De compras en el mercadito “el Plateado” la mujer de Sottocorno comentaba con la fiambrera las incertidumbres ocasionadas por el plan de viviendas. Cómo había tenido cara de inscribirse “Madre” Grimaldi si iba todos los meses a pedir comida al ayuntamiento, subsidios, medicamentos, lo que fuere.
–En la ficha de inscripción decía: “ingreso mínimo de $1.154 reales con 36 centavos y medio.” Se cae de maduro que una persona que cobra subsidio por desempleo no llega a esa cifra. Digo yo: ¿cómo le recibieron la ficha de inscripción?- comentó la vendedora.
–Mirá –respondió Carmela- no me extrañaría que le den una vivienda y que nosotros quedemos fuera. Aquí las viviendas son premios políticos y ella y su familia trabajan para Gonzalo aunque lo disimulen y de vez en cuando le prendan fuego a algunos neumáticos frente al ayuntamiento.
-¿Te parece?
– Cuando salgan los listados veremos.
A todo esto, “Madre” estaba nuevamente encinta, como si el hecho de estar embarazada le otorgase un mayor derecho a una vivienda que no pagaría. Ya que en planes habitacionales anteriores su familia había accedido por acomodo a una casa de la cual nunca había sido abonada ni una sola cuota. El hecho es que este plan en particular iba dirigido a un sector económicamente intermedio: no era para pobres ni para personas que por sus ingresos y capital estuviesen bien posicionados. Esto así manifestado en el bando y en la resolución que emitiera en su momento el ayuntamiento. Si se establece una norma y quienes la establecen no la cumplen y hacen gorda la vista para no hacerla cumplir. O caemos en la demagogia o la norma ¿para qué la dictamos?
-Igual- dijo la fiambrera- no comentes nada pero; a mí, Catalina, me dijo que me quedara tranquila porque yo ya estaba “adentro”. Ahora... de ustedes no me dijo nada.
-Pero ¿ustedes no tenían un terreno del ayuntamiento? El bando decía que eso te inhabilitaba.
-No... Es que hablamos con Antonov y él modificó la resolución.
Con esta información, Sottocorno fue una vez más hasta el departamento de inacción social del ayuntamiento e increpó a los empleados que “Obviamente” negaron todo y dijeron, una vez más, no tener información.
–Mire: los datos encarpetados de los aspirantes fueron en saca sellada a la capital de la comunidad regional al real instituto de la vivienda. Y de allí no han regresado.
La sospecha era lógica. Los planes habitacionales que el rey había dispuesto para los residentes en la comarca habían sido muchas veces manipulados. Tal es así que en una ocasión anterior en que Máximo y familia se habían anotado sus datos ni siquiera habían sido catalogados y sus papeles arrojados al basurero apenas el hombre había salido de la oficina estúpidamente ilusionado con la posibilidad de acceder al techo propio. Por aquellos años Dora Beata de la Cruz Martínez era la jefa del departamento de inacción social, cartera por otro lado, que le había financiado su ascenso a la presidencia de la concejalía. En esta ocasión había algo distinto. Dora Beata estaba en la capital de la comunidad regional y la presidencia de la concejalía estaba a cargo de un hombre nuevo: el licenciado Timoteo Cordones.
-¿Y Timo? -Le preguntaban los vecinos- ¿alguna novedad de las casas?
-Y... No, mirá: todavía no tenemos nada... La otra tarde viajé a la capital regional con el alcalde y aún no estaban las listas. Pero: en cuanto tengamos algo lo publicaremos.
Entretanto los rumores crecían y rodaban por toda la comarca. Que Timoteo habría arreglado con la hija del Gallego, que Noelia Comecoqui ya estaba adentro, que el Colorados le había hecho la campaña, que la enfermera, que el futbolista y la hija del dueño del autoservicio “el Plateado” (que a su vez eran proveedores del ayuntamiento y familiares de Catalina Ballesta) que la asistente social en uso de licencia, que el empleado de “La Firma” que no vivía en la comarca ni aledaños, que tantas otras cosas imposibles de creer porque siendo así la mitad, hablaríamos de un agudo caso de demagogia y acomodo.
Pero había rumores...
Una mañana Nancy Empom, antigua novia de Antonov e íntima amiga de la señora de Sottocorno, visitó a la mencionada familia. Y les presentó el siguiente dilema existencial.
- No sabés: lo llamé a Gonzalo...
- ¿Otra vez?- respondió Carmela- ¿ y qué?¿Se encontraron?
-No. Lo llamé por las casas... le dije que si de algo le había valido lo nuestro y si podía o quería y se acordaba de mí... con una casa... que... yo se lo iba a saber agradecer.
-¡Nooo! ¿Qué te dijo?
- Que si me hacía un papel de concubinato con el Andaluz... él veía si me adjudicaba una.
-¡Imposible!- interrumpió Máximo –si no te inscribiste ni cumplís los requisitos.
-Nancy, ¿él se bancaría que figures en concubinato con su amigo?- otra vez Carmela.
Los Sottocorno estallaron poco más en ira. Lo que oían casi confirmaba la peor de sus sospechas respecto del plan.
–Mirá Nancy- sentenció Máximo- si Antonov te adjudica una casa y nosotros quedamos fuera, por más que te queramos un montón... si te tengo que pasar por encima... lo voy a hacer. ¡ Jé! ¡Lo que faltaba! ¿Vos... en serio lo pensaste?
-Y... no sé que hacer... La casa la necesito... Va! (Y resopló como un suspiro oprimido) Ustedes también, pero en mi caso... es difícil.
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