miércoles, 23 de diciembre de 2020

El Plan

Los pre adjudicatarios

    Finalmente llegó el esperado día. La noche anterior, Carmela y Máximo Sottocorno habían... soñando despiertos... idealizado (como tantos otros pobres pajaritos) cómo sería la vida en su casa nueva... bajo el techo propio. Acá un pequeño jardín... Al frente la habitación de los chicos, por el otro lado la biblioteca... Bah! El lugar para la compu y los libros. Ves? Se unen al cuerpo principal que sería la construcción que se entrega y en el medio queda una entrada jardín. Un portón con rejas de estilo colonial... Y así se retiraron a sus aposentos maritales, se amaron con gran entusiasmo y cada uno en su sueño, siguió soñando con la casa. La casa que por fin sería propia.

 

    Al mediodía siguiente pasó por la casa de los Sottocorno la madre del Sr. Vallemar. 

 

    –Chicos... Chicos llegaron las listas! ¿Las vieron? A mi hijo le tocó casa... pero me parece que a ustedes no.

 

    Inmediatamente (movidos por la curiosidad, la ansiedad y el desconcierto) abordaron el automóvil partiendo raudamente hacia el ayuntamiento para así ver, en su cartelera, el tan esperado listado. Ahí estaba: como blasfema esvástica en plena sinagoga, como el retrato de un violador en la mesa de luz de la niña ultrajada, como heces caninas en medio del salón: el listado en el que ellos figuraban últimos, no como adjudicados sino de suplentes. Y... en el primer lugar haciendo bandera de la iniquidad: “Madre” Grimaldi. Seguida en supuesto orden de méritos por: Omar Malavida (y cónyuge), Noelia Comecoqui (y cónyuge), Juanjo Martell (y cónyuge), José Alfredo Colorados (y... ¿cónyuge? Si estaban separados toda la aldea lo había comentado en su momento), Armando Revoleu (y cónyuge), Sr. Vallemar (y cónyuge), Rodrigo Mendoza y noviecita además de otros incontables ciudadanos todos en absoluta simpatía con la Unidad Civil. Finalizando el listado unos pocos no adeptos a Antonov.

 

    -¿Cóóóómo?- gritaron al unísono los estupefactos Sottocorno. –¡No puede ser! ¡Es una burla! Pero ¿qué pretenden estos hijos de mil putas? ¿Qué uno abandone de una vez esta aldea de mierda? 

 

    -Ya fuera de sí mismos estaban dispuestos a atropellar a quien fuera necesario. Se introducían en el vehículo para regresar a su hogar cuando hizo su aparición desde atrás de una insolente sonrisa, Timoteo.

 

    -¿Y Máximo, qué tal?

 

    Máximo, insultos mediante, cargó contra la burla del consejero, éste advirtiendo los modos del anterior se apresuró a tomarle la mano y saludarlo “como si nada”. 

 

    – No pará Máximo ¿qué pasa?

 

    -¡No te hagas "el otro" que sabés muy bien lo que pasa infeliz! ¡Me dejaron afuera y por si fuese poco ahí en el primer lugar mirá quién está! No puede ser... ¿qué pretenden?

 

    - No Máximo... pará. Explícame que no sé qué te pasa.

 

    - Los listados... ¿no sabés nada? Vení, mirá.

 

    -¿Sabés que no? Recién me enteré... me vinieron a decir a la concejalía que habían llegado. Y recién ahora los iba a ver. No, no... no sé nada... a ver cómo que te dejaron afuera?

 

    Durante el transcurso de la conversación Máximo y esposa se subieron al automóvil. Timoteo los seguía haciéndose el inocente. Ni bien Carmela se sentó y cerró la puerta éste introdujo la cabeza por la ventanilla abierta e intentaba calmar a Máximo. Es que Timoteo Cordones sabía que se había procedido mal y sabía que eso significaba que Sottocorno “incendiaría la aldea”. Creyeron (los miembros del ayuntamiento) que el hecho de figurar suplente calmaría al revoltoso. Creyeron tal vez que éste (Máximo) pensaría inocentemente que: bueno... que las cosas se habrían hecho bien... y que le tocó así por cuestiones del destino. Más adelante Timoteo mostraría la hilacha de la que estaba confeccionado que, como era de suponer por su pronto ascenso en el partido, no era seda pura, era sí hilacha de la más ordinaria, de esa que se utiliza para confeccionar la tela de las bolsas de papa y los trapos de fregar.

 

    -Veníte el martes por la concejalía y hablamos.

 

    -Me voy Timo... - murmuró Sottocorno- ya van a saber de mí. 

 

    Y sin esperar que Cordones termine de quitar su cuerpo del vehículo, le dio gas. El automóvil se movió unos metros y luego envuelto en un rugido atípico salió a todo galope... dejando sus huellas en el asfalto.

 

    Llegaron a la vivienda casi histéricos. Comieron e intentaron dormir. A las cuatro de la tarde El nosocomio local retenía en observación a Máximo bajo un cuadro severo de hipertensión. Cerca de medianoche le dieron la externación con la recomendación de que no se haga “mala sangre”. Una vez en su casa decidió proyectar su frustración en una carta dirigida al director del periódico.

 

 

Carta de Máximo Sottocorno al diario Río Plateado

 

González Plata, 15 de septiembre de 2005

DEMAGOGIA, CORRUPCIÓN O QUÉ?

 Sr. Director:

    A principios de año se convocó a la inscripción para un plan de viviendas que el Real Instituto de Planificación de la Vivienda construiría en Coronel González Plata. Como no poseo propiedad y cumplo con los requisitos decidí inocentemente anotarme. Uno de los primeros requisitos era justificar ingresos familiares por un monto superior a los $1.150, cierta cantidad de años de residencia en la localidad, no poseer inmueble ni loteo social u otras operatorias de viviendas institucionales. 

    Hoy 15/09 se hicieron públicas las listas luego de una angustiosa y sospechosa demora y de varios –en diez días están los listados- que “amablemente” respondían los empleados departamento de inacción social del ayuntamiento a cargo de la operatoria. Mi lugar en la lista era el correspondiente al último calificado como suplente. Soy un hombre instruido y hay cuestiones que no me cierran: 

 

1) Para tabular la información de las aproximadamente120 familias inicialmente inscriptas (con reglas y requisitos claros) no es necesario un tiempo excesivo. Se cotejan datos, se suma puntaje y se asigna. Nada muy distinto al trabajo censal o al escrutinio de una mesa electoral (funciones ambas en las que debí desempeñarme). Cabe destacar que supuestamente esta información estaría para los festejos del aniversario de la localidad. (19/05)

2) Si para ingresar era necesario un monto de ingreso mínimo de $1.154 reales con 36 centavos y medio. ¿Cómo puede ser que como preadjudicados titulares haya gente que recibe subsidios alimentarios? Manipularon las preadjudicaciones o alguien roba con los planes sociales. La evidencia está a la vista. Por si algún juez ocioso quiere hacer algo.

3) Se contempló como familia, y se incluyó como preadjudicatario a matrimonios separados y con nuevos ensambles familiares ¿¡vivirá con sus dos maridos!? Eso va contra la ley, es bigamia, es inmoral. Pero desde la institución encargada de revisar y adjudicar podría tener otro calificativo.

4) Están en la lista de titulares gente que no trabaja (Vivimos en una pequeña aldea y nos conocemos), gente adjudicada con loteos sociales. Gente que tiene ingresos y capital a quienes debería darle vergüenza pedir una casa de plan.

 

    Ahora yo me pregunto: ¿Quién tiene que hacerse cargo de hacer cumplir las reglas que ellos mismos imponen? O por qué directamente no organizan los planes de vivienda, por ejemplo: Plan Amigo, Plan Amigo ll, Loteo de la Unidad Civil, y Empleados del Ayuntamiento.

    Espero que esta presentación haya sido un error (o un mal chiste). Si no... no encuentro el calificativo que le corresponda.

    Si alguien me puede dar una explicación convincente y no una fantochada como la que intentaron hacerme creer mientras miraba la lista, estaría agradecido.

 

Muchas gracias _ Máximo Aurelio Sottocorno _ LE: 12.348.913

miércoles, 16 de diciembre de 2020

El plan

 Dudas y temores

Lentamente el invierno va dejando de blanquear el césped de la plaza, y las ramas de los castaños. El río poco a poco va aumentando su caudal (no como aquél fatídico año de la sequía artificial y toda la parafernalia del ayuntamiento). Los días como todos ya sabrán y del mismo modo en que ya lo han descrito infinidad de autores y poetas comenzaban a alargarse y el sol a mostrar su esplendor. Las niñas se engalanan y recorren ida y vuelta la calle principal de la aldea; los muchachos sentados en la esquina frente a la panadería y el “TODO POR DOS PESOS” les hacen ojitos, las saludan, juegan de mano haciéndose notar y luego ven pasar las niñas ya señoritas, ventean como toros en celo, y por fin admiran el paso ya postrero de los esbeltos y carnosos cuerpecitos en promesa de fruta madura. Más tarde cada uno en su hogar soñará con lo que no se atrevieron a decir y en sus sueños serán: hombre y mujer, por primera vez. Estas tardes que se prolongan sobre el horizonte del Coronel González Plata y aletargan el espíritu humano generando primaveras y capullos en flor generan milagros como el de ver a Carmela barriendo y baldeando la vereda de su casa. “Es bueno” diría en otra oportunidad “uno se comunica con vecinos que ni sabía que tenía y qué buen aire provoca el agua fresca en el cemento ya caliente por el sol que retorna de la lucha invernal”. Así era, evidentemente. Trabó conversación con su vecina que apuntaba los porotos para el mismo milagro que –para ser honesto- el milagro sucedía en la comarca toda.

-¿Qué haces Carmela?- dijo la andaluza- ¿qué sabes de las casas?

- y... Mirá... entre nos (y esta introducción misteriosa casi siempre invita a hacer rodar por las trompetas de la fama aquella infidencia que se presentó como secreto) la fiambrera del Plateado me dijo que según “La Catalina” ellos ya estaban adentro... entonces lo lógico sería que nosotros también... o sea ellos tienen un terreno del ayuntamiento...

- Sabes que eso me tiene preocupada- respondió la andaluza esposa del Sr. Vallemar- nosotros tenemos el terreno aquél y mira si por eso quedamos fuera.

- Por lo menos te quedaría el terreno. ¡Nosotros ni terreno tenemos!

miércoles, 9 de diciembre de 2020

Proyectos inaplicables y la puta costumbre de poner el palo en la rueda Vlll

El Juicio

    El proceso no necesitó mucho tiempo para recavar las pruebas contra Máximo Sottocorno. El juicio era una parodia y una buena manera de deshacerse para siempre de este palo en la rueda que representaba el acusado. A sabiendas de que era ilegal desde la normativa hasta cada uno de los pasos del proceso se lo había mantenido en total incomunicación y sin posibilidad de defensa ya que ni abogado se le había permitido tener.  

    El juicio se desarrollaría como si fuese la edad media. Llegaron representantes del Vaticano, representantes de la iglesia local, vecinos destacados y sería público, es decir también abierto a simples ciudadanos. Comenzó a construirse en el centro de la plaza principal una pira hecha de durmientes de ferrocarril. La sentencia de culpabilidad estaba fijada desde antes de iniciar el juicio.

    La mañana en que se llevaría a cabo el juicio público del hereje, Antonov fue el primero en llegar a la plaza, acompañado por Dora Beata de la Cruz, Paco Malaspina, Catalina Ballesta y Timoteo Cordones. Se ubicaron en la primera fila, armados de tomates y ostentando amplias sonrisas. En las últimas filas se hallaba familia y amigos de Máximo Aurelio. Cerca de las diez, el reo fue llevado ante la presencia del altísimo tribunal dando comienzo a la parodia; pero... siempre hay un pero tratándose de Sottocorno. La familia y amigos de Máximo ostentaban una maliciosa sonrisa que desconcertaba  a sus verdugos.

Iniciando el trámite previo a la sentencia ya de antemano establecida por Antonov y sus secuaces, ante la mirada entre inquisidora de algunos, curiosa de muchos y desconcertante de todos los opositores al régimen Sottocorno fue llevado ante la corte eclesiástica. Entonces Sancho, con su aspecto desagradable y bonachón, haciendo gala de su condición de anfitrión dio comienzo a la ceremonia. Interrumpida ésta por la carraspera del oficial del Vaticano. 

Sancho se acercó a su eminencia y fue reprendido duramente por éste, hecho que no pasó desapercibido por nadie en el lugar. Finalmente se comenzó con el juicio. Se llevó al reo frente a la corte e inútilmente se intentó que éste se pusiera de rodillas. Los oficiales de carabineros y gendarmes lo golpearon repetidas veces hasta que por teléfono un juez garantista les recordó que violaban la constitución. Era obvio que el proceso sería televisado en vivo y en directo segundo a se-gun-do. Parece ser que la postura de Sottocorno tenía más adeptos de lo que Antonov suponía o el amarillismo por estos días era extremo. Una vez (de pie) frente al estrado, las manos esposadas hacia atrás y evidentes signos de maltrato, Máximo miró sobre el hombro, enfocó una silla y se sentó de golpe sin percatarse (o con toda intención) de que lo hacía sobre el alcalde. Éste intentó levantarse y al no lograrlo comenzó a chillar como cerdo. Alguien acercó entonces una silla para el acusado. En eso regresó Sancho vestido con traje de ceremonia, es que entre otras cosas, el arzobispo enviado de la santa sede le había reprendido por lo informal de sus vestiduras. 

-El traje de calle no es para los oficios- sentenció su eminencia. 

Pero Sancho tenía esa costumbre de no respetar los atavíos propios para cada cosa. Fue así como Máximo lo había descubierto acosando a niñas a la salida del colegio. Entre ellas a Brenda. Y era éste el as que se guardaba en la manga... Jé! El ciervo de dios... si no ¿cómo sabría que ese tipo al que golpeó por molestar a las niñas era el cura? Desde aquél día cada vez que se cruzaban en algún negocio o en la escuela Sancho bajaba la mirada y elegantemente se retiraba... pocos notaban la maniobra... pocos pero siempre alguien. Nadie es invisible, nadie totalmente impune.

-¡Máximo Aurelio Sottocorno! Está usted acusado de ateísmo y herejía en los casos que en el transcurso de esta jornada le iremos manifestando- comenzó el sacerdote a cargo de la parroquia del coronel González Plata. -Veamos entonces su origen: ¡hable!

-¿Quién es?- respondió Máximo simulando una conversación telefónica. 

A lo que el oficial de justicia respondió luego con un puntapié en las costillas. Sottocorno miró de reojo a su agresor y sonrió. Giró levemente sobre sus talones y respondió la agresión con un feroz planchazo sobre la boca del oficial... quien se desplomó inerte sobre el pedregoso suelo de la plaza. Ahora en actitud altiva y desafiante respondió: 

- Máximo Aurelio Sottocorno... noble de raza y espíritu... no como voz proxeneta ridículo que profesas una fe que no cumplís ¡pedófilo! 

La respuesta del público fue entre una carcajada y un generalizado murmullo. El enviado del Vaticano hizo sonar su garganta acallando la posible respuesta del párroco platense. Y pidió al acusado que por favor prosiguiera. Máximo comenzó por desautorizar al tribunal y recordar que la inquisición había terminado hacía ya varios siglos. A lo que el tribunal respondió que en su momento se hablaría del tema. Finalmente Sottocorno explicó su origen: 

-Romano, "señor"- y pronunció tal palabra de manera que en vez de respeto denotase repudio. -En el año 1.300 de nuestro señor Jesucristo mi familia se radicó en esta tierra. Bajo las órdenes del señor “Aurelio El Magno, por gracia de dios,” se sirvió en las cruzadas. Obteniendo así al regreso el título de Caballero. Y por los servicios a la corona nos fue ofrecida tierra bajo el calificativo de Marqués nombrando el rey como López a mi bis tátara abuelo y Marino por ser nuestro origen primigenio de una tierra de ultramar. Siendo éste el nombre que ostentaría el título nobiliario; pero con el derecho de conservar el propio por arrogancia familiar.

Estas declaraciones suscitaron un murmullo entre los oyentes y sobre todo entre los representantes de la fe.

-Máximo Aurelio- vociferó Sancho esgrimiendo la Biblia como si fuese un predicador de televisión – se le acusa de hereje y ateo ¿cómo se confiesa?

-¡Librepensador!- gritó Máximo y nadie podrá obligarme nunca a nada. Sé muy bien bajo los preceptos y valores que fui educado y al parecer mi moral es mucho más alta que la tuya- volvió acusar al sacerdote- ahora, a pesar de estar esposado con las manos en la espalda cargó contra Sancho y clavándole los ojos en el entrecejo del cura de pueblo prosiguió – ¿de qué me acusás? ¿Vos... tenés el descaro de ver la paja en el ojo ajeno? Esto provocó el tumulto general y la audiencia hubo de suspenderse por unos minutos.

Una vez reanudada la audiencia se le informó al acusado que estaba  acusado de herejía. Tranquilamente el acusado pronunció un extensísimo discurso que duró más de cuatro horas en el que explicaba la etimología de la palabra hereje y adoctrinaba sobre el concepto de la misma palabra. A cada momento, ejemplificaba con un leve ademán que señalaba al sacerdote del pueblo. Algunos vecinos se sorprendieron al descubrir el enciclopedismo religioso de este ateo. Explicó, por ejemplo el concepto de herejía en función de la fornicación... y miró largamente a su acusador. Luego hizo lo propio con el concepto de adulterio, adulteración y mentira... y miró más largamente otra vez a Sancho. Recordó las diez sugerencias- mandamientos- corrigió el arzobispo y explicó el por qué se habían dictado en aquél momento los motivos (a su criterio) históricos y políticos. Recitó a la perfección el padrenuestro, ave María, Gloria y Credo. Cerca de las doce de la noche lograron hacer que hiciera una pausa en su discurso ofreciéndole un vaso con agua. Acto que aprovechó el presidente del tribunal eclesiástico para llamar a cuarto intermedio hasta la mañana siguiente.

    A la mañana siguiente, como era domingo, el proceso comenzó con un oficio religioso. Antonov y los honorables miembros de la concejalía llegaron a media misa. Y no tan felices como ayer. El arzobispo ostentaba una expresión más severa que un muerto y no disimulaba el fastidio cada vez que se cruzaba la mirada con Antonov o con Sancho. 

 

    -¿Qué le pasa a este boludo? Comentó no en voz muy baja el alcalde.

 

-Máximo Sottocorno- comenzó la audiencia

- ¡Escribí bien el apellido infeliz!- se dirigió Máximo a “la india” que vaya uno a saber por qué estaba oficiando de escriba – Se escribe con dos te y con mayúscula ¿y cómo es que desempeñas una función pública si no sabés ni agarrar una lapicera? ¿Qué soñas? ¿Ser ministra de educación?

y la carcajada del pueblo fue generalizada. Tal vez varios compartían aquella inquietud. La improvisada escriba bufó por lo bajo y luego de varios intentos comenzó a escribir.

-Máximo Sottocorno- ahora era el arzobispo el que hablaba- se le acusa de herejía al profanar la casa del señor en palacio real y secuestrar en su propio domicilio al obispo real. Y en la pregunta estaba implícita la trampa. El secuestro no había sido en el domicilio del obispo sino en dependencias de la casa parroquial del palacio.

- Señor- respondió el acusado- si se me acusa de ateo ¿qué voy a hacer yo en el una iglesia? Por favor...

- ¿Secuestró usted al obispo de palacio?

- ¿y con qué motivo lo haría? Además... si me dice que al obispo lo secuestraron en su domicilio técnicamente dejaría de ser un secuestro para pasar a ser, en todo caso una toma de rehén. Si no me equivoco.

-No es el punto. ¿Ingresó usted en la iglesia y secuestró al obispo?

- Espere, "señor"- y otra vez sonó ofensiva tal palabra- ¿no dijo usted que el secuestro fue en su domicilio? ¿Qué vive? ¿En la iglesia o qué? El murmullo del pueblo fue generalizado. Luego sentenció: amparado en el artículo tercero de la constitución y por la gracia de su majestad el Rey, ni Usted ni nadie puede acusarme y sentenciarme sin pruebas. La inquisición terminó y por si eso fuera poco sabrá su excelencia que el vaticano pidió disculpas por la inquisición medieval. Entonces este juicio es nulo.

Otra vez el oficial de justicia intentó reprimir a Máximo pero se contuvo... y se fijó bien de mantenerse a distancia del reo. La multitud ya se hallaba exaltada y a punto de desbordarse.

El obispo aceptó a medias las palabras pronunciadas por Sottocorno. Acto seguido pidió al acusado que explicase entonces dónde había estado los días en cuestión, los de la profanación de la catedral y la casa parroquial.

- Pude haber estado en mi casa... en las tierras yermas del norte... en Las Puertas Del Cielo... en el palacio real... no importa. Soy un hombre libre que no me debo nada más que al rey- en todo caso- ¿por qué no le pregunta al representante de dios en la aldea qué hacía mientras que yo estaba en palacio según se me acusa? 

En ese momento Sancho se hallaba bebiendo, sorbete mediante, un refrescante jugo de durazno. Comenzó a toser casi al punto de ahogarse con su refresco 

–Con la vara que midas serás medido- y no diré una palabra más en mi defensa- se sentó y guardó completo silencio hasta el final del juicio.

    El jurado se retiró a los aposentos parroquiales de González Plata. Mostraron a Sancho filmaciones donde se lo veía manteniendo relaciones sexuales orales con una menor de edad, otra donde se veía al sacerdote felando a un muchachito, en otras se veía a miembros de la sociedad platense refregándose en plena misa ante la vista gorda de él. Y se le informó:

1.      Que la acusación de herejía parecía más un ajuste político de contra oposición que otra cosa.

2.    Que ante las evidencias se procedería a la excomunión del alcalde por no respetar la casa del señor (acusación proyectada vilmente sobre el acusado)

3.      Y su traslado a los calabozos de la santa sede para su proceso por incumplimientos morales varios con el agravante de buscar chivo expiatorio en la persona de un librepensador.

¿De donde habían sacado esas filmaciones? Claro... la tecnología que aún no llegaba para todos. Ese pequeño teléfono que traía el joven Maffina tenía incorporada un video filmador. Lo que es la ciencia.

 
    A las seis de la tarde se presentó el veredicto. El arzobispo se vio en la penosa tarea de pedir disculpas en nombre de la iglesia y anunció la remoción de Sancho. Asimismo expresó que Dios vería mejor a un librepensador ético y honesto que a un religioso malintencionado. 
 
    - Dios ve los corazones en cada acción- dijo- no cuenta las monedas del diezmo.

miércoles, 2 de diciembre de 2020

Proyectos inaplicables y la puta costumbre de poner el palo en la rueda Vll

Sacrilegio

    De alguna manera se había filtrado la información de que Máximo Aurelio se había hecho pasar por obispo. Eso sí, nadie sabía los pormenores del asunto. Pero no resultaba difícil para Antonov suponer que algo tenía que ver con la sorpresiva visita del soberano al rincón más recóndito del reino. Tal vez la extraña forma en que Sottocorno se inclinó ante el rey, o la mirada entre sorprendido y familiar que éste le entregó al oírlo hablar. Siempre hay un estómago resfriado incapaz de tragarse un secreto (sobre todo si perjudica a un tercero). También es cierto que muchos que no se atreven siquiera a respirar fuerte se vanaglorian de las hazañas de otros y pasan toda su vida esperando la oportunidad de levantar en hombros a aquellos que se la juegan. Así, tal vez, festejando la hazaña de otro, alguien comentó y el delirio popular extendió la secreta hazaña a los cuatro vientos en las sonoras trompetas de la fama. No existía manera de confirmarlo. Sabían que la tortura con este hombre no funcionaba puesto que en los años de la guerra civil ya lo habían intentado. Y por los demás implicados, nadie sabía bien quiénes habían sido y el folclore anunciaba la hazaña de un hombre. No de un grupo.

 

    Igualmente los déspotas, aún cuando un sufragio valide su estancia en el poder, siempre encuentran una excusa y un método de persuasión o de persecución para así mantener oprimidos a aquellos que por otro lado sostienen en el aire los miserables castillos de su iniquidad.  La excusa estaba escrita en el imaginario colectivo, en las hazañas que de boca en boca comentaban y aumentaban sobremanera los simples ciudadanos. Que Sottocorno era el intruso en palacio, que habló con dios, que convenció al rey, que se hizo pasar por papa (perdón... obispo) que se folló a la reina en un confesionario que, que... que.

-¡Que este ateo hijo de mil putas!- gritó Antonov. ¿¡Cómo mierda hizo!? ¿Me querés decir? Habría que quemarlo en la hogue... ra. Ahí está... cometió sacrilegio! 

Dijo mientras con una mano extendida percutía rítmicamente sobre la palma de la otra. Cambió drásticamente el tono de su voz. Miró por la ventana de su despacho como buscando inspiración. Desde su posición podía verse a lo lejos la restablecida desembocadura del río antes profanado confundirse con las aguas agitadas del océano. Giró sobre sus caderas y apuntó como con un disparo al abogado que se hallaba en un extremo del salón, habano en mano, y presto a derramar escocés sobre unos hielos dentro de un vaso. Malaspina guiñó un ojo y susurró: 

-Veo que estás aprendiendo, ahora las ideas empiezan a ser tuyas. Me gusta eso. 

Brindó a su salud, luego bebió de un sorbo el wishky. Posteriormente sirvió dos vasos iguales al anterior: otro para él y uno para el alcalde.

A la mañana siguiente comenzaban agruparse los curiosos frente al espejo de la vereda opuesta al ayuntamiento intentando descifrar la borrosa imagen que éste reflejaba. La imagen semejaba algún incendio, personas, una cruz, vagos conceptos a los que el común de los ciudadanos se mostraba incapaz de asignarle un significado. Media cuadra más allá Máximo Aurelio acomodaba sus cabellos y calzaba sus nuevas gafas de sol mientras simulaba interesarse en la ropa de una de las vidrieras. Suspiraba,  estiraba la trompita y cambiaba de negocio culpando al cielo y a su madre por haberlo hecho así. Le era imposible disimular la alegría que le causaba el haber recuperado su aspecto habitual de habitante del Olimpo. La barba crecida no le quedaba muy bien puesto que privaba al mundo de la beldad de sus rasgos. Al notar que unas muchachas le observaban no pudo evitar una sonrisa... algo extraño en él (eso de sonreír).

Y... no era de extrañar el hecho de que todo el mundo lo mirara tanto... no era su perfil de Teseo... ni sus espaldas de Atlas... ni su reconocido intelecto. Su desaparición y su cambio de aspecto no habían pasado desapercibido para nadie. Ni siquiera para Antonov y sus secuaces.

Entretanto los paparazzi y la prensa de mayor seriedad le daban a la lata por televisión nacional al asunto del intruso en palacio. Tanto era así que hasta sorprendía al mismo Sottocorno el enterarse de algunas de las fechorías supuestamente por él cometidas. Lo único que tenían en claro los investigadores era que el intruso en palacio había confesado al mismísimo rey en el día de su santo y que dicha charla de confesionario había provocado un cambio en el manejo político del soberano. Los investigadores no podían descartar esta pista ya que si el obispo no lo había hecho, por estar en un lamentable estado de ebriedad, alguien sí había confesado a su majestad. Esto inflamaba los ganglios inferiores del alcalde que para estas alturas no podía sentarse tranquilo ni dormir boca abajo por la terrible inflamación testicular que el particular le causaba.

“Si... fue él... no me queda ninguna duda” repetía para sí Gonzalito “ese cambio de aspecto, esa ausencia suya justo para la fecha, la inoportuna visita del rey justo a MÍ COMARCA luego de su ausencia, el dato preciso de la eliminación de las fiestas patrias, la mirada que su majestad le regaló a este don nadie... sí fue él”. Hilaba fino el  alcalde e iba atando cabos sueltos desenredando lentamente la trama de este embrollo que le metía, una vez más, el palo en la rueda y así evitaba la puesta en marcha de sus inicuos planes. Pero ésta vez tenía un plan. Un plan propio que ni Dora Beata, ni Paco Malaspina ni nadie le había sugerido. Éste se le había ocurrido a él solito sin la menor ayuda de nadie. Con esta nueva idea quedaría bien posicionado frente al soberano y su ultracatolisismo. Le conferiría el apoyo total de la iglesia y hasta cierto poder político dentro de la curia. Y sobre todo una herramienta legal y letal contra Sottocorno y los mismos de siempre. Esa idea era imponer lentamente una especie de inquisición moderna, basada en la falta de respeto de un ateo que intentó emular a su santidad el obispo real para beneficio propio. Juntarían las pruebas... juzgarían al hereje y lo incinerarían vivo en acto público. Sólo faltaba una cosa: el marco legal debería ser previo al juicio para que este “hinchapelotas” no le encuentre la vuelta.

Antonov comenzó a poner en marcha su idea hablando con el cura. Sancho le explicó que antes de acusar a nadie de hereje debería dejar de serlo él. Procedió a bautizar al alcalde y a darle la primera comunión. Para esto primero debió confesarlo. La confesión de Antonov duró exactamente 14 días y 16 horas de dedicación full time. Parece ser que el hombre había pecado y le costaba recordar todo aquello que consciente había hecho mal o con mala intención. Luego de conocer los mínimos conceptos de la fe y la religión comenzó a reunirse con grupos radicales y fue juntando adeptos. Resultará extraño que Sancho se halle entre estos radicales, todos ya sabemos de sus debilidades pero... ¿qué decir? Nunca mejor aplicado el decir bíblico “la paja en el ojo ajeno y no la viga en el propio”.

El primer movimiento de este ajedrez sacro fue dictar una norma con fecha anterior a los sucesos de palacio. Demagogia sí pero luego Antonov y el total de la concejalía pasaron por el confesionario y entregaron limosna. La norma catalogaba como delito cualquier irrupción de un ateo a la casa del señor y se hacía extensiva a los habitantes de la comarca para cualquier lugar del mundo en que se hallaren.

El segundo movimiento fue delegar los casos de justicia religiosa a la autoridad eclesiástica quitándole la competencia para los casos mencionados a la justicia ordinaria.

Tercer movimiento y jaque: ubicar bajo jurisdicción parroquial a todos los habitantes de la comarca fuesen creyentes o herejes sin excepción alguna por credo, raza o lo que fuere. Es decir pasó a la clandestinidad a toda aquella persona no católica de la comarca.

Cuarto movimiento: se procedió al arresto preventivo de Máximo Sottocorno bajo la acusación de: herejías varias, atentado contra la autoridad, burla manifiesta contra la autoridad eclesiástica al irrumpir indecorosamente en la sede parroquial del palacio real y sedición.

A todo esto, Máximo se hallaba en la radio local, previo notificarse de su paso a la clandestinidad, despotricando contra (obviamente) Antonov y su neo-inquisición. El pueblo no se hizo esperar y comenzó agruparse frente al ayuntamiento como olfateando que el alcalde algo tendría que ver... y no sólo la iglesia. En el espejo que se hallaba en la vereda opuesta al ayuntamiento podía verse el vago reflejo de una cruz hecha con revistas Play-Boy.

-¿Qué mierda querrán estos?- decía Antonov.

- Mientras que desde la ventana de su despacho, catalejo en mano, intentaba observar si el espejo ostentaba alguna imagen. ¡Y la vio! Pero no pudo interpretar nada. Se sentó en la silla del escritorio, subió los talones hasta el asiento quedando en una posición un tanto simiesca y comenzó a rascarse los testículos. En esta incómoda situación se encontraba cuando irrumpieron en el despacho: Paco, seguido de la secretaria privada de Antonov, y un séquito de 17 periodistas de: grandes exponentes de la prensa a nivel mundial. En la primera plana de los citados periódicos, a la mañana siguiente, podía verse la grotesca figura de Gonzalo Antonov “rascándose un huevo” y el intento de Paco Malaspina por ocultarlo de las cámaras. No aclare que oscurece o mejor dicho: no esconda que resalta.

De alguna manera la prensa internacional estaba al tanto de la nueva inquisición y del arresto de Sottocorno. –Bueno- le susurró Malaspina al alcalde- que no revuelvan porque hay más. En rueda de prensa, un poco más formal, Antonov se justificó y fijó fecha para el juicio contra Máximo Aurelio.

Entretanto, los mismos de siempre habían comenzado a movilizarse. Ernesto Tanque, Paola Tapia, Jaime Bellograno, Carmela  y otros. Entre otras cosas se habían enterado de “algunas cositas” por medio de Manuel Maffina. Éste se acercó de manera espontánea y habló con la mujer de Máximo. Le mostró haciendo honor a su apellido, lo último de la tecnología. Enchufó un pequeño aparato a la computadora familiar y... oh sorpresa! 

- ¿Y esto?- preguntó Carmela

-Tranquila señora- respondió el adolescente- acá algunas cosas se tienen que terminar.