miércoles, 19 de agosto de 2020

Proyectos inaplicables y la puta costumbre de meter el palo en la rueda ll

 El Río ¿Dónde está?

 

Despunta tempranero el sol estival que hace sentir su fuerza aún antes de que culmine la primavera. Triste se va alejando el último suspiro del invierno entre las niñas engalanadas que se hacen ver por la calle principal de la aldea con grado militar y apellido de metal noble. Sobre la ribera del “gran río Blanco” se puede apreciar el rastro de algunos ciervos trashumantes que posaron sus estilizadas pezuñas en las cercanías del poblado provocando la furia de los numerosos perros enjaulados tras las rejas de las casas del centro y amarrados a una cadena y un poste en la periferia o simplemente sueltos y libres a la buena del destino y los tarros de basura que algunos vecinos se empeñan en sacar no de mañana sino que a la última hora del día a pesar de saber que el camión las recogerá en la mañana y que los perros merodean. Tal vez ésa sea su secreta intención, el sustento de las jaurías cimarronas de fieles servidores que abandonaron sus amos o que fueron abandonados por ellos.  Ese sol que indistintamente tiñe de luz a los vecinos y ciudadanos comunes, perros entre rejas de suntuosas casas y jaurías andantes de libertos canes. Ése mismo que sacó de las tinieblas el proyecto de contaminación radioactiva, ése maldito sol que se digna aparecer otra vez sobre las almas de los desocupados, acaba de poner en evidencia el secreto trabajo de Ernesto Tanque. Ha reflejado sobre el Río Blanco (más pálido al alba) y como un faro en la noche guió a los guarda faunas hasta donde se hallaba instalada la red con la que el desocupado “depreda” el río de todos, en busca de comida para sí y sus paisanos. Algún funcionario producto del intestino tránsito congresal declaró propiedad del rey y bajo arrendamiento del estado el producto ictícola de los ríos de la nación. Este proyecto se mezcló dentro del torrente duodenal de los recovecos legales y finalmente floreció como la feliz idea de un buen negocio: Vender a los particulares el derecho a la pesca. Como todas las leyes que están hechas para los ciudadanos comunes ésta no corría para la nobleza ni para los representantes populares. Alguien se quejó y otro respondió que eran vicios de la monarquía parlamentaria. En una democracia algo así no sucedería. No. En la democracia no existirían los absurdos. No deberían existir.

A lo lejos, entre la maleza que disputa al río la línea de ribera, Ernesto ve cómo guarda faunas levantan su red y se llevan su trabajo. Y su alimento.

Otro día sin que el hombre lleve qué comer a sus pichones. Otra noche en que la fresca y el alcohol vencen los párpados de E. Tanque. Otro sol (que ausente a su destino de pescador furtivo le calentará la espalda hasta hervir) mientras que Ernesto construye otra red para que mañana -o tal vez la semana que sigue- él, el Febo bastardo, le delate ante los custodios de la corona: -¡Ahí! ¡Uno que quiere comer sin pagar su derecho! Y Ernesto se multiplica por varios rincones de la comarca. Algunos rincones apilan cañas y anzuelos; otros, más redes. Otros, hambre y soledad. Y una misma idea subyacente: mientras el río esté nos serviremos de él. Como lo han hecho nuestros antepasados antes.

Antes de que ellos lleguen.

 

-¡Papá!- Gritó Juanito -¿En verano no se viene la crecida?-

-Sí hijo- respondió Ernesto – ¿No te explicó el maestro que a medida que suben las temperaturas en las tierras del sur comienza un fenómeno llamado deshielo que consiste en el derretimiento de la capa de niev 

- ¿ Y por qué baja entonces?- interrumpió el muchacho de unos once años de edad que producto de la hiperactividad típica de los preadolescentes había llegado hasta la ribera, como todos los domingos y feriados, minutos antes que su padre.

Ernesto tanque entre fastidioso y curioso se apresuró hasta la orilla exagerando los movimientos, haciendo ademanes grotescos y juguetones de agarrar o golpear a su hijo. Observó el río terriblemente bajo. Chapoteaban en el fangoso cauce algunos salmones que habían sido sorprendidos por la bajante. “Qué extraño” pensó. Y se sorprendió viendo cómo otros pescadores (autorizados y furtivos) y algunos paseantes miraban anonadados el inexplicable fenómeno.

 

*

 

El cura párroco daba su sermón habitual, habitualmente poco tenido en cuenta quizá por su aspecto de Sancho Panza beodo, con su desalineada barba y su abultada barriga. Como era su costumbre arremetía contra la pornografía y contra los pecados carnales, especialmente la pedofilia. Los concurrentes se torturaban boca afuera con el “por mi culpa, por mi gran culpa” (Entre ellos, Dora Beata miraba de reojo y rozaba el costado de muestro Señor Alcalde ante la vista gorda de medio pueblo.) Luego de su alocución moralista el sacerdote recordó las plagas de Egipto y apeló a reconciliarse con dios a la vez que recordaba a los feligreses contribuir con la obra y hacía circular una canastita para que allí (en prueba de fe y penitencia) colocasen su dinero.

Un murmullo generalizado inquietaba al sacerdote. El murmullo crecía desde el atrio hasta el santísimo, opacando el canto de los coristas; pero seguía ininteligible a los oídos del cura. Él sabía que lo “habían pescado” con la nena de María, la entrenadora de gimnasia localizada. Él sabía que alguno de seguro lo comentó y creía que el murmullo lo acusaba. Le quemaban sus piernas bajo la inmerecida sotana. Sabía que no lo había hecho monje el hábito. O que el hábito de tocar niñas había sido, una vez más, más fuerte que él. Y que lo seguiría siendo pues le gustaba eso. ¿Y quién lo cuestionaría? ¿Quién cuestionaría su moral al lado de una ninfomana, madre soltera y de dudosa relación con el alcohol? “¿A mí me van a acusar? ¿Quién les va a creer?” pensaba. Pero aún así el rumor le perturbaba, pensaba que algún ateo hereje o algún librepensador zurdo le podría querer serruchar el piso. El “padre” comenzaba a sentir palpitaciones mientras daba la comunión. Sentía que cada mirada inquisidora del pueblo congregado en la misa le acusaba. La madre, la niñita, el amante de turno de la madre. El alcalde  también notó un murmullo extraño que sin llegar a descifrar le hizo pensar en su propia falta. Alguien, al momento de saborear la ostia le espetó: 

- Padre: Por nuestros pecados, como en su sermón, dios nos castiga.

 

Y el párroco se desplomó.

 

Fue atendido por la doctora y asistido por los monaguillos “predilectos” y los pocos feligreses que aún se entretenían criticando al prójimo sin abandonar la iglesia. Fuera del sagrado recinto, en la plaza, la muchedumbre producto de la salida de misa y el retorno estupefacto de los seculares paseantes domingueros comentaba con inocencia medieval el comportamiento tan extremo del río a tales alturas del año.

 

Tan pronto como transcurrían los días dejaba de fluir el líquido elemento por el cauce arenoso del Río Blanco. No tenía novedades ni explicación de tal fenómeno la Autoridad Interjuridiccional De La Cuenca, ni el Órgano Rector Del Acopio De Producto Ictícola Decomisado Al Vulgo, ni la Internet. Algunos vecinos se endeudaron en préstamos al límite de la usura y realizaron grandes ofrendas a la virgen para expiar sus culpas. Otros culparon al estado del gran desastre natural... y no estaban muy errados que digamos. Llamó, sí, mucho la atención entre los comunes ciudadanos la tranquilidad con que se desenvolvían algunos vecinos y el propio sacerdote. Como si no tuviesen temor de Dios, como si fueran los habilitados para arrojar la primera piedra, como si fuesen ajenos a la bíblica calamidad del agotamiento del bendito cauce del río, como si no les importara un comino la pérdida de la producción de los huertos de castaños. Como si les importara un rábano que murieran de sed los porcinos de Cerdolín, como si les hubieran ganado la pulseada a los pescadores, como si de tan honorables no les fuera necesario bañarse. Y no. En vez de notar preocupación del ayuntamiento o temor en los ojos del representante eclesiástico se les notaba “un qué sé yo”. Cierto sarcasmo. En un sentido podía decirse que parecían disfrutarlo. El curita “Sancho” arremetía contra los pecados y ejemplificaba cuasi grotescamente contra los pescadores furtivos (Dios, según él, habría secado el río como castigo a los herejes que no respetaban la infame ley de la corona) contra los adúlteros (que debían bañarse antes de regresar a sus hogares y... sin agua) contra los pedófilos que hacían de las suyas y se “lavaban las manos como Pilatos” (cara dura el padre)

En el ayuntamiento no encontraban motivo de alarma: -¿para qué quieren tanto agua?-decía Antonov. Finalmente y ante la sospecha de unos pocos el ayuntamiento tomó cartas en el asunto.


BANDO


“El dignísimo ayuntamiento del Coronel González Plata en la honorabilísima figura de su Santidad el alcalde Sir Gonzalo Yosevik Antonov” plantea con carácter de necesidad y urgencia inapelable la provisión de líquido elemento bajo los siguientes vistos y considerandos:

Visto:

Que nuestro señor ha decidido secar el río fuente de nuestra necesaria provisión de agua potable.

Que los pozos vecinales ante tal evento también se han secado.

Que la red pública de agua domiciliaria se sirve del acopio del líquido elemento y

Considerando

Que sin líquido elemento en el cauce natural del río la red pública no tiene de dónde servirse.

Que referencia a los vistos expuestos ut supra la población en general no tiene como proveerse de tan preciado elemento.

El dignísimo ayuntamiento del Coronel González Plata en la honorabilísima figura de su Santidad el alcalde Sir Gonzalo Yosevik Antonov, con la firma unánime de la totalidad de los miembros de la concejalía municipal sancionan con fuerza de disposición general:

Ante los vistos y considerandos expuestos en el mismo se entregará en concesión directa el servicio de importación y distribución de agua de mesa envasada a la empresa: “Dud-Aqua” propiedad del Sr. Demian Lucas Antonov con los gravámenes de la misma a cargo del ayuntamiento.

Comuníquese, archívese, y dése pública difusión.

miércoles, 12 de agosto de 2020

Proyectos inaplicables y la puta costumbre de poner el palo en la rueda

 

“Asfaltado de los caminos rurales”

 BANDO

 

“El dignísimo ayuntamiento del Coronel González Plata en la honorabilísima figura de su Santidad el alcalde Sir Gonzalo Yosevik Antonov” plantea con carácter de necesidad y urgencia inapelable el asfaltado de los caminos rurales bajo los siguientes vistos y considerandos:

Visto:

Que nuestro honorabilísimo señor Alcalde es afecto a la pesca y odia tener que desembarrar los neumáticos de su camioneta importada cuando de regreso al poblado en días de lluvia se le ensucian.

Que en los citados días luego de pasar los vehículos cargados de castañas se forman  huellones que dificultan su tránsito.

Que la moto niveladora adquirida por éste ayuntamiento fue cedida en préstamo para la construcción del nuevo camino de acceso a la embotelladora de la petroquímica reciclada “ocho”

Y considerando:

Que daría un lindo aspecto a los que desde los límites comarcales observan languidecer nuestro poblado.

El dignísimo ayuntamiento del Coronel González Plata en la honorabilísima figura de su Santidad el alcalde Sir Gonzalo Yosevik Antonov, con la firma unánime de la totalidad de los miembros de la concejalía municipal sancionan con fuerza de disposición general:

Ante los vistos y considerandos expuestos en el mismo se procederá al asfaltado de caminos rurales desde los principales asentamientos productivos, hasta los límites comarcales y desde las bajadas al río hasta el ayuntamiento y desde el mismo hasta la residencia del alcalde.

Comuníquese, archívese, y “déase[1]” pública difusión.

 

No tardó en hacerse público el descontento de los mismos de siempre. Pero igualmente se alzó la voz de aquellos que estaban de acuerdo, no, tal vez con los motivos del bando pero sí con sus implicancias prácticas. El poblado tenía enripiadas la mayoría de las calles y en algunas pocas podía apreciarse una suerte de empedrado muy rústico, no así los caminos rurales que se tornaban ciertamente intransitables bajo condiciones de llovizna persistente y ni que hablar en caso de chubascos. Cierta vez aconteció que transitaba por los mencionados caminos rurales una cosechadora y habiendo llovido copiosamente durante el transcurso de varios días, en un lugar de la marcha cedió el terreno y quedó semienterrada, puesto que la misma había pasado por sobre un hormiguero de proporciones que la humedad había debilitado. Con el tratamiento de suelo y el asfaltado esto no sucedería. En esta ocasión, Sottocorno, y su banda de secuaces nada pudieron hacer.

“Guardería”

 

Paola Tapia veía azorada cómo morían los niños de cáncer y otras enfermedades producto de la radioactividad. Deformaciones, gran déficit intelectual en la población. Animales defectuosos y con enfermedades extrañas, lluvia ácida, tierra yerma donde otrora un vergel. Pobreza, paupérrima pobreza en un rincón del mundo en donde era imposible creerlo un tiempo atrás.

Todo el espacio circundante se tornaba de un color entre sepia y verdoso. La desolación que parecía conmocionarla en ese instante se transformaría en oscuras pesadillas que la atormentarían en la noche. Alzó los ojos como en una súplica y observó el reloj situado en la pared, un tanto atrás y más arriba del televisor. Este señalaba las 02.00 AM. Había distraído su lectura cautivada por el documental del National Geographic. Cerró su carpeta de apuntes, apagó el televisor y se alegró por estar en un lugar tan lejano y tan distante en las posibilidades de Chernobil. Esa noche soñó lo insoñable. Se soñó dentro de ese documental maldito; pero en su pesadilla reconocía como propios los lugares. Y las personas afectadas le eran familiares, tanto como si fueran sus propios amigos y familia.

A la mañana siguiente Paola se levantó temprano como era su costumbre, preparó café y tostadas para ella y su marido. Desayunaron entre mimos de “mieleros” y apuro matinal y se despidieron. Él partió presuroso al trabajo. Ella se demoró en su arreglo personal. Luego de asearse, recogió su largo cabello negro en una media cola que luego peinó prolijamente. Acomodó alguna ceja indiscreta y se maquilló de manera muy sobria. Se vistió como una diputada de izquierda, se calzó las gafas y, libros en mano, salió a la calle. Si no se apresuraba perdería el ómnibus y llegaría tarde a la universidad. Al pasar frente al ayuntamiento le llamó la atención ver aquel delgado hombre de siempre que no se estaba mirando en el espejo. Miraba hacia el ayuntamiento con ojos espantados, la mirada perdida en el espacio entre el techo del edificio municipal y el cielo. Su expresión desencajada y su ausencia de la realidad no se condecían con la actitud de un narcisista, más bien con la de un hombre aterrado, como la expresión de un poseído frente a un exorcismo. Espanto, angustia, bronca y desesperación. ¿Qué habría visto aquel hombre en el espejo? ¿Por qué miraba así el cielo sobre el ayuntamiento?¿Qué le pasaba?

Más tarde se conocerían y conocería Paola la respuesta a esas preguntas que hubiese preferido no hacerse, no saber. Que no existieran.

 

RESOLUCIÓN / DISPOSICIÓN GENERAL

 

“El dignísimo ayuntamiento del Coronel González Plata en la honorabilísima figura de su Santidad el alcalde Sir Gonzalo Yosevik Antonov” plantea con carácter de necesidad y urgencia inapelable la construcción de un recinto amurallado para su utilización como depósito de residuos radioactivos bajo los siguientes vistos y considerandos:

 

Visto:

Que las finanzas municipales han presentado números en rojo como consecuencia de las erogaciones sufridas en virtud del asfaltado de caminos rurales.

Y considerando:

Que la sustancia resultante de la utilización de energía nuclear produce escozor entre aquellos que la utilizaren.

Que según la comisión nacional de energía atómica (comunicado N° 233/998) los residuos radioactivos producto de nuestras centrales atómicas y centrales del extranjero deben ser reducidos a espacios poco poblados y en condiciones de seguridad extrema para que no produzcan lesiones en persona alguna.

Que la construcción de dicho recinto y condiciones de seguridad correrá por cuenta de la empresa beneficiaria no de este ayuntamiento. Que dicho ayuntamiento venderá a la empresa las tierras en cuestión.

Y que la construcción de la misma y posterior puesta en marcha ocupará mano de obra desocupada.

El dignísimo ayuntamiento del Coronel González Plata en la honorabilísima figura de su Santidad el alcalde Sir Gonzalo Yosevik Antonov, con la firma unánime de la totalidad de los miembros de la concejalía municipal sancionan con fuerza de disposición general:

Ante los vistos y considerandos expuestos en el mismo se procederá autorizar a la empresa Nagasabil a realizar acopio de material radioactivo en territorio comarcal, se procederá a la venta de los solares correspondientes y funcionará el ayuntamiento como entre regulador en la contratación del personal obrero de la construcción en la cantidad de: un oficial constructor, dos ayudantes con conocimiento en soldadura ½ oficial soldador y cinco peones de albañil. Y en la contratación de personal permanente para la custodia del predio en la cantidad de dos, quienes trabajarán en turnos de 12 hs. Sin franco y en turnos rotativos (una semana de mañana y otra de noche)

La empresa deberá abonar los impuestos correspondientes al lucro generado por el emprendimiento.

Comuníquese, archívese, y dése  a la pública difusión.

 

Zorro

 

Al norte de la aldea se alzaban una serie de cerros producto del afloramiento telúrico de un macizo que tenía su origen a miles de kilómetros. Estos afloramientos cerriles daban un marco de lejano misterio a la comarca, y hacía a su vez (todo está perfecto en la obra del señor) de marco natural entre los verdes campos y cuantiosos plantíos de castaños y las tierras yermas del norte hacia los confines comarcales del ayuntamiento y más allá la frontera del reino.

Dos pequeños de primer grado, Matías y Rafael, habían faltado a la escuela en una furtiva escapada “a la rabona”. Se aventuraban campo adentro más allá de los huertos castañales rumbo a los cerros. Iban en busca de cuevas de zorro. Colocarían algunas trampas y utilizarían sus ondas intentando cazar perdices. Para colaborar con la olla familiar y por diversión también, más que nada por diversión. No les llamó la atención el nuevo camino abierto a puro campo. Ni los carteles que prohibían el paso con leyendas amenazantes. Sabían que sus madres no los autorizaban a ir tan lejos sin la compañía de un mayor. E inocentemente, con ésa inocencia analfabeta de los niños de primer grado, creían que esos enormes carteles eran de publicidad o prohibido estacionar. – ¡Mirá Rafa! Éste es igual que el que está frente a la Concejalía- exclamó contento Matías.

Siguieron, apedreando pájaros, hasta más allá de la suave hilera de promontorios que más que cerros respetables parecían bardas desgastadas. Encumbrados en la más accesible y desgastada montaña que asemejaba su forma a la de una mesita ratona miraban estupefactos el enorme pozo de zorro que nunca habían visto. No llegaron a divisar el camino que ingresaba al mismo desde la dirección opuesta. (El mismo que habían visto en el campo que llegaba rodeando la larguísima fila de sierras e ingresaba por “detrás” al predio) como así tampoco el cerco perimetral. Sí les causó miedo pensar en el tamaño que debería tener el animal que hubiera construido semejante madriguera. - ¡Chuuuuchi!- Dijo Rafael. Se miraron y emprendieron el regreso a paso veloz. Llegarían a sus casas y, previa confesión de la rabona, contarían a sus padres lo que habían descubierto.

La noticia corrió como reguero de pólvora.

Y la información fue como la onda expansiva, no de la explosión del reguero de pólvora sino como una explosión atómica con su huracán consecuente y su enorme y maligno hongo superdesarrollado de cenizas, humo y material radioactivo, agentes contaminantes y cancerígenos. Una vez que constatada la historia de los niños, un grupo de vecinos increpó al alcalde acerca de la explotación minera de la cual no estaban enterados y los riesgos que implicaba tal industria... Y se enteraron. Se enteraron de la despiadada realidad (con su traje negro, su guadaña horripilante y su máscara de calavera y carne putrefacta) puesta de manifiesto en la disposición general / Resolución que, en ese instante, vería la luz pública a fuerza de gritos, empujones y presentaciones a viva voz reclamando el derecho de acceso a la información.

Otra vez la noticia corrió como reguero de pólvora. Esta vez, bando municipal en mano. Y cual hecatombe sus resultados fueron desastrosos. 

 

ÚLTIMO MOMENTO:

EL AYUNTAMIENTO DEL CORONEL GONZÁLEZ PLATA SE HARÁ CARGO DE LA CONSTRUCCIÓN Y PUESTA EN FUNCIONAMIENTO DE BASURERO NUCLEAR DENTRO DEL EGIDO DE SUS TERRITORIOS COMARCALES:

LA RESOLUCIÓN ESTARÍA FIRMADA.

 

La respuesta de la población no se haría esperar:

 

1° día del escándalo: se presenta en las oficinas del alcalde el comisionado del centro de interpretación del castaño don Nicolás Baldebuena y manifiesta que de ser real la información por él recibida la asociación de productores de Castañas nucleados en el centro iniciarán acciones legales. Ya que dicha resolución no sólo pone en riesgo la vida de los habitantes sino que los condena a la pobreza puesto que nadie comprará su producción. Ni el país ni en el extranjero y deberán meterse una por una las castañas en el culo.

Mientras desmiente rumores, Antonov esconde entre los papeles de su escritorio un cheque con una poderosa cifra. Documento visto por el Sr. Baldebuena en el momento en que éste le arrojó por la cara la copia del bando de la Resolución / Disposición General. Esta copia cayó, luego de impactar la cara del alcalde, sobre el escritorio y desacomodó los papeles poniendo de manifiesto lo que se ocultaba.

 

2° día del escándalo: el comité de horticultores y productores de repollo emiten un comunicado radial convocando a un “carretazo” frente al ayuntamiento. Consistente en bloquear los accesos y hacer llover productos hortícolas sobre todo funcionario público que se ponga a tiro.

 

3° día del escándalo: el gerente de la empresa productora de chacinados y criadero de cerdos “Cerdolín” pide sendas audiencias en la concejalía y ante el alcalde. Y en cada una manifiesta su intención de trasladar la planta fuera de la comarca en caso de concretarse dicho proyecto.

 

4° día del escándalo: un grupo de vecinos se presenta “a viva voz” en la concejalía y reclama el tratamiento del tema en cuestión en una audiencia pública con carácter soberano. El reclamo va firmado, entre otros, por Sottocorno, Tapia, La doctora Azucena López, la directora de la escuela primaria, el veterinario y un concejal oficialista que firmó si saber de qué se trataba, “para congraciarse con el pueblo.”

 

7° día del escándalo: se realiza la audiencia pública. Pasaron los oradores y escucharon los vecinos. Habló la doctora, habló el comisionado y escucharon los vecinos. Habló Sottocorno, habló el alcalde que intentó convencer a la comunidad acerca de lo beneficiosa que la Planta De Reducción De Desechos Radioactivos resultaría para la comunidad, habló el presidente de la comisión internacional de energía atómica y escucharon los vecinos. Habló el representante de Green peace y para estas alturas ya era entrada la noche. Los representantes políticos se hallaban de banquete en el club social y los vecinos que seguían ocupando sus sillas era porque estaban en profunda meditación onírica. Y a ronquido limpio. Finalmente la audiencia parió un resultado positivo para la comunidad y fue un hijo bobo para el alcalde ya que se resolvió que el pueblo no quería la tan mentada “guardería”. 

 

 

Eran las dos de la mañana. Esa noche de la audiencia pública luego del banquete el alcalde se retiró a sus aposentos familiares (momentáneamente en otro pueblo en la comarca aledaña). Se bebió de un sorbo el wishky del “hasta mañana”. Se recostó con más cosas en la cabeza que un adolescente ante su primer embarazo. - ¡Qué cagada!¿Y ahora?- Fue lo último que pensó. Y este pensamiento fue interrumpido por el timbre del teléfono. Del otro lado una conocida voz femenina le citaba para dentro de media hora en una café de la ciudad Bravo distante más de 35 Km.

Una vez en la ciudad Antonov estacionó su automóvil y caminó por lo menos tres cuadras hasta la esquina de un bar de “trampas” llamado “Donatello”. Miró disimuladamente en todas las direcciones, se acomodó el cuello de la camisa, pasó la mano por el cabello como asegurando el peinado e ingresó al local. Entre parejas bailando boleros pasados de moda, humo y luces que más que iluminar obstaculizaban la visión descubrió a Dora. Haciéndose cargo de la situación pensó para sí: ¡Qué asco! Y se imaginó humillado si alguien conocido los viera y pensara que (como tantos en ese café) eran pareja. No pudo evitar un revoltijo en el estómago. El grotesco aspecto de Dora Beata con su cabeza casi rapada de corte muy desparejo y teñida de varios colores a la vez, combinado con ese traje de oferta de casa de alta costura (saco y pollera a mitad de rodilla haciendo juego) acentuaban su aspecto porcino. No quiso imaginársela en la cama. No ni pensarlo, aunque alguna que otra vez... pero no concientemente, no ni quería pensarlo.

 

-¡Gonzalo estás desencajado! ¡Aflójate un poco! 

 

Y mientras éste se sentaba ella pedía café para dos, le ofrecía un cigarrillo que ella encendió junto con el suyo y comenzó a parlotear. Todo al mismo instante. Antonov sólo veía el movimiento de los labios de la presidenta de la concejalía. El ambiente, la hora y la velocidad verbal de aquella mujer no permitían comunicación alguna. Finalmente, luego de un recorrido por el análisis literario, y la crítica especializada en vestuario de todos y cada uno de los asistentes a la audiencia publica y la mitad de los concurrentes, furtivamente enamorados entre sí, del café Donatello Dora Beata de la Cruz hizo una pausa. Y bebió un sorbo de su café ya frío.

Dorita fue una de las principales impulsoras de la candidatura de Gonzalo. También fue de las primeras que se sorprendió por las alocuciones de aquélla noche: lo tenía sí (aún ahora) por medio opa. Lo aconsejaba, y le hacía pisar el palito más de una vez. Luego de la tan esperada pausa del café de Dorita, Antonov balbuceó: 

 

-¿y ahora? 

– No te preocupes- le respondió ella – ahora llega Paco y te explicamos lo que vas a hacer. 

 

Paco siempre tenía un plan para que sus clientes no fueran presos. Y así funcionaba también en el ámbito político. Y ella siempre un nuevo plan por si fallaba algo no quedar pegados. De entre las sombras del local, recortándose de las figuras pegoteadas de los amantes impregnados de Roberto Carlos, emergió Malaspina disimulando mal su aspecto de Abogado con diploma comprado. Su traje de corte italiano, la corbata floja, su bigote abundante y prolijo, sus infaltables gafas de marco dorado (que en realidad no necesitaba; pero que le confería ese aire de intelectual inocente) y su mirada, entre desconfiada y ladina. Hasta desnudo en medio de una isla desierta y rodeado de náufragos uno le hubiera asignado el título de abogado. Era de esos capaces de convencer a un jurado sobre la inocencia de “Jack el destripador” o de justificar su actuación como legítima defensa. Con los ojos cerrados se vería que en esa mesa de conciliábulo el “boga” era él: Paco Malaspina. El mismo de antes, otra vez a salvarlo. Llegó, se sentó y comenzó a monologar:

 

- Mirá estuve hablando con el alcalde de Sorondo y le comenté del proyecto aquél que nos quiso vender el irlandés ése que quería instalar una planta de tratamiento de residuos sólidos urbanos para reciclaje y disposición final. Y al que esta “yegua de mierda” (Señalando a Dora con la mirada) se opuso porque el tipo ni quería poner un real porque decía que era para nuestro bien y que el no lucraría con esto. Bueno, el proyecto sí era viable, como decía el irlandés, y ya, durante la semana cuando vimos que esto se caía, busqué la carpeta que estaba archivada en Hacienda... y está bueno. Entonces lo vi al tipo este de Sorondo que tiene buena bajada del superintendente de la comunidad regional como vio que es viable y me debe un favorcito de una vez que le saqué las papas del fuego cuando a su hijo se le fue la mano con una menor de edad que se le murió en el Albergue transitorio por una sobredosis. Dijo que nos va a dar una mano; pero que con lo que baje de dinero vamo y vamo ¿Sí?

Vamos a presentar el proyecto de un basurero ecológico, emulando el proyecto ése que te acabo de decir. El presupuesto es de 2.000.000 de reales y como en este país nadie controla nada con lo que nos toque levantamos el cheque ese que no te dejó dormir tranquilo desde que saltó la bronca. ¿Sí?

 

-¿Cómo oponerse?-

-¿Qué estabas pensando? ¿Devolver las propiedades?  Yo no pensaba perder mi parte del asunto. ¿Y vos Dora? –

- ¡Ay... Paco! ¿Cómo se te ocurre semejante barbaridad?

 

Más relajado, Antonov pide Wishky para todos. Se retira al baño y regresa luego de unos instantes, eufórico y con el bigote extrañamente entrecano. Cambia el tenor de la conversación.

 

- Claro, cómo no se me ocurrió, el proyecto del basurero ecológico.

 

Paco repite la escena de Gonzalo. Risotadas de mujer rebotan reiteradas veces en la mesa, se gambetean, realizan pases y patean al arco. Gonzalo vuelve a pasarse por el baño, regresa y le deja algo entre los dedos a Dora que repite el ritual de sus masculinos acompañantes. De regreso se enfrenta a Paco en medio del salón, recorre su bragueta con la mirada y comienzan a bailar del modo que lo harían dos adolescentes enamorados y completamente desprejuiciados, casi obscenamente ella refriega su cuerpo contra el del asesor legal del ayuntamiento y de entre el pinar empastado de rimel de sus insinuantes pestañas emergen insinuantes taladros de miradas asesinas de mujer en celo bestial. No median palabras, ni besos, ni caricias, ni nada, nada más que dos cuerpos forrados en atávicos inventurios reflejando el interno punto de fusión material. Hormonas, azúcar amargo que acelera el motor tan humano como ilegal, roce o complicidad. Sale de su letargo el monarca aldeano y al son de La Barca en la simulada voz de Luis Miguel que vocifera desde el CD que el disc jockey acaba de poner a sonar se acerca a los bailarines refregados y se acopla a la pareja melosa. Encastrando detrás de Dora. Amortigua el enlace haciendo rebotar su pelvis contra los glúteos de la presidenta de la concejalía y saca su lengua lamiéndole la mejilla y la comisura de los labios. Ella acepta el ultraje con total desenfado y arremete contra Paco. En ése momento se les acerca un hombre vestido como crupier y les llama la atención:

 

- ¡Señores, por favor, Ubíquense!

 

 Dora Beata le clava los ojos como si fuese él el desubicado mientras Paco y Gonzalo comienzan a insultarlo y le enrostran la fama del lugar:

 

-Pero ¿Qué te creés imbécil? ¡Qué te la das de puritano si acá sólo vienen trampas y tranzas! No te hagás el moralista que mirá: Aquél es casado, aquella que está en el rincón es prostituta, el que sale del baño es pastor de la iglesia del barrio nuevo en Sorondo.

 

 De los gritos a los empujones y finalmente a la calle empujados por los fortachones que, cada tanto los echan del mismo modo, a los mismos tres.  Media hora después los tres compartían la habitación de un hotel festejando con lo que una hora antes Gonzalo hubiera jurado ser incapaz de hacer. El pacto entre ellos acababa de sellarse con sangre... y esperma.



[1] déase: barbarismo exagerado por dése.

miércoles, 5 de agosto de 2020

El Plan

Sabía el alcalde que no sería fácil dejar a sus vecinos fuera la repartija del plan. Le debía una vela a cada santo: del cielo, de la tierra y del purgatorio sobre todo. Pero desde hacía unos años había algunos personajes que le "hinchaban las pelotas". Uno de ellos se mostraba como lobo lanudo. De lejos parecía cordero, pero quienes le conocían sabían que ladraba y mordía, a veces sin motivo. Era un tercermundista que había sabido hacerse de amigos entre los peores elementos de la aldea y se rozaba con los letrados. Era diestro en el manejo de las armas y las leyes. Capaz de aparecer como luz mala en medio del campo, como el diablo en tus pesadillas y leerle poemas a media tarde en un banco de la plaza a las jovencitas que salían de misa. Era columnista del periódico local y algunas veces se publicaban sus artículos en el diario regional. Daba clases de idioma, era explorador de las ignotas tierras del norte (más allá del páramo) y cazador. Un eterno disconforme que pocas veces podía hacérsele entender algo. Terco, inconformista, discutidor por analogía al argumento. Flaco, muy flaco, de anchas espaldas y el perfil de Teseo. Él siempre le encontraba la quinta pata al gato, tenía un excelente olfato para los chanchurrios de Antonov. Y a viva voz los denunciaba: Sottocorno, Máximo Aurelio.


Hasta el momento los ciudadanos comunes no representaban un problema. Algunas veces gritaban, amenazaban al alcalde; pero se lo cruzaban y éste los empaquetaba con argumentos sofistas y les daba unas palmadas en la espalda mientras los metía en su bolsillo. Otras, en que les perduraba el enojo, les faltaban herramientas legales para actuar en defensa propia. O eran regados unos días antes de los comicios con monedas que ellos mismos devolvían en impuestos al mismo agente que los había comprado con bolsones de alimentos, colchones o chapas. Esta vez la ecuación preelectoral se complicaba por Sottocorno, por una estudiante de economía que había desarrollado cierto olfato con respecto al ayuntamiento y un grupo de insurrectos intelectuales que sentían que ni oficialismo ni oposición les eran dignos de confianza. Y parecían coincidir con los que elevaran su voz despotricando. Y actuando en consecuencia.


Decidió entonces (Antonov) no hacerse problema, mirar para otro lado. Y que continuara la fiesta en paz. En realidad la encargada de la operatoria era Dorita: Dora Beata de la Cruz Martínez. Él la había conocido en su otra vida. Dora había sido bataclana en un burdel que Gonzalo frecuentaba cuando debía desaparecer y emigraba transitoriamente hacia la comarca petrolera. Luego por esos avatares del destino habían coincidido en González Plata y militando en las mismas filas partidarias. Él primero la tuvo de secretaria, más tarde encargada de la comisión de damas pro Antonov for ever, luego utilizó sus dotes de locutora en todo acto público. Hasta que finalmente se atrevió a postularse como Concejala. Dorita era fiel, leal exponente de la pretendida transición hacia el principado. Sabía con qué mano Gonzalo acomodaba la hacienda, y hacía gala de sus escrúpulos de puta. Obvio que como buena puta devenida en señora pretendía pleitesías que le quedaban muy grandes y que unos cuantos “prendidos” estaban dispuestos a rendirle, aunque supieran que no era digna de tal trato. Había logrado armar su harén de amazonas aglutinando gente de su misma laya: otra ramera arrepentida (mamá de Armando), Silvia Strangelegion, “Madre” Grimaldi y Noelia Comecoqui (quien en su momento fuera su socia marital).


Dora había planeado su secreta estrategia para ser la heredera natural del alcalde con la misma prestancia que revisaba los bolsillos de sus antiguos clientes mientras estos se duchaban o dormían. Cada una de sus “camaradas” tenía una ubicación estratégica: Comecoqui estaba encargada del “Departamento De Control Administrativo De Ingresos Y Egresos Del Ayuntamiento”, la mamá de Armando y Doña Strangelegion “Alfabetización”, y “Corte Y Confección” respectivamente; por último “madre” estaba encargada de “Reclamos Pomposos, Piquetes, Toma De Edificios Y Quema De Gomas En Espacios De Tránsito Público” ya que estos eventos se relacionaban directamente con sus actividades lúdicas, asimismo era la encargada de informar al Sátrapa, ya que funcionaba de ojos y oídos del rey... (bueno, perdón el exabrupto, del príncipe aldeano) todos sabíamos que mientras iniciaba una revuelta u organizaba una barricada frente al ayuntamiento, por la puerta de atrás, recibía los aportes del alcalde.