miércoles, 24 de marzo de 2021

El Plan

    Decepcionados por el resultado electoral y convencidos de que por las buenas no torcerían el brazo de Antonov. Máximo Aurelio Sottocorno y los mismos de siempre  llamaron al abogado y presentaron la denuncia en fiscalía. Tomó cartas en el asunto la Real Casa De Justicia y el resultado judicial, como era de suponerse, podría ser esperado “ad náuseam, ad eternitas”.

 

    Al enterarse de la novedad el alcalde y sus secuaces sudaron la gota fría. Sabían de los acomodos, sabían de la gente que no calificaba por poco y de los que no calificaban por mucho. Sabían que Malavida no debería haber sido inscripto por ser casi millonario y tener para comprarse o construir casa propia, sabían que “Madre” Grimaldi no reunía el mínimo haber solicitado, sabían que Valdemar poseía terreno del ayuntamiento, que Martell facturaba como para emprender su propio plan. Sabían que... sabían que... nunca sospecharon que los mismos de siempre llegaran a tanto. Pensaron que, como tantos, se quedarían en amenazas. Nunca pensaron que condenarían a los vecinos y ciudadanos a esperar eternamente la resolución de la Real Casa De Justicia, conocida por su aparato terriblemente burocrático. Y sabían los del ayuntamiento que una vez expedido el fallo (si es que en esta vida se expedía) la razón estaría del lado de Máximo y los de siempre. Ellos sabían; pero ahora ya era tarde.

 

    Comenzó pues a correr el rumor de que habría que esperar cinco años o más para que se entreguen las casas porque un grupo de insurrectos había antepuesto un recurso legal que condenaba a todos. Pero también se comenzó a comentar que si no hubiera habido tanto acomodo, que qué les costaba darle casa a Máximo y que si se presentaron en la justicia era que, en realidad, sí tenían las tan temidas pruebas. Gonzalo Antonov calmaba a sus vecinos diciéndoles que se queden tranquilos que él les entregaría las casas como y cuando se los había prometido.

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