traje junto a otro más. Son Malspina y Cordones. El periodista no los conoce pero algo en la conversación le llama la atención.

     

    -Decime Paco: ¿vos conocías a la madre? Yo pensé que no la tenía... ¡qué sé yo!

    -Es la primera vez que oigo referencia a ella... ¡y hace más de treinta años que lo conozco! A mí me había dicho que creció en el orfanato de ciudad Sorondo.

 

    No era para menos... su madre no podría haberlo criado de la manera que necesita un niño. Los compradores se retiraron y cruzaron miradas de fuego con el siguiente cliente. Éste pidió una cerveza y casualmente se sentó en la mesa lindera a la de Bragante. Declinaba la segunda mitad de la botella cuando un flash informativo le dio el pie.

 

    -Lo que faltaba... príncipe de dónde. ¡Habría que desenmascarar a este chanta!

    -¿Y usted sabe cómo? Respondió con otra pregunta el periodista en busca de una historia.

 

    La conversación entre ambos duró lo que duraran varias cervezas y varios emparedados de milanesa con lechuguita, tomate y salsa picante. Entre chimentos baratos e informaciones de demagógicos intentos de aplicar proyectos descabellados en supuesto beneficio de una comunidad que de ignorante pasaba a cómplice por acción u omisión. A la mañana siguiente Máximo y Antonio inspeccionaban, bajo la apariencia de un informe “para escribir la historia del pueblo”, los libros de registro de inscripciones y decesos de la parroquia del poblado del Coronel González Plata. Descubrieron varias cosas interesantes por decir: que la aldea tenía fecha de fundación varios siglos antes de la aparición de los pioneros europeos, que la parroquia había sido construida antes de que vivieran allí los ancestros de los habitantes actuales de la aldea, que para aquellos años ya se encontraba emplazado, frente a lo que después sería el ayuntamiento, un extraño espejo y que los pobladores diseminados por la meseta yerma peregrinaban allí antes de tomar decisiones trascendentales hecho por el cual allí se construyó la capilla, con el objeto de acercar a Dios a los infieles Celtas que transitaban en residencia semipermanente por la comarca, que el coronel G. Plata había anexado al reino estas tierras por eso en su honor el nombre de la aldea. Así mientras que hurgueteaban en la remota e incoherente historia y prehistoria de la comarca encontraron vestigios de la familia del alcalde. La inscripción databa del siglo XVIII. “apareció por estos lares una mujer guapa de antigua profesión que no supo describir su procedencia, a la que bauticé según los sacramentos de la Santa Iglesia y que dijo llamarse Josefina AntonioV” más adelante “parece descendiente de Hunos o similares tribus bárbaras” “como sea no es ni latina, ni ibérica, ni celta” y varias páginas más adelante se leía instaló una casa de citas cuatrocientos cincuenta varas al norte del espejo mítico siendo el año mil setecientos sesenta y uno de nuestro señor Jesucristo”

 

    Entusiasmados con la historia del lugar casi pasan por alto el pequeño detalle de la corrección grosera del escrito. En un documento del siglo dieciocho que ostentaba amarillentas hojas, y una escritura caligráfica en tinta china y de caracteres románicamente estilizados se hallaba un empaste de corrector en tinta blanca a la manera de papel líquido que resaltaba como una gigantesca luna en medio de una noche oscura y helada. Y sobre el empaste agregado a la letra original, con otro trazo y de color azul una “i” y una “V” grande apenas separada del resto del nombre. Tomaron copias fotográficas del manuscrito original a hurtadillas del abad quien les repitiera hasta el cansancio “los documentos son confidenciales”. Ambos, periodista y palo en la rueda, se miraron y sonrieron cómplices e irónicos. “Natura no da; Salamanca no presta”. Revisaron exhaustivamente los viejos libracos y sólo encontraron mujeres anotadas con ese nombre. El único varón había sido Gonzalo Yosevik “y anotamos este niño hijo de Antonia Antonov en los santos registros con el nombre de: Gonzalo por el presunto padre y Yosevik por el padre de Josefina, la primera Antonov en la comarca.”

 

    ¿Pero dónde estaría la madre del borrego? Era todavía una incógnita. Máximo recordó a “la Anta” la puta que había hecho debutar a casi todos los muchachos del pueblo y a sus padres. Ésta atendía en “Las Puertas Del Cielo” que quedaba frente a la ex estación del ferrocarril aproximadamente a cuatrocientos metros del ayuntamiento. ¡Imposible! ¿Podría ser que la desaparecida madre del alcalde fuera la madame del burdel? Algunas cositas empezaban a cerrar, por algo religiosamente todos los viernes (salvo error u omisión) Antonov entraba por Las Puertas Del Cielo anotaba algo de fiado en la barra, “pasaba para atrás” solito sin compañía de nadie y salía rato después un tanto emocionado y con aspecto más que desalineado; aniñado.

 

    Entre libracos y risotadas casi histéricas periodista y opositor perdieron la noción del tiempo. Comenzaba a ceder firmamento Febo a las oscuras fuerzas endemoniadas de la noche. Los ojos ya se negaban a proseguir “horas extra” fuera del convenio colectivo de trabajo. Y el cerebro imaginaba estímulos inexistentes. La sinestesia amedrentaba la razón y el cuerpo pedía reposo. Calambres en la cerviz, cefaleas, náuseas y permanente sensación de estar encandilados fueron dando la pauta a los estudiosos de que iba siendo hora de abandonar el recinto y descansar hasta mañana. Máximo amablemente invitó a Bragante a cenar en su casa. Llegaron y Carmela se lució en artes culinarias. Comieron a sus anchas y luego del café Sottocorno invitó al forastero al cabaret ante la sorpresa y disgusto de su esposa.

 

    –Me caés de sorpresa con gente a comer y encima te vas de putas- murmuró ofuscada la abnegada ama de casa. 

    –Nooo, pará que te cuento- y en breves minutos con no pocas palabras Máximo le contó a su mujer lo descubierto.

 

    Llegaron al burdel e ingresaron entre miradas de desconcierto y vos quién sos que le dedicaban los habitué. En la barra pidieron algo fuerte y esperaron pacientemente. A las cuatro y media, entre prolongados bostezos el lugareño reconoció la imagen de: “La Anta” y ésta se hallaba disponible luego de despedir a... ¿A SU HIJO? Se le acercaron y le preguntaron si podían hablar los tres. La puta vieja sonrió con malicia y los hizo pasar “al fondo” por un largo corredor que comunicaba con unas dependencias que parecían estar en otra casa. Allí encontraron una mesa, un par de sillas, un televisor y pocos adornos de muy mal gusto. Observaron a la mujer, evidentemente retirada del “servicio social”, desalineada y con un olor a ginebra que mareaba aún a metro y medio de distancia.

 

    - ¿Así que quieren fiestita?

 

    Y cuando por fin los miró de frente ya no hubo ni un mínimo resquicio por donde pudiese escaparse ni el menor hálito de la idea conceptual de una duda. Era el calco exacto, de mayor edad, más gorda y con apenas menos bigote. Le conversaron incoherencias, le enseñaron lo nuevo de la telefonía celular y la retrataron. Entre copa y copa le preguntaron si nunca se había propuesto ser madre.

 

    –Tuve un hijo... Gonzalo; pero ¿qué quieren ustedes, hablar o qué?

    -No, no. Nada ya nos vamos.

 

    A la mañana siguiente Carabineros y gendarmes daban vuelta por completo la casa de los Sottocorno sin testigos ni orden judicial. La misma imagen se repetiría en todos los hoteles de las localidades aledañas en busca del paradero de Antonio Bragante. A quien se lo acusaba de espionaje clasificado en desmedro del dignísimo ayuntamiento del Coronel González Plata.

 

*Once treinta de la misma mañana: Máximo Aurelio presentaba un recurso legal en la delegación de la fiscalía de Estado.

*Veinte horas: la televisión nacional difundía un ácido informe sobre la “mala sangre y dudosa genealogía del príncipe aldeano”.

 

    Los vecinos se escandalizaron en toda la comarca. Los simples ciudadanos sonreían al notar el parecido publicado en todos los periódicos que, por supuesto, se hacían eco del programa “Desembarco Aliado En Normandía”. Fue, sin duda, el tema del día.

miércoles, 27 de enero de 2021

El plan

     Sottocorno fue invitado por el “gordo” Renguetti a una reunión en la capital de la comunidad regional con el propósito de delinear los objetivos de un nuevo partido. Una vez allí Máximo se enteró con cierto desagrado que la idea era impulsar una alianza entre el nuevo partido y la Unidad Civil. Él nunca había coincidido con Antonov ni con ninguno de los suyos. Comentó a los integrantes de la asamblea que a pesar de estar en desacuerdo por varias razones veía positivo el hecho de poder intervenir desde adentro y así evitar actos demagógicos como los que se habían observado de mano de Antonov y del superintendente. Igualmente la presidenta de la asamblea general y fundadora del partido aclaró que ella había firmado la alianza en el ámbito regional pero que no obstante cada comarca tenía la libertad de plegarse o no. Que las alianzas comarcales eran resorte de cada uno de los integrantes de la mesa en el ámbito local. Sottocorno aclaró que él no estaba dispuesto a firmar alianza alguna mientras que Antonov mantuviese sin enmiendas la aberrante situación del plan de viviendas que le perjudicaba en lo personal y que además era prueba más que tangible de los desmanejos comarcales de este señor. El “gordo” Renguetti apoyó la posición de Máximo y los delegados zonales también.

- Mirá querida- alardeó Renguetti -si no arreglamos lo de las casas... en González Plata no se firma nada.

-Chicos... -respondió complaciente la presidenta de la asamblea- ustedes verán qué negocian, qué piden y qué dan.

-Esto es así: yo no avalo la corrupción! ¿Entendes?- espetó Máximo- a lo sumo si prefieren doy un paso al costado y sigan ustedes.

-No, Máximo. Queremos contar con vos. No te preocupes... si no solucionamos las cosas como corresponde “lo hago retar por el superintendente de la comunidad regional”. Además le voy a decir que cómo me va a dejar afuera del plan a un compañero. Todos sabemos cómo se dirimen estas cuestiones. Yo lo llamo el lunes a primera hora... y después hablo con vos.

Renguetti y Sotocorno se miraron complacidos ante la alocución de la presidenta de la asamblea. Renguetti repitió: -si no arreglan lo de tu casa, no firmamos.

De regreso por los interminables caminos que separaban la capital regional del último poblado del reino se planteó la necesidad de realizar una reunión “con los muchachos”. –Mirá- dijo el gordo- van a tener que aceptar.

-No sé- comentó Máximo- hay que hacer la reunión y plantear el asunto. No vaya a ser que firmes un acuerdo y nadie te apoye... era la idea presentar una oposición creíble contra Antonov y si ahora le salís con otra cosa... si no quieren no te van a seguir.

-Van a hacer lo que yo les diga- levantó la voz Renguetti.

- Hay que hacer la reunión y ver primero qué opina la gente... de última no firmamos nada... y listo.

-Máximo: ¿vamos a trabar discusión como aquella vez? No llegaremos a nada.

-Ya me conocés Renguetti. Las cosas como corresponden o nada.

 

Menudo revuelo causó entre los vecinos de la aldea la aparición en el diario de la carta de Máximo. Y no era para menos, varios eran los que coincidían con todos y cada uno de los conceptos allí vertidos. Ya de mañana, en la calle principal de la aldea varios ciudadanos habían hecho saber a Sottocorno que apoyaban lo que allí se expresaba. Ése mismo día, cerca del mediodía Antonov recibió en su despacho al ciudadano disconforme.

Máximo ingresó en la antesala del despacho y fue recibido a regañadientes por la secretaria Blanca Maravillas. Pidió audiencia.

-Mire, Sotocorno- y pronunció el apellido como mordiendo cada una de las letras con el que estaba escrito.- no sé si Gonzalo lo podrá atender. Usted no tiene audiencia solicitada- y por poco, al pronunciar las palabras, se fractura el maxilar del odio con que articulaba.

-Por favor, avísele que estoy. Es verdad que no pedí audiencia previamente; pero sé que él me espera.

Al ingresar por la puerta delantera del ayuntamiento había notado el impacto causado por la publicación de la carta de lectores. La secretaria de ingreso le sonrió casi con vergüenza, en la oficina de catastro lo taladraron como a un hereje, los funcionarios de obras públicas le dedicaron una mirada de desprecio y posteriormente le dieron vuelta la cara. Mientras que la señorita Maravillas, de ser posible lo hubiera ajusticiado con sus propias e inútiles manos, allí mismo y en ese mismito instante.

Al momento de ser anunciado Máximo y Gonzalo estrecharon sus manos, sólo por protocolo. El aspecto de Antonov era terrible: sus ojos altamente vidriosos, sus manos sudadas, su cabello que daba la impresión de haber sido secado al viento por el efecto del desplazamiento sobre una motocicleta de madrugada y a excesiva velocidad. Su aspecto general inquieto como conejo luego de una persecución de galgos, o como saliendo de una terrible carga de cemento, o cal... de la buena. Ambos se apostaron a sendos lados del escritorio.

-Leí tu carta... No es tan así.- y ese “tan” retumbó en los oídos de Sottocorno como la picota sobre la cabeza de un condenado. Hijo de puta (pensó) si no es “tan así” quiere decir que sí lo es.- Además no sé quien puso ese listado allí. No sabés el mal que me causa eso justo ahora que se vienen las elecciones. Yo hubiera preferido que no apareciera.

- Y si no sabés vos quien los puso... Apareció precisamente por las elecciones... para captar votos... pasa que no esperaban mi reacción... y ahora es tarde. Mirá Gonzalo: como allí reza hay cuestiones que no me cierran. ¡No me jodas! Nos conocemos quienes somos y cuanto calza cada uno! Acá hay mal olor y yo no me lo banco. En ese listado hay gente que no debería estar.

-Si ya tuve quejas por la inclusión del Malavida; pero...

- No pará, no te cuestiono su presencia en la lista, es un trabajador y yo sé que el tipo se levantaba a las seis de la mañana para salir con el camión.

-Sí; pero me han cuestionado porque tiene los camiones, su casa, la casa de su madre, la otra casita que está construyendo, los dos automóviles franceses nuevitos...

A todo esto Máximo sabía que había aun más cosas; pero se limitó a escuchar las enumeraciones del alcalde que sólo justificaban lo acertado de la carta. Pensaba para sí “hijo de puta, hijo de mil putas; si sabés todo esto que estás diciendo quiere decir que nunca fuiste inocente al acomodo denunciado. ¿Cómo mierda una vez más te burlaste de la gente?”

- No es como dice tu carta que plan amigo, plan amigo dos... así fue, en todo caso el plan del sindicato de empleados- intentó Antonov y fue interrumpido por Sottocorno.

-¡Y a mí qué me interesa el sindicato de qué! Ustedes son mis representantes... ustedes una vez más traicionaron al pueblo... ¿o hay que ser afiliado para que te toque en suerte una casa? Ya la otra vez me dejaron afuera. Quise reclamar y mis papeles ni siquiera fueron enviados al instituto de vivienda.

-No pero... esta vez fue diferente

-¿Diferente a qué? Si tanto te ofendió la carta demostráme que estoy equivocado... y te pido disculpas públicas, si es necesario. Esto que hicieron fue una chanchada, lo peor de la corrupción porque jugaron con la ilusión de la gente.

-¿Sabés qué pasa Máximo? Acá es siempre igual: dos se quejan, todos dicen que me quieren pegar o colgar en la plaza pero nadie nunca hace nada. El único que movió un pelo haciendo algo de ruido fuiste vos. Además nosotros no tuvimos nada que ver con la confección de las listas. ¿O te pensás que a mí no me da por las pelotas que esta piquetera de mierda (por Madre Grimaldi) me venga a incendiar cubiertas día por medio frente al ayuntamiento?

-¡Claro! ¡Y para que no te joda le entregás una casa que no te va a pagar y que no puede nunca haber justificado esos ingresos. ¡Si cobra un subsidio! ¿En qué quedamos?

-Nooo. Ojo que le subsidio no se lo da el ayuntamiento... lo recibe a través de una institución sindical...

-¿Y qué? ¿Jugaron al inocente? Todos sabemos que cobra subsidio por desempleo... las listas están todos los meses en la cartelera municipal a la vista de todo el pueblo ¿y qué? ¿Ustedes no lo sabían?

-Sí pero no-se-lo-da-mos-no-so-tros.

-No querés entender ¿o me tomás por qué? Si cobra subsidio se cae de maduro que no puede acreditar el ingreso mínimo. Mirá Gonzalo esto tiene dos maneras de solucionarse: o políticamente o en la justicia.

- Entendéme que no puedo echar a nadie para darte el lugar a vos. ¡Se me viene el mundo encima! ¿Cómo hago?

-No... pará que yo no soy como ustedes. La solución política es que voltees a los “colgados” y así de manera natural subimos en la lista los que quedamos fuera por la chanchada que se mandaron. Si vos sabés que “colgados” hay como veinte-. Mientras decía esto Máximo se ponía de pie y Antonov lo acompañaba hasta la puerta del despacho. Se saludaron nuevamente de mano a pesar de la repulsión que esto causaba a ambos. Finalmente por congraciarse Antonov la terminó de embarrar:

- Mirá... lo único que puedo ofrecerte es, si se cae uno del plan de sindicato... ahí sí te puedo acomodar. Ahí es distinto.

-No gracias. ¿Qué? ¿Me vas a acomodar justo a mí? No. Acomodá a uno de tus falderos. Además. A mí me corresponde lugar en el plan. Me co-rres-pon-de. No quiero que me acomodes en ningún lugar. Quiero sólo lo que me corresponde legalmente... y por los años que llevo aquí.

-Yo te diría que te quedes tranquilo, que no hagas nada y te prometo... que casi seguro se caen algunos y vos entrás.

-No, no creo en promesas, menos tuyas... y por qué estás tan seguro que se caen y yo entro... estoy octavo suplente. Es mucho... salvo que sí tenga plena razón en lo del acomodo. Pagaron favores políticos con las casas ya sabiendo que algunos no calificaban-. Realizó un ademán de saludo con la cabeza- fijáte- y salió de la oficina.

Esa misma noche llamaron a la puerta de la casa de Sottocorno El criador de Dogos, el hijo del bancario, un empleado de “Cerdolin” y la maestra de cuarto grado. Fueron recibidos por Carmela. Una vez dentro, wishky mediante y luego de algunas banalidades de rigor, entraron en tema. La primera pedrada fue lanzada por el perrero:

-Te preguntarás el por qué de esta visita inesperada.

- Me imagino ¿tiene que ver con la publicación de la carta?

- Qué bronca me dio ver ese listado... escuchame: nosotros ni siquiera figuramos ¿te parece? Yo, escuchame: ¿cuánto hace que estás viviendo acá?

-Más de diez años.

-¡Claaaaro! Imaginate, yo nací acá. Estoy completamente de acuerdo con vos y con lo que publicaste en la carta. ¡A estos hijos de puta hay que pararlos! No sé. ¡Hay que hacer algo! ¡Esto no puede ser!

La conversación se extendió por varios minutos oficiando de interlocutores Máximo y el perrero más el agregado de los comentarios y acotaciones de porte menor por parte de los demás concurrentes. Quedaron de acuerdo en presentarse en la concejalía al día siguiente a lo que algunos de los presentes se excusaron por tener que trabajar en ese horario.

Al la mañana siguiente 10.25 Máximo Sottocorno llegó hasta la concejalía. Notó casi con inocente alegría que en el mural de acceso la palabra “Honorable” se hallaba casi por completo desdibujada. Ingresó por la puerta principal del recinto. Ahí adentro se hallaban Paola Tapia, la maestra Ingrid García, Mariela Tapia, el empleado de Cerdolín Pedro González y la señora del perrero Paula Sacco. Se saludaron y presentaron los que aún no se conocían. Comentaban, todavía con cierto decoro, la indecorosa actuación del ayuntamiento en éste, como en tantos otros asuntos, cuando se abrió la puerta del bunker y asomó Timoteo Cordones: - Máximo, pasá.

-Buen día- respondió Sottocorno- ellos vienen conmigo- y sin esperar respuesta alguna todos ingresaron “copando” la diminuta habitación que oficiaba de secretaría de la concejalía. Máximo se sentó en la silla que amablemente (o por reflejo) le ofreció Timoteo. Al instante quedó rodeado por las personas que le acompañaban. Se miraron con el desconcierto del ahora presidente y en un ademán digno de un director de orquesta Máximo señaló a sus acompañantes y éstos arremetieron verbalmente contra Timoteo expresándole su desprecio y toda clase de reproches respecto al plan.

Los concurrentes nombraban Preadjudicatarios y motivos por los cuales no deberían estar en la lista, El consejero se desentendía. Los concurrentes arremetían y sentenciaban:-¡Nos conocemos todos!

El consejero decía haber ido personalmente a la capital de la comunidad regional a buscar los listados porque el real instituto de la vivienda nunca los remitía. Los concurrentes retrucaban citando las palabras de Antonov que aseguraba que habían llegado por correo.

Los concurrentes cuestionaban el sistema de acreditación de puntajes. El consejero decía no tener ingerencia en el caso.

Máximo Sottocorno hizo referencia a uno de los pasajes de su carta. Timoteo Cordones respondió “ni haberla leído” -Sí me enteré; pero la verdad que ni la leí.

Los concurrentes acusaron de maniobras corruptas durante la selección de preadjudicatarios. –Mirá – respondió Cordones- lo que denunciás en tu carta..

-No denuncio, cuestiono.

-Bueno, es lo mismo.

-No. El concepto es diferente.

-Bueno, lo que denunciás o cuestionas en tu carta no es tan así.

-¿Cómo, no es que no la habías leído?

-No, no. No la leí pero cuando fui a verlo a Gonzalo me comentó más o menos. O sea... no es tan así como decís vos. (Luego se filtraría la información de que sí la habían leído juntos. Que Antonov tuvo un ataque de furia al leer la publicación de Sottocorno e inmediatamente llamó al flamante suplente de Dora Beata de la Cruz y rabiaron juntos un buen rato. Ahora que ya todo ha pasado, como mero observador de los sucesos acaecidos ¿no se daban cuenta de las permanentes contradicciones en las que incurrían? Además si no era tan así... es que algo había y, de eso, eran plenamente concientes.) La conversación languideció hasta pasadas las catorce horas. En un momento álgido de la discusión Timoteo quiso inclinar a su favor la desbalanceada balanza política prometiendo una promesa que una vez prometida, prometía ser herramienta en su contra ya que él juraba que ninguna casa se habría de entregar como cumplimiento de ningún tipo de promesa política.

-Tranquilícense. No hagan lío ahora y les prometo que en poco tiempo impulsaremos otro plan...

-Claro- interrumpió al unísono la voz de Máximo y de Paola Tapia- y de aquí a cinco o seis años otra vez quedamos afuera porque siempre hay a quien acomodar.

-Es una posibilidad- se entrometió Catalina Ballesta. Estaba por comenzar a fundamentar su feliz intento pero fue cortada en seco por Pedro:

-¡Perdón Catalina! ¿Vos qué hacés acá?

-Soy la secretaria...

-Disculpá. No te vinimos a ver a vos que sólo sos una simple empleada. Vinimos a presentar una queja a “nuestros representantes”. Vos no tenés nada que hacer.

-Bué. Yo sólo decía que era una posibilidad.

Y esto sorprendió porque todos en González Plata sabían que no era fácil bajo ningún concepto hacer callar a Catalina... menos aún si se trataba de defender a Antonov o al ayuntamiento de los cuales ella era algo más que hiperobsecuente. Timoteo había leído (porque lo escuchó en un programa de tevé) el príncipe; no había superado la mitad del primer capítulo. Pero algo le había quedado claro: dejar siempre la puerta abierta. En realidad él lo comentaba como estrategia política de Maquiavelo siendo que en confianza había comentado que alguien por allí le había dicho que Maquiavelo daba el consejo de no cerrar nunca una puerta en diplomacia.

-Denme unos días para revisar los papeles y ver qué puedo hacer. El martes que viene vengan por acá y... bueno... ahí veremos.

Los días fueron transcurriendo entre conciliábulos y felicitaciones cada vez por parte de más vecinos que comenzaban a demostrar su aversión por el perpetuo gobierno municipal. También entre miradas amenazantes surgidas del pequeño grupo de “colgados” que veían temblar la seguridad de su premio por las últimas elecciones. El jueves llega al grupo la información de que se realizaría una reunión general para determinar algunas cuestiones referentes al recupero del terreno y solares que ocuparía cada una de las viviendas.

Viernes a última hora, en el recinto municipal de “El centro cultural” (otrora casa de la cultura ahora políticamente en manos del ayuntamiento) Antonov preparaba el “garguero[1]” para el que sería su primer gran discurso rumbo a las nuevas elecciones y tal vez su ascenso ya a otra clase social puesto que dada la cantidad de años que mantenía el poder en la aldea deseaba asegurarse con un título nobiliario. Nada más lejos de la realidad. Flotando dentro de su propio entusiasmo no distinguió la presencia en la primera fila de Paola Tapia y su marido. Ni del perrero, ni de... ni de... sólo notó que la concurrencia era bastante superior a lo imaginado. Había en los fondos del recinto y a los costados de las sillas dispuestas mucha gente de pie. “¿Tantos eran?” pensó el alcalde. La ceremonia comenzó más como discurso barato de comité partidario que como correspondería un acto público a cargo de un representante de la función de gobierno.

-Queridos vecinos: ¡Buenas noches! Bueno... ustedes fueron los preadjudicados del plan. Y vamos a ponernos de acuerdo en la manera en que vamos a organizar el recupero de los solares que ocuparán las casitas... ¡No se preocupen que acá ustedes son 55 “vecinos” (y el muy cínico utilizó con astucia de orador la palabra vecino como para enaltecer el espíritu de los simples ciudadanos convocados de la misma manera que un conductor en infracción le prodiga el título de “oficial” o “jefe” al agente de tránsito que acaba de detenerlo por cruzar en rojo un semáforo estando ebrio y sin licencia para conducir) felices... mientras que los demás andan todos por ahí diciendo o publicando que ustedes son todos acomodados!- y la risotada blasfema sacudió a poco más de la mitad de la concurrencia. El resto frunció el ceño ya por lo impropio del comentario ya por saber que sí, más de la mitad de las preadjudicaciones era dudosa. Sottocorno ubicado en el ala norte del edificio mordió sus labios por no arremeter a los gritos. Pero sintió varias miradas, algunas amigas... otras inquisidoras que mejor hubieran deseado observarlo arder en aquella malograda hoguera de carnavalesca inquisición. Antonov luego de unas palabras huecas como chistes de comediante de cuarta cedió la palabra al Asesor legal. Éste dio detalles técnicos y contables de la operatoria y amenazó con desadjudicar a todo aquél que no cumpliera en rigor con el tiempo y la forma de pago. Uno de los calificados como suplente, en abierta alusión al “Colorados” preguntó qué pasaría si algún preadjudicado se divorciaba o estaba divorciado desde antes y no lo había declarado. A lo que Malaspina respondió con una broma diciendo que no había que tenerse tan mala fe que si habían vivido tanto tiempo juntos, no se vayan a separar justo ahora que iban a tener casa propia. La concurrencia volvió a festejar el chiste y se desoyó la protesta del ciudadano que no sentía respondido su cuestionamiento. Hora y media después el recinto comenzaba a desocuparse de preadjudicados y Gonzalito entonces se percató de la presencia de los mismos de siempre y de sus “otros” invitados.

Antonov se hallaba solo y en manos por poco de una horda. Paco y demás asesores habíanse esfumado dado la altura horaria excedente en más que varios minutos al horario estipulado por contrato. Juntó con temblorosas manos los papeles aún sobre el improvisado escritorio, cerró con llave su maletín y sonrisa mediante intentó salir rápidamente de la escena. El paso le fue cerrado por el Perrero: ¡Gonzalo disculpá! ¿Podemos hablar con vos? El alcalde detuvo un instante la marcha, alzó la mirada y se encontró rodeado por no menos de veinte personas que arremetieron contra él y sus acomodaditos pre adjudicatarios con toda clase de argumentos. Mas tarde se sabría que en su gran mayoría los argumentos constaban de exactitud quirúrgica.

- Que mirá el Colorados todos sabemos la historia. Que la Comecoqui, Que el Malavida es casi millonario, Que el Sr. Vallemar tiene un terreno del ayuntamiento, Que la empleada del “El Plateado”, Que éste... que aquél.

Sabiéndose sin argumento posible el alcalde recurrió a la argumentación falaz e intentó enumerar toooodas las grandes acciones de su gobierno: -Bueno... ustedes se quejan pero hay que ver dónde encuentran un alcalde que haga lo que yo- Que el agua potable, que las cloacas, que el loteo, que... Que todas cosas que sólo habían beneficiado a obsecuentes y afiliados.

En ese instante uno de los ciudadanos enarboló una silla y blandiéndola arremetió contra Antonov. Entre Máximo y el marido de Tapia lo detuvieron, situación que aprovechó el alcalde para evadir el cerco humano, saludar con un ademán y una sonrisa e irse.



[1] Argentinismo por garganta _ por extensión cuerdas vocales.

miércoles, 13 de enero de 2021

De cómo Dora Beata asumió su cargo como secretaria personal del superintendente de la comunidad regional.

    Los ánimos estaban muy caldeados entre la cúpula política de la comunidad  Extremo-Boreal. Los comisionados y alcaldes de las comarcas aledañas habían mostrado ante el superintendente su descontento por los acontecimientos de público conocimiento. Para calmar un poco los ánimos y colocar paños fríos a la situación Malaspina le sugirió a Gonzalo organizar una cena partidaria en el club de González Plata. Y (puertas adentro) lavar toda la ropita sucia en casa.

    La idea fue bien recibida por los altos funcionarios de la Unidad Civil que suponían una especie de juicio interno de desafuero para la descocada presidenta de la concejalía. La cena se organizó casi en secreto. Ningún medio en la puerta, cero difusión. Dentro del salón se organizaron las mesas en dos largas hileras: la primera se desarrollaba desde la puerta de entrada hasta las puertas de la cocina y la segunda desde las puertas de la cocina casi hasta los baños. Fueron llegando los invitados. “Paco” oficiaba de anfitrión y fue colocando estratégicamente a cada uno de los concurrentes: cerca de la cocina en ambas mesas los funcionarios de más alto rango, en la primer mesa los fumadores para que el humo saliera por la puerta y no molestase a los demás. El superintendente en la segunda mesa, tercer lugar flanqueado por su secretario y por su hombre de confianza, frente a él: Dora Beata, flanqueada por el mismo Malaspina y el alcalde. Gonzalo llegó “socialmente tarde” tal vez para ahorrarse algunas vergüencitas. La estrategia de Malaspina consistía en que Dorita amainara la bronca del superintendente mediante suaves y disimulados masajes genitales durante la comida.

La cena se desarrolló en un clima tenso. Los mariachis equivocaban los acordes y el cantor olvidaba la letra. Podía escucharse el crujir de cada mandíbula y el maquinar maquiavélico de cada cerebro allí presente. Nadie emitía sonido alguno, ni las botellas de vino se atrevieron a celebrar en voz alta su propio descorche. Como para romper el hielo de esta atmósfera glaciar Dora Beata tuvo la feliz idea de comentar: 

- ¡hummmm qué ácido este vino! ¡Podrían haber traído unas cervecitas! 

 Y miró al superintendente mostrándole su sonrisa equina luego de un relincho de carcajadas. Esto sacó por completo de sus cabales al funcionario que ya por completo superado en su capacidad de tolerancia comenzó a los gritos. Furioso. Insultaba a Antonov y a Dora Beata con una frecuencia de ametralladora antiaérea. Pero con mayor agresividad. Dora irrumpió en llanto. Se retiró de la mesa en huía pavorosa hacia el baño, seguida por Malaspina mientras que los comensales intentaban evitar un infarto del superintendente. Algunos de los músicos corrieron hacia la puerta y otros intentaban hacer sonar los acordes del himno partidario. En los alrededores del club los perros aullaban como si el Armagedón hubiera dado inicio.

En el baño de damas Paco increpaba la poca pericia de Dora para acariciar so mantel los huevos del “jefe” con la planta de su regordete pie. Ésta desde detrás del empaste negro chorreando por sus mejillas y sus coloradísimos ojos llorones con voz entrecortada de sollozos se defendió: 

-Infeliz! la mesa que dispusieron es muy ancha, cabe una persona entre las rodillas de los comensales enfrentados. Me estiré lo que pude... pero mi pierna es demasiado corta... ¡No llegué!

Y continuó llorando. Paco volvió a la mesa donde la cena finalizaba y comenzaba (apenas más tranquilos) el debate por la inconducta de la funcionaria. Cuando Antonov se acercó hasta el baño para orinar y luego ver la situación de su amiga, notó que ésta se había marchado. Un tanto preocupado volvió a su lugar en la mesa. Varios funcionarios notaron la desazón del alcalde.

Tal vez notando la pesadumbre de Gonzalito, el superintendente fue aflojando en su discurso. Al momento del wishky ya se lo notaba relajado. Recostado sobre el respaldo de su silla sonrió un par de veces y ante la sorpresa de todos los presentes dijo que la verdad no era para tanto... que los medios amarillistas y que el lunes a primera hora definimos que hacemos. 

-Gonzalito te llamo ¿Sí?

Se puso de pie acomodó la camisa dentro del pantalón, se prendió el cinto que había aflojado luego del segundo plato y dio por concluida la cena. Quedaban en el salón el mestre, Antonov y Malaspina cuando ante la sorpresa de los últimos salió Dora del baño con una amplia sonrisa.

Ostentaba entre sus dientes algo similar a un trozo de hilo dental de un color gris indefinido.

Lunes por la madrugada, Dora Beata de la Cruz Martínez cedía su puesto en la concejalía a Timoteo Cordones y asumía, previo llamado del “jefe” a la oficina del alcalde, como secretaria personal del Superintendente de la Comunidad Regional.

miércoles, 6 de enero de 2021

Proyectos inaplicables y la puta costumbre de poner el palo en la rueda X

Proyecto vacacional (final)

    Como era de suponer hubo quienes festejaron la medida, tal fue el caso de Catalina Ballesta, Madre Grimaldi y otros tantos obsecuentes y “opositormente” oficialistas. Los mismos de siempre se opusieron. No era que necesitaran del recinto ya que una vez conformados los grupos culturales las reuniones podrían realizarse en la plaza o en cualquier casa de familia. Pero había algo que los sublevaba: la cruel y despiadada mentira de Antonov y sus secuaces consejeros. Ni un centavo del ayuntamiento era destinado a la casa de cultura. La refacción y puesta en funcionamiento, el consumo de electricidad, gas y agua corriente, los derechos de autor de los conciertos, obras de teatro y demás eventos allí realizados, los materiales utilizados en expresión plástica, los cursos, seminarios, audiciones y conferencias, en fin todo el funcionamiento de la casa de la cultura era sin un puto aporte del puto ayuntamiento ni de la puta concejalía. Todo, absolutamente todo corría por cuenta y orden de sus concurrentes. La institución se autofinanciaba y el excedente de la excelsa administración se había utilizado para la ampliación del edificio y caridad alimenticia financiando al comedor comunitario que había sufrido la disminución en los aportes oficiales.

 

    Otra vez: mensajes en la radio, panfletos, radios abiertas, cartas a los diarios e improvisados mítines en las esquinas del “Plateado” y frente al ayuntamiento. Como contrapartida o propaganda oficial Dora Beata parió un hermoso proyecto vacacional: “Dame un libro... te doy una birra” consistente en el trueque de material bibliográfico en desuso por bebidas alcohólicas preferentemente cerveza de mala calidad. Promocionando el libertinaje y la diversión sin límites durante las vacaciones.

 

    Llegaron grupos de alborotados adolescentes que acamparon en las afueras de la aldea, a orillas del río Blanco, en la plaza, en el estacionamiento del ayuntamiento. Dora Beata de la Cruz Martínez inauguró “Las vacaciones más locas del reino” amontonando los libros en una inmensa pira frente al colegio secundario. Miles de alumnos renegados desfilaban frente al silencioso edificio que parecía llorar a través de sus ventanales y al grito de: -¡Birra, Birra, Birra!- encendieron en nacionalsocialista hoguera el montón de libros cambiados por alcohol. Dorita sonreía mostrando groseramente sus equinos dientes y desde improvisado palco saludaba con la mano derecha el desfile de las diferentes delegaciones que a su paso elevaban la mano y clamaban por más cerveza.

 

    -¡Birra, Birra, Birra!

 

    -¡Birra, Birra, Birra!

 

    -¡Birra, Birra, Birra!

 

    La imagen dio vueltas al mundo. Ochenta vueltas en un solo día. Los europeos miraban horrorizados y varios noticieros se atrevieron a establecer la analogía entre éste desfile de “locas vacaciones” y la quema de libros del tercer Reich. Los norteamericanos aprovecharon la volada para hacer propaganda en contra de las monarquías, menos de la inglesa... por supuesto. Los chinos, por las dudas, estacionaron sus tanques de guerra en casi todas las plazas de la república (todas rojas). Los rusos ignoraron diplomáticamente el tema, ya que como se sabe hubieran preferido irrumpir a los disparos en el recinto y culpar (por si las moscas) a los chehenos, o a los de Georgia, o a los de... Pero el caso más extraño se vio en Sudamérica donde no sólo no se repudió lo sucedido sino que algunos conductores de programas de tevé lo usaron en sus humoradas y no faltaron los idiotas que intentaron realizar quematas similares en sus propios pueblos.

 

    La ocupada aldea traía infames recuerdos de otras épocas, plazas copadas por las fuerzas del tirano ante la atónita mirada de estupefactos pobladores y, contra esto, la tímida oposición de un grupo mínimo, de aquellos mismos de siempre que no se sometían a la demagogia. 

 

    Y que no lo harían nunca. 

     

    Nunca.

 

    La noche de la quema de libros terminó, como era de suponerse, cuando llegó el día. Ya con las primeras luces del alba podía verse el triste espectáculo de miles de cuerpos diseminados por casi todas las calles del poblado. Charcos, lagunas, mares de vómitos emanaban su hediondez inundando el aire de un almizcle ácido. Cerca del barrio de comercio unos perros lamían los despojos lanzados por los ebrios. Más allá la perra pastor alemán del maestro defecaba sobre los cuerpos de otro grupo de alumnos renegados. Llegando al basurero los recolectores notaron que entre los despojos que llevaban en el camión habían cargado (tal vez sin querer, tal vez no) algunos borrachos. La misma Dora Beata fue encontrada hiperultraemborrachada y semidesnuda junto a dos adolescentes detrás del escenario de la plaza. Los vecinos parapetados en sus casas llamaban furiosos a la radio; mientras que los simples ciudadanos, rumbo a sus diarias ocupaciones, esquivaban los cuerpos diseminados por doquier.

     

    Llegando el mediodía cuando Febo comenzó a hacer ostentación de su magnificencia, las náuseas de su propio hedor hizo multiplicarse la superficie de vómito diseminado. Cerca de las seis de la tarde cuando la fresca paulatinamente desplazaba el nocivo efecto del calor solar se hizo tangible la aseveración de las sagradas escrituras y asistimos a la resurrección de los muertos. Comenzaron a moverse los cuerpos adolescentes y nuevamente hordas de jóvenes coparon la aldea. Tímidamente al principio, enardecidos luego recorrían las pocas calles al grito unánime de: -¡Birra, Birra, Birra! La presidenta de la concejalía notaba a su pesar que el chiste se le había escapado de las manos. Pero luego de que uno de los niños que la había poseído entre copas la noche anterior le acercara más cerveza se unió a la caravana. 

 

    Las hordas asolaron la estación incentivados por Dorita. Luego (aún desconocemos quién fue el iluminado) alguien sugirió que si era “dame un libro, te doy una birra” libros hay en una biblioteca. Y así fue como los jóvenes, en plena ansiedad post-resaca destruyeron la biblioteca popular. Ante tal magnitud de desmanes el Real Instituto de Salud Pública, puso a la aldea en cuarentena y por expresa “sugerencia” del superintendente de la comunidad regional Antonov hubo de declarar zona de desastre generacional y ley seca hasta que se normalicen las cosas.

 

    Finalmente, luego de arduas batallas propagandísticas en radios, folletos, programas de televisión regional, cartas de lectores, afiches, boca a boca, y repartijas de comité el ayuntamiento revocó la sesión en préstamo del edificio de la ex estación ferroviaria a los integrantes de “la casa de la cultura”. Quedó claro entre la población no adicta a Gonzalito Antonov que el ayuntamiento no había nunca desembolsado ni un real en el funcionamiento de la clausurada institución. Entre los obsecuentemente adictos al alcalde podía verse una sonrisa de satisfacción y escuchar de sus pútridas bocas expresiones de apoyo por el ahorro logrado. 

 

    El jefe partidario de la Unidad Civil pidió explicaciones al alcalde de Coronel González Plata por los hechos acaecidos durante la “semana loca”. Y en congreso general partidario Antonov tuvo que dar explicaciones.