Proyecto vacacional
Hartos en el ayuntamiento de que este tipejo insistiera en la puta costumbre de meter el palo en la rueda cada vez que se traían un negocio entre manos. Furiosos por no haberlo podido quemar en la hoguera de la nueva inquisición. Sacados por completo al enterarse de que encima tenía sangre azul y por si fuera poco, habiendo perdido el material para la hoguera puesto que (de noche) Ernesto Tanque y su hijo se habrían llevado los leños para su hogar, decidieron entonces romperle las pelotas a él y devolverle el favor de tantas otras cuestiones que consideraban pendientes. Era sabido y aunque parezca mentira no ajeno al ayuntamiento, que Máximo y los mismos de siempre se creían adeptos a la cultura. Teatro, violines, Rock and roll, literatura, artesanías, artes plásticas, origami eran algunas de las disciplinas culturales que se desarrollaban en el abandonado predio de la antigua estación ferroviaria. No es que ahora recordemos el ferrocarril que en realidad estuvo presente desde la mención de la fundación de la aldea. Es que, al no transitar nunca tren alguno por estos lugares ya deja de ser una existencia real para pasar a ser parte del paisaje, y así como uno no hace mención de cada uno de los olmos del camino tampoco era pertinente la mención del ferrocarril. Recodemos entonces que el subdesarrollo de la comarca era por convicción. Bueno. Mientras que en todo el mundo el ferrocarril se extendía y aumentaba la velocidad de sus formaciones, en González Plata (y en Argentina) ocurría lo contrario hasta llegar prácticamente a la extinción total. Érase entonces que un grupo de ciudadanos de la aldea había propuesto al alcalde la utilización del predio para instalar una casa de cultura, una especie de salón de usos múltiples abocado a los temas culturales sin fines de lucro.
-Y... esto ¿Cuánto me va a costar?- fue todo el interés demostrado por el alcalde
- Gonzalo- respondió pacientemente el pintor- me parece que no nos estamos entendiendo. Necesitamos la autorización para disponer del predio. Nosotros lo acondicionamos, nosotros lo pintamos y ponemos en funcionamiento. Es a voluntad. Nadie paga nada; todos hacemos algo... ¿sí?
-Y... mirá: dejame que lo consulte con los asesores de cultura de la concejalía y el lunes te respondo.
-¿Asesores de cultura?¿Desde cuando Gonzalo?
Así era; aunque las evidencias demostrasen lo contrario en el ayuntamiento había quien cobraba por asesorar en el ámbito cultural. Pasaron varios lunes hasta que Jaime Bellograno recibió la llamada del alcalde. Le notificaron que el proyecto estaba aprobado y le mostraron la resolución. Jaime leía la resolución absorto en su asombro más que en las letras. Estiraba el mentón, cambiaba de foco el aire morisco de sus ojos y de tanto en tanto pasaba su mano como peinando su cabeza perfectamente redonda y acomodaba su cabello tupido y negrísimo, ahora con un pronunciado mechón de canas. Mas tarde al repetirse la escena ante sus compañeros de artes alguien notó su rápido encanecimiento.
-No, es que pintando me di con el rodillo y la pintura no sale fácilmente- prosiguió- ni pensar en pasar aguarrás por la cabeza ¿se imaginan? La pintura se va; pero el cabello también.
Los trabajos comenzaron a pulmón y sin un peso. Duraron más de dos meses tiempo suficiente para armar y desarmar parejas de jóvenes y no tanto. Por fin comenzó a funcionar la “Casa de la Cultura”. Un joven actor daba clases de teatro y expresión corporal, un grupo de poetas deliraba los sábados por la noche, titiriteros y bordadoras compartían el recinto los jueves por la tarde. Y era algo así como un paraíso secular instalado allí mismo, donde los mapas oficiales se van desdibujando, en las perdidas latitudes. Cierta vez en una reunión de poetas habíanse llegado poetas de otras comarcas inspirados por los comentarios del Boom cultural de la pequeña aldea. Divagaron y escribieron hasta entrada la noche y... finalmente varios de los poetastros completamente ebrios pasaron la noche frente a la casa de la cultura... precisamente en Las Puertas Del Cielo. Entre Eros, Afroditas, Morfeo y de la cósmica conjunción de carne y espíritu nacieron los más bellos poemas escritos en la región.
Todo parecía demostrar que La casa de la Cultura era una verdadera pegada.
-¿Cómo que no se nos ocurrió a nosotros?- repetía entre blasfemias el alcalde. Dora Beata, furiosísima por haber perdido la oportunidad de lucrar políticamente con semejante proyecto, decidió infiltrarse en uno de los grupos. Preguntó para estar bien segura qué días se juntaban los escritores, a lo que el poeta respondió con una pregunta más cortante que interrogativa:
-¿Qué... escribís acaso?
Y casi alardeando su antigua condición de puta petrolera, la presidenta de la concejalía respondió que escribía cuentos eróticos. Esta brevísima conversación se sucedía casualmente en los pasillos del departamento de inacción social mientras que Dora Beata regresaba de la oficina de Antonov rumbo a su aún pequeña oficina. Al cerrarse la puerta de la misma se escuchó como murmullo de pasillo:
"-Sí pero los escribes con tinta blanca y viscosa."
Ni poeta ni empleados supieron a quién atribuir semejante afirmación sospechada por varios.
No encontrando caldo de cultivo para su pretendida infección Dora Beata decidió ni aparecerse por la casa de la cultura. Pero se encargó de enviar a su cómplice Azucena Downpink para que, en papel de inocente escritora en busca de antologías, se infiltrara en el grupo de poetas y de allí en la casa de la cultura para desactivarla o convertirla en una herramienta de la propaganda oficialista pro Antonov.
Lo cierto es que Azucena no escribía ni la lista del supermercado, no tenía dentro de sí eso que llaman veta literaria y poco tiempo tardó en demostrar que no todo lo que brilla es oro o, mejor dicho, no todas son flores (a pesar del nombre). Mostró la hilacha, dejó ver lo ordinario de su madera, lo confuso de sus palabras, lo oscuro de su sentir. Ya algo habían sospechado algunos de los “cultos” como en la aldea llamaban los obsecuentes del alcalde a quienes participaban de los eventos de la casa de la cultura, cuando en reiteradas ocasiones la habían visto (luego de acercarse al grupo... nunca antes) rodeada de libros de poemas y cuentos breves y... de apuntes que copiaba con velocidad de taquígrafo. Hasta que al fin incurrió en el terrible plagio de una de las poetizas.
Pero fue desenmascarada. Ante la azorada concurrencia literata a Azucena Downpink se le pidieron las explicaciones correspondientes. Nada. Nada entonces mereció perdón. Sólo argumentaron sus ojos que en segundos recorrieron plagando de miradas al recinto de armoniosos poetas, a todos y cada uno de los cuadros que inertes colgaban de las paredes, a las carpetas parapetadas entre delicadas manos, a la mirada vacía del retrato de Borges. Sólo argumentaron sus cuerdas vocales con el silencio de quien se sabe culpable y se ampara en el derecho de no declarar en su contra. Sólo el rítmico tartamudeo de la excusa nunca hallada. Y finalmente:
-Chicos... esperen... no sé qué pasó.- y en sus ojos un vidrio de catedral gótica dejaba entrever un lúgubre halo cercano a la desesperación o la vergüenza.
-Azucena- susurró la voz de la escritora plagiada- tomaste el poema de la carpeta que presentaríamos al editor. Yo la llevé a tu casa el Domingo.
-¿Qué... iba a integrar la antología?- intentó la infame como triste boceto de defensa.
-¿Y qué te parece? ¿O para qué te la di... para que la copies y la traigas como tuya?- respondió la autora del poema plagiado.
Otra voz sentenciaba e interrogaba a la deshojada azucena que no lograba identificar el origen de las preguntas. Luego, cuando ya era obvio que no hallaría una salida elegante, buscó una tangente e histrionizando un apuro poco creíble pero entendible como toda defensa dijo que el taxi la esperaba en... la otra esquina. Y desapareció para siempre.
Días después de los sucesos en la casa de la cultura paseaban por la calle principal de la aldea la poetiza, Jaime Bellograno y Máximo Sottocorno. Observaban los escaparates de las nuevas tiendas y averiguaban costos con la idea de fabricar artesanalmente sus propio libros. Reían recordando cuando en esa misma calle el antiguo párroco “Sancho” fue apedreado por la mismísima virgen María por querer atribuirse un milagro que no le correspondía.
Por aquellos lejanos días en que la Madre de Dios se hizo imagen tangible ante los ojos de creyentes y escépticos Sottocorno había hecho una promesa... que no cumplió. No cumplió y no le pesaba ya que no era creyente y la había realizado en estado de shock al notar que una mujer metida dentro de un espejo le dirigía la palabra. Esta vez el espejo godo emplazado frente al reconstruido edificio municipal del ayuntamiento más alejado de la capital del reino no reflejaba miserias humanas sino que haciéndose eco del diáfano aire del día que empezaba a remontar su fulgor como un niño remonta su alegre barrilete una tarde ventosa de abril mostraba un hermoso jardín poblado de azucenas que se internaban puertas adentro de la construcción y en los ventanales de la misma podía verse la imagen reflejada de la remozada estación del otrora ferrocarril a lo lejos, navegando a la deriva en un mar terriblemente calmo de azucenas y rosas amarillas.
Jaime comentó a sus acompañantes acerca de la belleza de aquella imagen. Máximo observó primero la imagen del espejo, luego al edificio del ayuntamiento y posteriormente levantó la vista hacia el fondo de la calle, allí la antes estación ahora casa de cultura. Frunció exageradamente el ceño. La mujer entre ambos comentó:
- Qué loco ¿no? En el espejo se reflejan las azucenas saliendo del ayuntamiento e invadiendo la casa de la cultura. ¿Quién diría? Ni que reflejara lo que nos pasó.
Infelices. Inocentes. Ya verían que nada era casual.
BANDO
“El dignísimo ayuntamiento del Coronel González Plata en la honorabilísima figura de su Santidad el alcalde Sir Gonzalo Yosevik Antonov” plantea con carácter de necesidad y urgencia inapelable el cierre de la casa de la cultura bajo los siguientes vistos y considerandos:
Visto:
Que este ayuntamiento transita por una aguda crisis económica.
Que el sostenimiento de la casa de la cultura estaría fuera de presupuesto.
Que la cultura no genera ingresos genuinos al municipio.
Que se aproxima un nuevo período vacacional
Y considerando:
La urgente necesidad de un recorte presupuestario.
La inapelable necesidad de reducir las erogaciones municipales a un mínimo indispensable.
La necesidad manifiesta de incrementar el erario.
Y que si bien la cultura ya de por sí no genera adicciones como sí lo genera el fútbol y otras cuestiones y “ma’ encima[1]” en vacaciones el escaso interés disminuye.
El dignísimo ayuntamiento del Coronel González Plata en la honorabilísima figura de su Santidad el alcalde Sir Gonzalo Yosevik Antonov, con la firma unánime de la totalidad de los miembros de la concejalía municipal sancionan con fuerza de disposición general:
Ante los vistos y considerandos expuestos en el mismo se procederá a la clausura definitiva de la casa de la cultura y sesión en alquiler del edificio que ocupa.
Comuníquese, archívese, y “déase[2]” pública difusión.