miércoles, 29 de julio de 2020

La transición

Serían las tres de la madrugada. José Melipal, Antonio Liberau y Gonzalo Antonov se escabullen entre castaños al acecho del hacendado dueño de la estancia “Cuerpo De Hombre” a metros del río.

Tres y quince: las farolas del automóvil se aproximan a la casa perseguidas por un rugido (leve) y una carrocería de delgado metal, revestido de pintura costosa y vidrios polarizados. Entre las sombras que se resisten al avance de los candiles se camuflan los tres hombres que se abalanzan sobre el indefenso y sorprendido terrateniente. La excitación, la adrenalina y el atropello digno de indignos impide que los hombres (ni siquiera uno de ellos) noten a la distancia las luces (mucho menos potentes) del vehículo en el cual llegará, siempre en el peor de los momentos, el resto de la familia Barlovento.

El viejo sí lo nota y realiza un ademán que asusta a Gonzalo, quien presiona la colilla del disparador del 32 Smith & Wison que escupe un diente de plomo que muerde el cuello de Barlovento provocándole una erupción de sangre y chillidos de cerdo. Ante el imprevisto y pensando sólo en el dinero (no querían lastimar a nadie) Melipal y Liberau intentan asistir al viejo sin notar que Antonov se convertirá en cena de sombras y por varios años no lo volverán a ver. Se tirotean con el hijo del viejo y en breve son rodeados por carabineros y gendarmes. Nadie sabe nada del tercer hombre. Los reos son interrogados una y otra vez pero insisten en haber estado solos en el atraco.

Ya en el poblado, Antonov ingresa “para disimular” al local partidario de la Unidad Civil, agrupación en la que lo había metido su amigo, el abogado Paco Malaspina. Luego de algunas profundas respiraciones estaba listo para disimular la tragedia en la que había sido mecenas y primer actor. Cruzó unas palabras con Paco y participo airadamente de las discusiones con un frenesí de poseso. Esto sorprendió a más de uno que lo tenía por “corto” o “medio opa”. Hablaba con la velocidad de un relator de fútbol y era su oído el mejor de los guardametas o arqueros atajando todo lo que por lo bajo le indicaba el abogado. Sorprendió.

Ante semejante grandilocuencia de este común se enfrentaba el deseo de nadie, de hacerse cargo del ayuntamiento. La gestión anterior había incurrido en numerosos desmanejos, producto del excesivo gasto sin control del partido popular, y ahora en las cercanías de los próximos comicios, ninguno de los señores quería ensuciarse las manos. Era necesario un chivo emisario. Alguien nuevo que tuviera una linda cara y una predisposición natural a ser llevado de las narices. Alguien que fuera joven, inexperto, inescrupuloso y sobre todo poco letrado, para poder hacer el mal con su mano, sin que lo notase (con brazos abiertos a este Ladri el partido lo recibió gustoso[1]). La política no es para los comunes, creía la Unidad Civil; porque hay cosas que los comunes no entienden.

Cuando la patrulla pasó frente al salón partidario ni sospecharon que el tercer hombre podría ser Antonov. No, ni se les pasó por sus estrechas mentes de milicos de aldea... ni en sus más miserables sueños hubieran sospechado de él.

Los días se sucedían entre paranoia y charlas de mitin. El Partido Popular habíase quedado prácticamente en ruinas. Y entre los señores nadie se jugaba a resucitar como a Lázaro al difunto ayuntamiento enfermo terminal de mal desempeño administrativo del anterior ejercicio municipal. Así fue como Paco infló a Gonzalo y en pleno debate se sugirió su nombre para la presidencia del ayuntamiento. La Unidad Civil tenía ya su candidato. Y los comicios tuvieron el resultado lógico luego de una gestión deplorable, dando en esta ocasión, lugar a un hombre joven y desconocido que asumiría como alcalde. Y que se adueñaría de dicho título por los próximos treinta y dos años.

Desde ese día perdido en los anales de la ínfima historia de las comunidades de este rincón del reino Gonzalo Yosevik Antonov guardó el 32 Smith & Wison para siempre, y se calzó los guantes blancos.

Los primeros años de gestión fueron aceptables ya que como hombre común conocía las necesidades de los aldeanos. Sacó a sus amigos de la cárcel y los empleó de guardaespaldas. Compró a la totalidad de los miembros de la concejalía. (Bueno... uno que no aceptó tuvo un lamentable accidente.) Extendió la red de agua potable llevándola hasta las casas... de quienes pudieran pagar. Y... paulatinamente, eliminó la oposición por la razón, la fuerza o el poder monetario.


[1] “Fantasía o realidad” de álbum “El Perro”_ Callejeros (Banda de rock argentina)

miércoles, 22 de julio de 2020

La inscripción

El citado día de la inscripción habíase constituido medio pueblo, aún aquellos que sabían que no se hallaban encuadrados dentro de los requisitos. Así fue como previa entrevista para notificar llegó el tan esperado día de la cita. Cada cual llevó la documentación pertinente...

Fueron desfilando los distintos personajes postulantes a la pre – preadujicación. Entre ellos pasó la  maestra, la estudiante de economía, el poeta, el pintor (los mismos de siempre), pasó (con sus papeles listos) el criador de perros dogo, la empleada de la farmacia, la cajera del súper mercado, pasó también el  Omar Malavida y su señora, ante el asombro de los demás, desfiló también la Comecoqui y el Juanjo Martell.

Mientras que la estudiante de economía intentaba que la directora  del servicio de pediatría del hospital (que oficiaba de secretaria) se dignara dejar de bostezar y terminar de una vez la charla y el café y por fin le recibiera la documentación se asomó por la puertita derruida de lo que quedaba del Departamento De Inacción Social la amiga de la secretaria y le entregó una carpeta colgante con ventanita. -Te dejo los papeles de Armando, Dorita!- y haciendo grotescos ademanes se retiró.

Entre tanto que, a la espera de que por fin dejara de bostezar, la estudiante intentaba responder oralmente las preguntas que no le realizara la improvisada asistente social:

– Mirá, te explico, en casa la habitación de los chicos no tiene ventana, vivimos en el garaje de la casa de mamá.

- Sí, sí... no te preocupes... Ah ¡qué sueño tengo! Estoy desde las once de la mañana... después te completo todo... ¿Sí?

- ¡Nooo! Pará... ¿estos datos no son importantes?

– Sí pero después lo hago, si ya te conozco...

– Pero escuchame: la habitación de los chicos está sobre la cámara aséptica del pozo ciego. Y comparto el baño con la casa de mi mamá.

Nada. El silencio tan cruel como el vacío. La secretaria desvió la mirada y concluyó: - mañana te lo completo ahora estoy cansada.

En eso irrumpió “Madre” y fue conducida a la oficina contigua. Ésta venía acompañada por doce de sus hijos. Con madre nunca se sabía bien si iba a pedir algo, a pelearse con alguna esposa celosa o a improvisar alguna “pacífica ocupación” en reclamo de alguno de sus múltiples derechos.

El último turno de esa tarde fue para Máximo Aurelio. Entregó los papeles y un poco en broma susurró al oído de la secretaria:

- India: espero que ahora que estás vos acá las cosas sean más claras que de costumbre

- Sí Máx, me conocés.

– Mirá India... si no se hacen bien las cosas... bueno... me conocés.

Sottocorno y la India se conocían desde antes, gloriosas épocas en que ambos pertenecían a la oposición popular contra el régimen. Habían sido compañeros de armas. Con el tiempo se distanciaron. India no tenía cara y finalmente mimetizó su imagen, vendiendo su dignidad y logró posicionarse entre los que ganaban. A cambio de un puesto en el tribunal de la concejalía... y de la entrega de algunos de sus antiguos compañeros.

miércoles, 15 de julio de 2020

El Plan


Frente al ayuntamiento por causas que no se han podido establecer, existía un enorme espejo del cual nadie sabía su origen ni quién lo había instalado allí. Algunos vecinos culpaban a la oposición, otros decían que era producto de algún antiguo maleficio Visigodo. Lo cierto es que por algún misterioso embrujo el espejo (que no era precisamente el de Blancanieves) no hacía otra cosa que reflejar, puertas afuera, los más oscuros perfiles de los mandatarios, notarios y agentes del ayuntamiento. Este malicioso espejo había dado señales oscuras acerca del plan de viviendas impulsado por el alcalde en aquellos lejanos días de la tercera re, re-reelección de su excelencia don Gonzalo Yosevik Antonov. Fue por aquellos años en que los opositores fusilaron al gordo Renguetti por tranza y luego con su sangre pigmentaron la cal con la que pintaron el quincho del club de caza y pesca dándole un hermoso aspecto de estancia colonial.

No ajeno al déficit habitacional generado por el crecimiento de la aldea, el alcalde, previo censo y análisis minucioso del equilibrio electoral, promulgó el llamado a inscripción. El mismo rezaba de la siguiente manera:

“El dignísimo ayuntamiento del Coronel González Plata en la honorabilísima figura de su Santidad el alcalde Sir Gonzalo Yosevik Antonov convoca a la inscripción de aspirantes a pre- preadjuducatarios  al plan 55 viviendas y 1/2 para González plata. Se exigirán de modo excluyente los siguientes requisitos previos a la inscripción:
  •   El titular de la inscripción en todos los casos debe ser el jefe de familia del grupo familiar que se postula.
  • Constituir un grupo familiar.
  • No poseer propiedad inmueble, loteo social del ayuntamiento, u otras operatorias de viviendas cedidas o vendidas por la casa real o alcaldía o ayuntamiento correspondientemente.
  • Ser mayor de 21 años, menor emancipado o difunto pero habilitado para sufragar.
  • Acreditar ingresos dentro del grupo familiar de 1.154 reales con 36 centavos y medio.
  • Ser nativo del reino y acreditar una residencia ininterrumpida con más de tres años en el páramo. Extranjeros y tercermundistas residencia ininterrumpida de más de diez años.
  • Los adjudicatarios al momento de la adjudicación deberán abonar a este ayuntamiento el costo nominal del solar destinado a la construcción de la vivienda hasta en 12 cuotas.
Luego de la convocatoria la asistencia de los pobladores fue masiva, contando entre la misma a numerosos vecinos y ciudadanos comunes. Más de lo esperado. Se suponía por la convocatoria que la operatoria iba dirigida a pobladores de medianos ingresos; aún así se presentaron muchos vecinos, con cara de inocentes, escondiendo so capa los ostentosos anillos con los que refregaban su status ante la plebe casi a diario. Pudo verse entre los vecinos al empresario Malavida quien era dueño de una “flota” de camiones que trabajaban en la industria, y de un ostensible parque automotor compuesto casi en su totalidad por modernos automóviles franceses. Dichas flotas atracaban en sendos puertos (chalet, casa, palacete en construcción, etc.). También cayó mendigando vivienda el Aburguesado Martell quien se había mostrado en el desfile aniversario a bordo de su flamante automóvil importado y quien a su vez era propietario de diversos comercios de indumentaria textil en la aldea y en poblados aledaños. Se encontraban inscriptos en la operatoria: la mitad de los empleados del alcalde, las dos terceras partes de los empleados de la concejalía, algunos carabineros y gendarmes; "Madre", conocida así por ser madre soltera del 45 % de los niños de la escuela municipal; Las visitadoras sociales del ayuntamiento, el hijo de una amiga; los maestros, las dos enfermeras, el mecánico,  Noelia Comecoqui (la amante del marido de la presidenta del “Club de Damas pro Antonov for ever”), el dueño de los solares comprados en dudoso acto administrativo para construir el plan habitacional, el ex amante de la ex primera dama. El párroco pedófilo y el pastor alcohólico de la iglesia Dio’ es amor y... salú entre otros tantos ciudadanos comunes. Eran aproximadamente 130 entre inscriptos y decorosamente “prendidos”.

Semejante desborde presentaba un conflicto ante el alcalde; cómo organizar para dejar a todos sus vecinos adentro y que los comunes no se quejaran. Estas estratagemas habían sido aplicadas con anterioridad en otras operatorias. Y si algún ciudadano emitía alguna queja era inmediatamente acallada con  discursos, obsecuentes rumores o, en el peor de los casos, con algunos pesos. Por lo general se convocaba a alguna asamblea donde luego de interminables discursos en los que se hacía parecer que en dos meses de gestión se había realizado el descubrimiento de la pólvora y la revolución tecnológica e industrial citando detalladamente como si fuera obra reciente los pocos logros administrativos o físicos de los treinta años de mandato celestial del alcalde. 

Al común de los ciudadanos comunes les gustaba este juego del mentime que me gusta. En una relación un tanto sadomasoquista les gustaba sentirse vejados por un alcalde demagogo que solía rayar con la corrupción. Maldecían a Dios y a María no tan santísima como la misma madre del alcalde, luego iban a las urnas con el sufragio en el bolsillo. Y otra vez maldecían porque el mismo alcalde ocuparía por otro período el sillón principal del ayuntamiento. La verdad que para quejarse eran mandados a hacer, como viejas de feria: Rumiaban, cotorreaban, ladraban, chusmeaban y murmuraban del mismo modo en que se murmura un secreto a voces en cualquier esquina. Pero se sentían “limpios” sabiendo que la cosa era así y que no cambiaría. Ellos, arriba y nosotros abajo; Pero libres de todo mal, limpios de culpa y cargo. Pilatos de aldea acusando a los fariseos de ser verdugos del inocente candidato a la divina cruz.

El Opositor

 

No todos en González Plata eran tiernas ovejas. Existían opositores oficiales de esos que salían a “pegar” en la radio y que luego “arreglaban” por unos colchones o un puestito. Había algunos afiliados al Partido Popular, en abierta contradicción al alcalde que pertenecía a un partido que sólo sobrevivía en la región: el partido de la Unidad Civil; pero que algunos sabíamos que tranzaban y recibían a cambio: materiales de construcción, becas de estudio para sus hijos, o simplemente la gloria de saberse del bando ganador ya que en los últimos treinta años el resultado electoral siempre inclinaba la balanza para el mismo lado. Alguna que otra vez la duda sobrevolaba las mesas electorales y nadie, ni el mismísimo diablo sabía cuál había sido el contenido real de las urnas que viajaban repletas de sufragios con recibo, rumbo a la capital del Estado. Los opositores solían, con habitualidad, ser más oficialistas que el mismo Antonov, tal es la vez en que un candidato misteriosamente perdió el interés y luego se le vio con un vehículo nuevo tras un dudoso escrutinio.

Lo cierto que entre tanto opositor había uno que se destacaba por ser opositor a todo. No estuvo de acuerdo cuando se asfaltaron los caminos rurales; él prefería que se asfaltara el poblado. No le pareció bien cuando se intentó instalar la guardería de residuos radiactivos, ni cuando se quiso secar el río. Se opuso a la ordenanza de amputación de penes aviares. Se molestó con el intento de clausura de la escuela agroindustrial, con la eliminación de las fiestas patrias, con la reimplantación de la inquisición. Se quejó por el desmantelamiento de la casa de la cultura, por el proyecto “dame un libro te doy una birra” impulsado por la concejalía y presentó un recurso legal cuando quisimos nombrar príncipe al alcalde para que así, en un mañana, Gonzalo Yosevik Antonov pudiese aspirar a la corona. Se opuso también al cierre del burdel. En fin un inconformista. El eterno disconforme, según la calificación oficial, no había cacso que le fuera bien. Máximo Aurelio Sottocorno: el eterno disconforme, palo en la rueda, quinta pata, no me gusta, olfatito fino, pulcro, qué te creés, etc. eran algunos de los calificativos con los que se dirigían a él los miembros de la concejalía y del ayuntamiento. Con este tipejo no se podía arreglar, más terco que una mula, inflexible, de los que prefieren no comer pero mantenerse en su postura, según el I Ching “un búfalo de los que fijan el objetivo y embisten”, capaz de morir por sus ideales. Había, en otros tiempos, forjado su espíritu en las filas guerreras del “illañam” (el camino de la luz). Aún así este hombre era más afecto a la pluma que a la espada; pero también era partidario del lema: “Se Acaban Las Palabras Y Empiezan Los Tiros”. Lema que traía hecho carne de sus años de “caminista”.

 

Mirror

 

Aquella mañana soleada, Sottocorno estaba mirando su perfil helénico en todas las vidrieras del centro, como era su costumbre. Suspiraba de a ratos y decía para sí: -Y... la culpa es de mamá!- mientras acariciaba su mentón y seguía caminando hasta la próxima vidriera donde simulaba detener su atención en las mercancías ostentadas por los comerciantes y de paso acomodaba su flequillo y ensayaba alguna que otra expresión. Cierta vez una psicóloga lo tildó de histriónico narcisista; pero el motivo real, según él, fue la rotunda negativa a dejarse enamorar por ella. “No le llegaba ni a los talones.” En este trámite se encontraba cuando pasó frente al espejo que se alzaba en la vereda opuesta al ayuntamiento. No observó su perfil, ni tampoco pudo ver un claro reflejo de lo que se tejía puertas adentro de los aposentos del alcalde. Pero divisó un cielo tormentoso que le provocó un escalofrío como pocas veces había sentido. Tal vez como un presagio de que algo terrible iría a suceder en el corto plazo. Si bien no era un hombre de andar creyendo en supercherías sabía que nada bueno solía reflejarse en aquél curioso espejo. Giró sobre sus talones y perdió su mirada entre el techo del ayuntamiento y el cielo.

Recordó la vez en que paseando por ese mismo lugar había visto reflejarse una cuna con las palabras “Enola Gay” inscriptas en su lateral meciéndose suavemente en un ambiente de tinieblas. Y que luego saliera a la luz la intención de instalar en las cercanías de la aldea un depósito de residuos radioactivos. Se preguntaba cómo a una persona que tuviese el entendimiento, no superior, por lo menos equiparable al de un simio se le podría haber ocurrido escuchar semejante oferta y no descartarla de plano. Si no había en toda la comarca tecnología que aplique tales materiales, ni menos aún tecnología para evitar una catástrofe de dimensiones en el caso de alguna fuga de material.  En aquella ocasión, alcalde y concejalía no comprendía cómo había hecho “la oposición”, Máximo Sottocorno, y los mismos de siempre, para filtrar la información triplemente clasificada. Durante semanas pudo verse a Gonzalito Antonov en nocturnas escapadas escudriñar el espejo armado de una vela negra, de una linterna a veces, adhiriendo su ralo bigote contra el vidrio otras y finalmente en un suplicio intentando adivinar cómo era que el espejo reflejaba lo que ellos no querían que se viera. La ecuación era simple, no hay mejor lector que aquél que quiere leer. El espejo sólo refleja imágenes. Muchas veces estas imágenes eran metafóricas; pero no había en todo el ayuntamiento quien fuera capaz de entenderlas. Eso era mucho pedir. Si las hubiesen entendido de seguro que las censuraban.

Metáfora: divina forma de expresión, palabras de Dioses y poetas, capaz de ser entendida por gente común... no para cualquier vecino. Así fue como se puso de manifiesto que se estaba acunando algo que ver con los residuos de alguna planta nuclear. Un millón de reales habría recibido la concejalía para firmar los acuerdos y otro tanto el príncipe aldeano. Se convocó una audiencia pública pasaron los oradores y escucharon los vecinos. Habló la doctora, habló el comisionado y escucharon los vecinos. Habló Sottocorno, habló el alcalde, habló el presidente de la comisión internacional de energía atómica y escucharon los vecinos. Habló el representante de Green peace y para estas alturas ya era entrada la noche. Los representantes políticos se hallaban de banquete en el club social y los vecinos que seguían ocupando sus sillas era porque estaban en profunda meditación onírica. Y a ronquido limpio.

En estos divagues se encontraba Sottocorno cuando una voz le trajo inesperadamente de regreso a la realidad. – Señor: ¿quiere el diario?