Entretanto iban transcurriendo los días y ni novedades del plan de viviendas.
Aunque sí corrían los rumores de siempre. Que a Fulano le había “tocado casa” que a Mengano ya le habían dicho que no tenía posibilidades, que a la empleada del autoservicio “El Plateado” la secretaria de la concejalía le habría dicho:
-Ustedes quédense tranquilos que ya están adentro porque tu patrón es proveedor del ayuntamiento- y otras cosas por el estilo; pero oficial, nada. Nada de nada.
Cada vez que alguno de los ciudadanos se acercaba a las oficinas posteriores del ayuntamiento era recibido y tratado de la peor manera. En el peor tono se les decía que la información estaba en la capital de la comunidad regional y que nadie sabía cuándo llegaría. Al retirarse murmuraban a sus espaldas dando a entender que sólo se acercaban a molestar. Lo cierto es que el tiempo transcurría y los listados no aparecían. En anteriores planes de viviendas había habido sospechas de turbios manejos y ahora la espera angustiaba y generaba sospechas. En cierta ocasión Sottocorno volvía de pasear con su esposa y había acercado a “La India” hasta González Plata desde ciudad Bravo. Ésta intentaba sonsacarle información acerca de la vivienda que Máximo ocupaba.
Algunos de los "vecinos" comentaban que Sottocorno no alquilaba sino que la vivienda la habría comprado y que simulaba alquilar para así obtener otra casa en el nuevo plan.
– Quien tiene las hechas, tiene las sospechas- respondió Máximo ante las indirectas de su antigua compañera de armas.-Vos me conocés, si no hacen las cosas bien, habrá líos. Me extraña, India, que te hagas eco de esos rumores, Yo no vendo mi dignidad. Ni por una casa de mierda, ni por un millón de reales. Muero antes de tranzar. Es por eso que sigo aquí, picando piedras. No como otros que rápidamente ascendieron hasta la cúspide. ¿Me entendés, no?
Se produjo un silencio hondo como el abismo del averno que luego La India intentó llenar con tantas palabras que sólo logró mantenerlo confusamente ininteligible. Máximo la miró a través del espejo retrovisor y levantó una ceja.
-La casa me corresponde y mejor que sea así.
-Yo creo que sí- respondió- igual... las cosas las estamos haciendo bien. Qué sé yo!
-¿Cómo que las estamos haciendo bien?
-Claro, esteeee...
-¿No era que los listados estaban en la capital de la comunidad regional? ¿Y que el ayuntamiento no designaría nada?
-Claro, claro. Por eso mismo.
-Esperemos que las cosas estén bien, India. Esperemos.
E ingresando al poblado La India intentó cambiar el tema de la conversación para finalmente descender del vehículo, agradecer el aventón y culminar diciendo:
- Yo creo que te va a tocar... o si no vas a estar ahí nomás.
Cuando bajó del automóvil Sottocorno comentó con su esposa:
-Estos mal nacidos son capaces de dejarnos afuera otra vez. Pero esta vez se la vamos a pelear.
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